viernes, 29 de julio de 2016

Rugby y sociedad en formato crónica.


"Fuera de juego. Crónicas sociales en la frontera del rugby", es un libro que es el padre de este blog, ya que mientras íbamos buscando las historias, en paralelo contábamos historias poco conocidas por este medio. Es un libro artesanal, hecho a pulmón (como tantos proyectos del rugby), y debajo copiamos el bello texto de contratapa escrito por la talentosa periodista y escritora Sonia Budassi:
   
“Dentro del caos había cierto equilibrio”, cuenta una de las protagonistas sobre lo que pasa dentro de la cancha de rugby. Si los discursos que imperan alrededor del deporte están plagados de exitismos, lenguaje marcial, publicitario, y hasta enconos melodramáticos, Alejandro Cánepa rompe ese esquema y, como un espía en el vestuario de la vida social de cada deportista amateur, narra historias fascinantes más allá de lo obvio.
La mirada del ascético y agudo narrador de “Fuera de juego” hace foco sin ingenuidad en tramas donde lo deportivo es expresión de mucho más. Con descripciones tan precisas que se convierten en análisis sensible, sin golpes de efecto ni música incidental, se mueve por territorios en contraste, desde asentamientos a barrios aristocráticos en los suburbios de Buenos Aires con la avidez firme del antropólogo y la pincelada del artista impresionista.
En un viaje audaz por una cartografía no convencional, el lector se deja llevar con vértigo para toparse con la xenofobia asumida en un equipo de judíos; y la banal separación entre chetos y villeros, siempre soslayados en el mainstream del relato prejuicioso. La injusticia de género, a través de un grupo de chicas rugbiers. La redención –o evasión- deportiva intramuros, en una unidad penitenciaria, sin conmiseración ni falsa piedad, narrada con sutil picardía. El trasfondo de las disputas políticas de los 70 con íconos como el colegio Nacional Buenos Aires; sus ritos y las limitaciones de la pancarta heroica, entre otras historias.
Estas crónicas, basadas en una profunda investigación, se hilvanan con perfecto suspense y cuentan, más que un deporte, la lucha universal del ser humano por el reconocimiento y la superación de los miedos; la constancia y la desidia, cuya contracara suele ser una versión particular del coraje heredado de la gauchesca. En este libro la búsqueda lúdica y sus conflictos no resultan siempre los preestablecidos por la épica, en un juego de ecos en que el afuera y el adentro de la cancha conviven en una frontera atrapante, a veces feliz, a veces ambigua, a veces cruel. "

miércoles, 27 de julio de 2016

San Juan-Bajo Flores-San Juan



  Una noche de 2014 en el Bajo Flores, en el predio del histórico DAOM, Las Panteras, el equipo de rugby femenino de ese club, entrenaba con intensidad, a metros de sus colegas varones. Entre las jugadoras, una se destacaba por su velocidad. Al momento de practicar cambio de ritmo, era la más ligera, junto a la francesa Aurore Bar. Hablamos de Yamila Salinas, sanjuanina y periodista deportiva. Dos años después, ¿en qué anda?


  “En 2015, en un amistoso previo al inicio del torneo, me rompí el platillo tibial, que es el hueso que sostiene la rodilla, una lesión rara”, cuenta. “Estuve 3 meses son caminar, me tuve que operar y volví a San Juan”, agrega. Ahora dejó de jugar al rugby y es una de las entrenadoras de las categorías infantiles del Club Ausonia, que introdujo ese deporte este año, y que está vinculado con la colectividad italiana.


 Se sabe que el rugby es un deporte de contacto, de impacto, o de choque, según el término que se elija. En ese sentido, quizá la presencia de una entrenadora mujer para los chicos que dan sus primeros pasos en el deporte sea más contenedora que si solo hay hombres.  Dice Salinas: “En el rugby infantil es bueno tener una profesora, es una figura maternal, pasa algo parecido en la escuela. Me gusta el papel, no soy el ‘profe’, pero la Unión Argentina de Rugby (UAR) va a  dictar cursos de entrenadores y voy a hacerlos. Es una manera de seguir cerca del rugby”.


  Pero el origen de Yamila con el deporte de la pelota con forma de óvalo es peculiar. “Yo tuve la iniciativa de jugar al rugby, por mí misma, y armé el primer equipo de rugby femenino en San Juan, en el Club Huazihul. Empezó como un proyecto para hacer un partido a fin de año, como una exhibición a beneficio. Recibimos mucha ayuda de los entrenadores y de la prensa, el evento trascendió y el año siguiente ya formamos el equipo”. Luego Yamila se trasladó  a Buenos Aires y  a través de Aurore Bar llegó a DAOM. En el club de camiseta azul, blanca y roja jugó entre 2012 y principios de 2015, hasta la lesión que sucedió en un torneo amistoso del que participaron Ezeiza y Atlético San Andrés.


  “Entre la lesión y que me imaginaba que se venían tiempos difíciles en cuanto a conseguir trabajo, me volví a San Juan”, dice, y explica que trabaja como periodista deportiva en un programa de radio y en uno de televisión sobre automovilismo. Reemplazó como actividad física al rugby por el crossfit, aunque por momentos le duele la rodilla operada. “El crossfit Es lo más parecido a hacer un deporte; es para llenar el vacío que me dejó el rugby”, asegura.


 En San Juan, el rugby femenino es incipiente. Existen Jockey, de la capital provincial, y Caucete, de la ciudad homónima. La idea de Yamila es que en Ausonia la escuela de rugby infantil sea mixta, aunque todavía no se anotaron chicas.  “El rugby femenino creció mucho en los últimos tiempos, la selección femenina argentina estuvo cerca de jugar los Juegos Olímpicos….de a poco va evolucionando; quizá no falte mucho para que haya más entrenadoras de rugby”, afirma.
 
Sin embargo, reconoce que todavía existen trabas y barreras para las mujeres, dentro y fuera del deporte. “Todavía hay prejuicios con que una mujer juegue deportes de contacto; todavía no se puede romper el paradigma de que la mujer como mucho juegue al hockey o haga cosas de ‘mujer’; pero muy de a poco se van rompiendo esos prejuicios”. ¿Y en cuanto a intentar volver al rugby como jugadora? “Acá hay dos clubes, pero si volviese al rugby lo haría en DAOM,  me gustaría estar ahí, con mis amigas y mi club. Para mí,  rugby es DAOM".

miércoles, 15 de junio de 2016

Fuera de juego. Crónicas sociales en la frontera del rugby, en manos de la gente....

 Rob, un neocelandés enamorado de Argentina; Jonatan, figura de Virreyes; Aurore y David, ella francesa y él argentino, ambos jugadores de DAOM; Luis, que tiene una increíble historia jugando para Stepinac; y Mónica, que no aparece en la foto, una de las pioneras del rugby femenino en el país...todos con "Fuera de juego. Crónicas sociales en la frontera del rugby", el libro hermano de este blog.....




viernes, 22 de abril de 2016

Fragmento del libro "Fuera de juego. Crónicas sociales en la frontera del rugby"


   
La frontera entre Colegiales y Palermo se transformó en los últimos años; de ser una especie de páramo, en donde únicamente deambulaban camiones recolectores de basura, grupitos de alumnos de colegios privados y algún paseante del Mercado de las Pulgas, se convirtió en un vivero de restoranes y bares algo pretenciosos y pasarela de diseñadores gráficos, periodistas, actores.

  En la calle Aménabar, se encuentra la redacción del semanario "Miradas al Sur", creado en 2008. En el primer piso del edificio,  un grupo de periodistas comentan noticias del día, posibles evoluciones, modos de cobertura.  La redacción incluye gente de todas edades, pero predominan, por lejos, los hombres.  Sentado en una silla junto a una mesa muy grande, un hombre alto y delgado, pelo corto algo entrecano, invita a tomar asiento y se dispone a la charla.

-En Central Buenos Aires teníamos 2 o 3 cobradores que iban timbre por timbre para cobrar las cuotas, y algunos eran los mismos jugadores del plantel superior.  Teníamos el uso del subsuelo del colegio, en donde había hasta mesas de ping pong, y accedíamos a la pileta.  Se jugaba en el predio del colegio y las reuniones se hacían en la oficina del abogado Roberto Mizrahi.

  Eduardo Anguita, periodista de una larga trayectoria, autor de libros imprescindibles como La voluntad, coescrito junto a Martín Caparrós, y Grandes hermanos, con Rubén Führman  y actual director de Miradas al Sur, jugó en Central Buenos Aires en los incandescentes comienzos de los años ’70, llevado por otros compañeros del colegio de la calle Bolívar. En esta tarde de primavera de 2014, mientras otros colegas teclean en sus máquinas o miran con la vista rígida en la computadora las noticias del día, su correo electrónico o en páginas que nada tienen que ver con el trabajo, Anguita recuerda su paso por el club y la relación del rugby con su vida política.

    Una vez que sucedió la ruptura de relaciones con las autoridades del colegio, los socios de Central abandonaron el subsuelo y el campo de deportes, para llegar, finalmente, a Florencio Varela.  Por esos tiempos,  también estaban en el Central Buenos Aires Oscar Ciarlotti y “Pancho” Provenzano (quien moriría en el ataque el cuartel de La Tablada, como se señaló antes), y con ellos Anguita pasó  a militar en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).

   Detenido en 1973, pasó 11 años en la cárcel; el 24 de julio de 1978, su madre, Matilde Vara, fue secuestrada y desaparecida por grupos de tareas de la última dictadura militar. A la mujer, de 52 años,  se la llevaron del Café Tortoni, ubicado a un puñado de cuadras del Nacional Buenos Aires. A medio metro desde donde habla Anguita, hay otro periodista de Miradas al Sur, Alberto Elizalde Leal, ex jugador de La Plata Rugby, que también estuvo en el PRT y al que también la dictadura hizo desaparecer a su madre, Delia Avilés de Elizalde.

 -El rugby, cuando lo han abrazado militantes, y lo digo por experiencia propia,  ha dado destrezas físicas para la actividad clandestina, y fomentar el arrojo y valentía. Recordemos que el “Che” Guevara pasó por varios clubes,  uno “atorrante” como Atalaya y uno cheto como el SIC, entre otros”, dice Anguita.

   En 1984, recuperó su libertad. Nunca olvidará que la primera actividad que tuvo, como liberado, fue un asado que le organizaron dos amigos y ex rugbiers de Central Buenos Aires, Omar Evequoz y Martín Orieta. Al tiempo, jugó algunos partidos para el equipo de veteranos de Central.  Cada tanto, se reúnen muchos ex jugadores y recuerdan épocas pasadas, en donde, según Anguita, “todos anotamos más tries de los que realmente hicimos y jugamos mejor de lo que realmente jugábamos”.
- Recuerdo cuando estaba preso el olor a pasto de la cancha de rugby. Extrañaba  eso y la adrenalina al entrar a jugar,  cada una de las situaciones de la cancha, aunque sea de un partido en  una cancha de mierda.  El compañerismo en la militancia es como el del rugby: vos sos el otro. En la militancia también sos el otro, arriesgando bastante más que el maxilar…

lunes, 25 de enero de 2016

"Peruano, no puedo respirar, peruano, no me dejes"


"Prefiero a los vencidos, pero yo no podría adaptarme  a la condición de vencido.” Curzio Malaparte 

   Nueva Zelanda, 17 de julio de 1993. En la cancha del Tauranga School, el equipo de ese colegio juega con la categoría Menores de 19 de Cardenal Stepinac, de Argentina. El árbitro marca un scrum. Los dieciséis jugadores que intervienen en esa formación se disponen a realizarla, tomándose de los brazos y colocándose en cuclillas. Entre los argentinos está Luis Benítez, un chico alto, que juega de segunda línea, que vive en Villa Tesei, hijo de padre obrero y madre ama de casa. Por la posición en la que juega, debe colocar su cabeza entre las caderas de dos compañeros que forman la primera línea del scrum y, desde atrás, otro compañero tiene que empujar hacia adelante. Su cuerpo es una pieza que ocupa la parte media de ese engranaje. El referee ordena que se reanude el juego; los jugadores que están delante de Luis hacen fuerza para un lado, el que está detrás, hacia otro.   La formación se derrumba, Luis siente un hormigueo por todo el cuerpo, sufre un paro cardiorrespiratorio; un médico ingresa desesperado al campo de juego, trata de reanimarlo. “Peruano, no puedo respirar, peruano, no me dejes”, suplica Benítez. Y pierde el conocimiento.  

  Diciembre de 2012; el Camino del Buen Ayre está despejado, un látigo gris por el que vuelan los autos. Una salida hacia Hurlingham, pocas personas por las calles, dos perros deambulan por un baldío. Una calle angosta, la sede de la Fundación Felices Los Niños, célebre en su momento porque su director, el sacerdote Julio César Grassi, abusaba de chicos a su cargo. Esa porción de Hurlingham reboza de fe: en cada esquina se ven ermitas con imágenes de la Virgen, con flores amarillas o rojas que la orlan, estampitas pegadas en los costados, papeles con promesas y agradecimientos.   Después de dos kilómetros de recorrido, un giro a la izquierda, otro más, una calle muy silenciosa, árboles tupidos que apenas dejan pasar algunas gotas de luz. Una casa prolija, tipo chalet, una puerta de rejas negras en un costado, el timbre y los ladridos de un perro como reflejo.

  -Hola, vení, pasá. Este es Spock, el perro, tiene un año y medio.  

  Luis Benítez abre las puertas de su casa, ubicada en el fondo de la de sus padres, en Villa Tesei. Es alto, flaco, y camina con cierta lentitud. En un patio, un gato mira al visitante, desconfiado, subido a una maceta. Ya en la vivienda de Luis, su living tiene una mesa de madera en el centro, un ventilador en pleno funcionamiento, un armario repleto de fotos familiares y de algunas imágenes de la Virgen. En una pared, una remera con franjas azules, rojas y blancas, cuelga, enmarcada.   -Esa camiseta es la que tenía puesta el día que me accidenté. Yo me acuerdo de todo de ese día, hasta que me suben a la ambulancia. Tuve desplazamiento de dos vértebras y pellizco de la médula espinal. Cuando me desperté, ya tenía puesto algo fijo en el cuello y un tubo en la boca, que era el respirador. Volví a cerrar los ojos y cuando los vuelvo a abrir, estaban mi papá y mi mamá, pero no sé cuánto tiempo había pasado.  

   Los padres de Luis llegaron a Nueva Zelanda un día después del accidente. Cuando llegaron al hospital en donde estaba internado su hijo, los médicos les aseguraron que el pronóstico era pésimo y les sugirieron que lo desconectaran del respirador, que iba a ser una carga para la familia, que para qué vivir así. Irma y José Luis rechazaron la visión de los médicos neocelandeses.  
  Luis dice que no les guarda rencor a esos profesionales, ya que la cultura de Nueva Zelanda es diferente a la argentina. Y explica que en ese país estuvo un mes internado, en donde recibió la solidaridad de muchas personas. Hasta los AllBlacks hicieron subastas de sus camisetas para juntar dinero y derivarlo para la recuperación del chico de Villa Tesei accidentado en Tauranga.   Entre lo que aportaba el Colegio Cardenal Stepinac y las colectas hechas en Argentina y Nueva Zelanda, pudieron costear la estadía en Oceanía. Pasados 30 días del accidente, en un vuelo de Aerolíneas Argentinas equipado con una terapia intensiva, Luis regresó al país, a internarse en el Sanatorio Mater Dei, de Palermo. 

 -Volví totalmente consciente en el vuelo, pero estaba con el respirador y no podía mover nada de nada.  

Ya en Buenos Aires, enseguida aparecieron abogados para fogonear un juicio, lo que los familiares de Luis rechazaron. En el Mater Dei estuvo 4 meses, pero los sufrió más que en Nueva Zelanda, porque las visitas apenas tenían 10 minutos diarios para acompañarlo.   -En Nueva Zelanda venían de todos lados, venía gente del club, me daban regalos, camisetas, un cuadrito que tengo colgado ahí, me fueron a ver dos All Blacks, estaba acostumbrado a estar con gente y eso me hacía bien. Acá era todo al revés. Eran 10 minutos y nada más, y yo quería ver a mis familiares, a mis amigos.  
Con su cuerpo inmóvil, en terapia intensiva, sumergido en la dimensión especial que generan los olores de los hospitales, las luces, los movimientos periódicos de enfermeros y médicos, la visión fija en un único punto del techo o de la pared, hubo un primer signo, como un estallido: su dedo gordo izquierdo comenzó a moverse.   Los signos, como una fogata de invierno, crecieron de a poco. Las manos se descongelaban con extrema lentitud; los labios seguían ese mismo camino. Los muslos y el brazo izquierdo pudieron recuperar su memoria.   Hay que sacar  a Luis de acá, hay que aprovechar esos movimientos-dijeron los médicos.   Cuba despuntaba como una opción para continuar con el tratamiento. Pero Luis no quería más traslados, por lo que lo derivaron al Hospital San Juan de Dios, en Hurlingham, un centro fundado en 1941. En ese lugar, Benítez seguía con el respirador artificial, aunque podía sacárselo algunas horas, otra señal de que una vida más semejante a la corriente era posible. Para Navidad pudo volver a dormir a su casita de Villa Tesei, con un respirador portátil. Durante el día tenía que cumplir con las tareas de rehabilitación física en el hospital. Así por cinco años. 

 -Cuando empecé a recuperarme y a pensar en lo que había pasado, al principio no lo tomaba tan en serio, pensaba que esto lo iba a superar de un día para el otro, que el día de mañana iba a volver a jugar. De a poco fui tomando conciencia de la lesión y de su gravedad. Empecé a darme cuenta de las complicaciones con el tema de ir al baño, o al no poder cortar un pedazo de carne. Tanto tiempo sin hacer nada no ayuda a la cabeza, ¿Qué iba a ser de mi vida? ¿Iba  a poder tener una familia? Me ayudaba que durante dos años, mis amigos venían todos los domingos, ya terminada la secundaria. 

   De 8 a 17, durante cinco años, hacía terapia física en el San Juan de Dios; luego, ya en su casa, a las 19 recibía a un kinesiólogo particular, que pagaba el Colegio Stepinac. Para practicar la caminata, usaba barras paralelas, en su casa. Después comenzó a usar un bastón. Uno de esos veranos, se fue de vacaciones a Claromecó con un amigo, y entre médanos, playas anchas y turistas, se propuso dejar el bastón, al menos para tramos cortos. Y lo logró.   La temporada de placeres en Claromecó fue una bisagra. Volvió cansado de la kinesiología y de las visitas al Hospital, y decidió seguir sumando actividades para reintegrarse a la rutina. Estudió Periodismo Deportivo en TEA pero dejó, “por vago”, dice, aunque aclara que tenía que irse desde Villa Tesei a Balvanera en colectivo o tren, y todavía tenía temores de viajar solo en el transporte público.   Un amigo, Ignacio Rizzi, le consiguió un trabajo en una asociación civil que trabajaba con chicos con discapacidades mentales. En ese lugar conoció a su mujer, Roxana, y en 2003 se pusieron a convivir junto a Tamara, la nena de ella. 

   El ventilador gira desde hace horas y bate el aire caliente. Desde las paredes, miran la escena la camiseta número 4 que usaba Luis, y un cuadro de un barco, pintado por un artista neocelandés. La remera de Stepinac, la misma que estaba sobre su piel cuando una mala coordinación del equipo del scrum le dejó dos vértebras desplazadas, indica el recuerdo del accidente. 

   -Si yo me recuperaba 100 por ciento del accidente, volvía a jugar. Fue un accidente, si cruzo la calle me puede agarrar un auto. Y en rehabilitación conocí casos de personas accidentadas, por ejemplo, tirándose de una pileta. Me encanta el rugby, si pudiera jugar lo jugaría. Y el Colegio se portó re bien conmigo, tuvimos ayuda de mucha gente. Tamy va al Stepinac. 

   Poco después del accidente de Luis, Stepinac dejó de jugar rugby en los campeonatos oficiales. Los jugadores que querían seguir en el deporte, crearon El Retiro Hockey y Rugby, que tiene un predio al costado del Camino del Buen Ayre y al que Luis, cada tanto, va a alentar.   Él trabaja en Tigre, en un negocio que vende implementos náuticos. Va y viene en su auto. Y recibe de la Fundación Unión Argentina de Rugby (FUAR), un subsidio anual. Su gestualidad, sus movimientos, cambiaron a la fuerza. Tuvo que aprender a escribir con la mano izquierda, lo mismo que afeitarse. Y para caminar trayectos largos, usa bastón.  

–Suerte, milagro, constancia. Tuve un poco de todo eso. Y que mi familia estuvo siempre al pie del cañón, como mis amigos.


Luis se incorpora de la silla, baja la escalera de su casa y acompaña al visitante hasta la puerta.

(Fragmento de "Fuera de juego. Crónicas sociales en la frontera del rugby"). 

miércoles, 14 de octubre de 2015

Fuera de juego


*Un ex luchador de Titanes en el Ring que da clases de tango
*Un ex militar israelí que vive en Florida
*Un gasista de Bolivia que vive en la Villa 31
*Un museólogo que fue policía y tiene un hermano desaparecido.
*Una dueña de un bazar en San Antonio de Padua
*Una locutora de una fm de San Fernando, madre de 9 hijos.
*Un estudiante de Abogacía en Mendoza, que se traslada en silla de ruedas.
*Un zarateño  detenido en la cárcel de Campana.
Y muchos personajes más, dan forma a "Fuera de juego. Crónicas sociales en la frontera del rugby"....

domingo, 9 de agosto de 2015

El pasado es otro país

   Hace 50 años, los jugadores de la selección argentina de rugby, después de un viaje interminable en aviones “lecheros”, que paraban en Senegal,Liberia, Nigeria y Congo,  se convirtieron en “Los Pumas”, cuando los periodistas sudafricanos transformaron el yaguareté del logo del equipo en aquel animal. Cuenta Jorge Búsico, en su excelente, imprescindible y bien documentado “El rugido. Sudáfrica 1965. El nacimiento de Los Pumas”(publicado por Club House) cómo la delegación apenas tuvo 25 jugadores, 3 entrenadores y un solo dirigente. También, que el traje oficial para la gira se lo tuvieron que costear los jugadores, aunque con un descuento conseguido por la Unión Argentina de Rugby en una sastrería. Como dice la escritora Alma Guillermoprieto, “el pasado es otro país”, y, por lo tanto, visitemos de la mano de Búsico aquellos recuerdos.

   Con los ecos de la victoria nacional ante los Springboks, por 37 a 25, vale la pena repasar aquella semilla, tan bien recreada por el autor de “El rugido” en su libro. Búsico, periodista deportivo experimentadísimo, y creador del necesario y masivo blog denominado “periodismo rugby”,  recuerda los lazos rugbísticos entre argentinos y sudafricanos, que incluyen a un jugador del otro continente, Fairy Heatlie,  que se radicó en Argentina y que en 1910 llegó a jugar un partido par aun combinado argentino, y que en 1932, la selección nacional debutó con una camisera celeste y blanca a rayas, en un partido jugado en la cancha de Ferro ante los Juniors Springboks, un equipo “B” pero muy poderoso para la época. Ese mismo combinado visitaría Argentina en 1959, en donde jugaría varios partidos, hoy impensados, como ante Deportiva Francesa, Buenos Aires Cricket & Rugby Club y Olivos, entre otros.

Los avatares de la época, en donde el rugby en Argentina era absolutamente amateur, hacían que los jugadores seleccionados tenían que pedir permiso en sus trabajos para ausentarse dos meses, con motivo de la gira, que incluía muchos partidos. Uno de aquellos deportistas, Guillermo McCormick, estuvo solo un mes con el equipo porque en el trabajo no le autorizaban más días. Ni hablar de cobrar por jugar. Roberto Cazenave, del SIC, recuerda: “Yo no llevé nada. No tenía un mango”. Una vez en el continente africano, las autoridades deportivas locales les acercaban mensualmente a los jugadores un viático mínimo. El seleccionado, en tanto, estaba conformado por jugadores de distintas procedencias, y, algo no frecuente hasta entonces, había de Duendes, de Rosario, de Pucará, de Burzaco , uno de Universitario de Córdoba, uno de San Martín, otro de San Fernando, otro de Los Tilos. Ser parte del mejor combinado argentino ya no era un patrimonio exclusivo de los clubes tradicionales.

   Por otra parte, otro acierto de Búsico es contar cómo las autoridades sudafricanas trataban de estrechar lazos puntuales con algunos países, porque con el correr de la segunda mitad del siglo XX, sus seleccionados iban siendo dejados de lado de las competencias internacionales, como boicot al régimen racista de ese país, aliado histórico de Gran Bretaña y Estados Unidos. Bajo el “apartheid”, tal como que se denominaba a esa forma de gobierno, los blancos concentraban todo el poder, y la población negra, que era la mayoría en el país, no podía gobernar y tenía todo tipo de restricciones económicas, sociales y culturales. Por esos años, Nelson Mandela era encarcelado, como líder del Congreso Nacional Africano (CNA), un movimiento popular opuesto al gobierno basado en criterios raciales de los afrikaaners.

  “El rugido”  describe cómo durante la gira, las personas negras que osaban ir a ver los partidos de rugby tenían que amontonarse en un rincón de la cancha, rodeados de alambrados de púa, mientras que las plateas eran para los blancos. Obviamente, los sudafricanos negros deseaban que Argentina le ganara a la selección de su país, que por esas épocas representaba, en la práctica, solamente a la población que descendía de los colonizadores holandeses, ingleses, franceses y alemanes. “Please, master, win tomorrow”, recuerda en el libro el Puma Adolfo Etchegaray, que le decían los habitantes originales del país.

  Así llegó el día, en el que, como se sabe, los flamantes Pumas derrotaron a Juniors Springboks 11 a 6 y se metieron en la agenda internacional del rugby. Nicanor González del Solar, Marcelo Pascual, Ronald Foster, Luis García Yáñez,  Héctor “Pochola” Silva y Arturo Rodríguez Jurado fueron algunos de los que lograron ese éxito. Era la primera victoria en el exterior ante un rival de peso, inclusive, en los papeles, muy superior. Cuando regresaron al país, 4 mil personas recibieron a la delegación en Ezeiza, y El Gráfico, Clarín, Gente, Crónica y el desaparecido diario El Mundo, aparte de La Nación, La Prensa y La Razón, cubrieron con holgura la llegada.


  Otro acierto del libro es colocar datos contextuales para entender qué pasaba en Argentina y en el mundo, en el medio de esa gira. Así, se recuerda la lucha por los derechos civiles de las personas negras en Estados Unidos, el plan de estrangulamiento económico en Argentina, diseñado por Álvaro Alsogaray, las huelgas de cañeros y metalúrgicos en el país,  el golpe militar que dio Juan Carlos Onganía y demás. Por último, el volumen contiene varias fotos de la gira y de programas de los partidos (seguramente acopiados por Guillermo Illia, uno de los Pumas del ’65) y un completo anexo con minibiografías de todos los participantes de esa gira histórica, además de los resúmenes de todos los encuentros. La investigación documental estuvo a cargo de Oscar Barnade y Víctor Raffo y la producción periodística, de Sergio Renna. En síntesis, un gran viaje al otro país que es el pasado, y que se conecta con este presente.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Buscadores de oro

Este espacio hoy es para Santiago Caviglia, que escribió una interesante nota sobre la selección argentina de quad rugby, que viaja a Canadá para disputar los Juegos Parapamericanos en Toronto. El artículo fue publicado en Anccom, la agencia de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA y la foto es de Laura Pasotti. Todo muy recomendable...

El quad rugby llegó a la Argentina en 2005, luego de una clínica realizada por jugadores de EE.UU en el partido bonaerense de Ezeiza. Este deporte, nacido en Canadá a fines de los ´70  y originalmente llamado “murderball” (balón asesino), es practicado tanto por hombres como mujeres que tienen distintos grados de cuadriplejia. En nuestro país son cuatro los equipos que lo juegan y en ellos se formaron los jugadores del seleccionado que del 7 al 15 de este mes intentarán acceder al podio en la máxima competencia continental para atletas con discapacidad.
Fernando Cañumil es jugador del club Tigre y también del equipo nacional. “Yo era buzo de prefectura y me accidenté rescatando a unos pibes que se estaban ahogando el 24 de diciembre de 2002”, cuenta. Muchos de quienes practican este deporte no habían tenido contacto con el rugby antes de sus lesiones. “Luego de rehabilitarme, conocí este juego en 2008 a través de un vecino que era cuadripléjico y lo practicaba. Y ya al año siguiente participé en mi primer torneo con el seleccionado”, agrega Fernando, que fue uno de los creadores de Tigre, nacido en 2009. Hasta entonces, había solo un equipo de quad rugby: Buitres, también de la Provincia de Buenos Aires.  Hoy, ya existen otros dos  equipos, Dogos de Córdoba y CILSA de Santa Fe,  mientras que en vías de desarrollo y consolidación están los representativos de Mar del Plata y Tucumán.
En lo que respecta a las competencias internacionales, la selección argentina participa oficialmente desde el año 2008. Hasta la fecha, nuestro país ha actuado en varios torneos internacionales con muy buenos resultados. Uno de los más destacados fue el Panamericano de Buenos Aires 2009, que otorgaba tres plazas al Mundial de Vancouver del año siguiente. Al competir con selecciones de mucha más experiencia y desarrollo, como las de EE.UU y Canadá, la Argentina debió disputar la última plaza en un mano a mano contra Brasil. El partido se disputó en el estadio del CENARD “Romero Brest”, a capacidad colmada, con un público que nunca dejó de alentar. Argentina finalmente ganó y se clasificó por primera vez a un mundial de esta especialidad.
Para poder jugar quad rugby, los atletas deben manifestar alguna discapacidad que afecte tanto miembros superiores como inferiores. La mayoría de los atletas tiene lesiones medulares, pero hay  otros deportistas con una amplia variedad de condiciones médicas. Los jugadores son clasificados según la funcionalidad en sus cuatro miembros, y se les asigna un puntaje que va de 0.5 (la funcionalidad más baja) a 3.5 (la más alta).
El juego es muy dinámico, con cuatro jugadores por equipo y con cambios ilimitados. Los conceptos que más toma del rugby son dos: el golpe (los choques) y el espíritu de equipo. Se juega en una cancha de medidas similares a las del básquet, con un balón muy parecido en cuanto a peso y tamaño al del vóley, en cuatro cuartos de 8 minutos cada uno. El objetivo principal es llegar con posesión de la pelota hasta la línea de fondo del equipo rival para anotar un punto.
La pelota debe ser picada al menos una vez mientras se traslada y hay una determinada cantidad de segundos disponibles para cruzar la mitad de la cancha y, luego, para anotar un punto. No se permite el contacto físico, pero si el impacto entre las sillas de ruedas, que a diferencia de las convencionales, son más robustas y especialmente acondicionadas para la práctica de este deporte.
Federico Menini es rugbier convencional, juega en la primera división del Club Manuel Belgrano y además es el director técnico de la selección argentina de quad rugby. “Yo entré a desempeñarme en el servicio nacional de rehabilitación, que trabaja con distintas organizaciones deportivas. Una de ellas es la Fundación Rugby Amistad, mediante la cual pude conocer y acercarme a los chicos del quad rugby. Al principio me acerqué por curiosidad, para saber de qué se trataba, ayudarlos a cambiarse, a dirigir los entrenamientos, también fui preparador físico del equipo”, explica.
Según Menini, hay grandes perspectivas del crecimiento de este deporte en nuestro país: “Hoy hemos evolucionado bastante, incorporamos tecnología en lo que respecta a sillas especiales que hemos traído desde Estados Unidos gracias a la ayuda del ENARD, el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo”.
En un futuro próximo, Menini espera que el deporte siga creciendo y pueda consolidarse a nivel nacional con la creación de ligas locales. En este sentido, Brasil es un modelo cercano a copiar, donde ya cuenta con la formación de una liga local y también ha recibido un gran impulso económico a partir de la proximidad de los próximos Juegos Olímpicos, en Río 2016.

El seleccionado argentino, que durante el año entrena tres veces por semana en la sede del Servicio Nacional de Rehabilitación,  debutará en los Parapanamericanos de Toronto el  sábado 8 contra Estados Unidos. Su segunda presentación será el domingo 9, ante Chile. La tercera fecha será contra Canadá, el lunes 10, mientras que el martes 11 se enfrentará ante Brasil. La quinta y última fecha será al día siguiente, con el duelo Argentina-Colombia. El jueves 13 se jugarán el partido por el quinto puesto y las semifinales, mientras que el viernes 14 se disputarán el encuentro por el tercer puesto y la final. “No es fácil que las personas con lesiones en sus cuatro miembros quieran practicar deportes. Se trata de gente que muchas veces se termina quedando en su casa, no sale por las barreras arquitectónicas que hay en la ciudad”.

El seleccionado argentino, que durante el año entrena tres veces por semana en la sede del Servicio Nacional de Rehabilitación,  debutará en los Parapanamericanos de Toronto el  sábado 8 contra Estados Unidos. Su segunda presentación será el domingo 9, ante Chile. La tercera fecha será contra Canadá, el lunes 10, mientras que el martes 11 se enfrentará ante Brasil. La quinta y última fecha será al día siguiente, con el duelo Argentina-Colombia. El jueves 13 se jugarán el partido por el quinto puesto y las semifinales, mientras que el viernes 14 se disputarán el encuentro por el tercer puesto y la final.


domingo, 10 de mayo de 2015

Imágenes retro

    Por las vueltas de la vida y gracias a este blog,  conseguí la colección completa de la revista Test Match, verdadera “Biblia” para la gente de rugby en los ’80. Es una de las ventajas del papel: es más fácil de conservar y hoy tengo en mis manos todas las notas de la revista. A modo de debut del rescate, y con el Mundial de Rugby de Inglaterra a meses vista, extraigo datos de Test Match de los números previos al primer certamen internacional jugado en Australia y Nueva Zelanda en 1987, en donde Argentina no pasó de la primera ronda, sorprendida, sobre todo, por la derrota en el primer partido ante Fiji. Así palpitamos el Mundial y recordamos el primero, que parece que sucedió en la Prehistoria.

*“El grupo entrena de manera responsable aunque sin presiones, con esperanzas de que Los Pumas sean la revelación del campeonato que ya empieza”, decía el periodista Alberto Sáenz en uno de los números previos, cuando Los Pumas ya estaban instalados en Oceanía.

*El Mundial comenzaría el 22 de mayo, con el partido entre All Blacks e Italia, que finalmente ganarían los de negro 70 a 6, y terminaría el 20 de junio, ganándole la final de Francia por 29 a 9.

*Por otro lado, en una encuesta entre distintas personalidades del rugby argentino previo al inicio, la mayoría apostaba a que Los Pumas llegaban tranquilamente a semifinales.

*En la encuesta a las mismas personas después de la rápida eliminación del Mundial, casi todos los consultados calificaba la actuación blanquiceleste de “pobre”, “baja”,  “decepcionante”, “un rotundo fracaso” y “siniestra”.

*Otros tiempos, en todo sentido: Los Pumas eran amateurs, y además los campeonatos locales en Argentina se seguían jugando en paralelo al Mundial.

*La televisación del Mundial iba por Canal 2, que en algunos barrios de la Capital se veía pésimo y había que hacer malabares con las antenas de televisión ubicadas en las terrazas para tratar de captar alguna imagen.  Pasaron 28 años pero a muchos nos parece que transcurrieron 100.

*Los relatos y comentarios por Canal 2 estaban a cargo de Guillermo Alonso y Alberto Sáenz, y en los estudios en Buenos Aires figuraba Luis Bavio.


*Eran tiempos sin Internet y con muy poco acceso al cable. Por eso la revista traía datos sobre, por ejemplo, los colores de las camisetas de los seleccionados, como se ve en la foto que ilustra este post, verdadera imagen retro.

*La revista, en la nota de cierre del Mundial, decía que el evento "puso al descubierto a todos los que han dejado de sentir la pureza del amateurismo", ya que se habían visto cómo jugadores de las potencias (Australia, Nueva Zelanda, Francia, Inglaterra), recibían "viáticos" o filmaban publicidades y ganaban plata con ello. Test Match decía que; "o nos movemos todos con las mismas reglas o cada uno se mueve por su lado". A los pocos años, las reglas claramente las instaló el profesionalismo y a nivel internacional es asumido públicamente y no está mal visto cobrar por jugar al rugby en las selecciones o en los clubes de rugby de Europa. En Argentina, a nivel clubes, sigue siendo en 2015 un tema tabú, al menos en el ámbito porteño. ¿Cambiará post Mundial?


viernes, 13 de marzo de 2015

Entre ríos de rugby

    Noche cerrada en Gualeguaychú, con calor, cantos de grillos y sapos, una luna que echa una luz grisácea porque la cubren algunas hilachas de nubes, gritos entre los árboles del Parque Unzué.  El Carnaval se apagó hace muy pocos días, así que los sonidos no son de comparsas, turistas alborotados ni bailarines tapizados con lentejuelas y plumas.  Cuando se pasa un portón de madera pintado de negro, rojo y amarillo,  varios autos sobre el pasto reposan en silencio, apenas iluminados por la  diluida luz de la luna. Una fila de árboles los separa de un campo de juego.

  En la cancha, unos 40 jugadores practican rucks, pases, ataques. Hay gritos que llevan órdenes de los entrenadores y también instrucciones entre los compañeros.  Las torres de iluminación laterales, encendidas, sirven de guías y de testigos del entrenamiento de la primera división del Carpinchos Rugby Club,  el más tradicional de ese deporte en la ciudad y con ex jugadores desparramados en distintos lugares del país, que alguna vez pisaron este mismo pasto.  Los únicos sonidos que marcan la noche son las voces de los jugadores y los entrenadores, y el motor, cada tanto, de algún auto que pasa por el camino que conecta a la ciudad con el balneario Ñandubaysal.

   Después de algunos minutos, los tres cuartos entrenan una mitad de la cancha, a las órdenes de Maximiliano Rivero, dueño de un vivero y  empresa de mantenimiento de jardines, y los forwards con el otro entrenador, Mauricio Lischinsky, odontólogo y hasta el año pasado segunda línea titular del equipo.  De un lado a otro de la cancha, da órdenes el preparador físico, Emanuel Lapalma, que hace jiujitsu.  Él comenta que buscan incorporar algunos movimientos de esa actividad en los jugadores, para que sepan cómo derribar al rival, mientras mira cómo los forwards practican line y maul.

  Una y otra vez, line, maul, line y maul ( (en la foto, un momento de la noche con el entrenamiento de esa parte del juego). Lischinsky da instrucciones, a veces advierte cuando algún jugador está haciendo penal, marca cosas para corregir. Entre los delanteros, Eduardo Bartolini, dueño de un negocio en la ciudad,  parece ser el que lleva la voz principal en las jugadas.  Terminada la parte de práctica separada, la Primera arma un partido de práctica entre los propios jugadores de Carpinchos.  La luna sigue gris, casi escondida, los autos se escuchan cada vez menos, los jugadores  cumplen con su trabajo de entrenamiento. Dicen que la preparación física en Carpinchos mejoró mucho el rendimiento del juego.

   Al día siguiente, en uno de los salones del club, sentados a una mesa de madera larga, papas fritas y cerveza encima de ella, están: Lischinsky con su pequeño, Rivero, el presidente del club Juan Pablo Pasetti, que es empleado de una farmacia, el secretario y ex entrenador, entre otros cargos, el abogado Fabián Otarán, Bartolini y otro directivo y fundador del club, Fulvio Livio Crespo, que también es abogado.

  “Había antes del club distintos grupos que jugaban rugby. Un grupo se reunía en Juventud Unida, y se fueron de ese club, y dos personas, Antonio Bazán y José Taffarel, en 1982, nos fueron recolectando, yo era un gurí de 15 años.  En 1983 se decide ya fundar oficialmente club” recuerda Crespo. Y agrega: “Había menores de edad que firmaron el acta de fundación, no sé cómo hicieron para firmarla”. Otarán complementa: “Desde los ’60 existía un equipo que se hacía llamar Carpinchos, que tenían remera  blanca, pero eso antes de la fundación del club”.

  En esos años de los ’80, Carpinchos, junto a clubes como Barbarie y Tacuara, de Concepción del Uruguay, fundaron la Liga del Río Uruguay, que incluía equipos del país vecino, como El Trébol de Paysandú. Esa liga desapareció y hoy Carpinchos juega el torneo provincial, de la Unión Entrerriana de Rugby, del que es uno de los equipos más fuertes, y que ganó en 2003.

  En ese certamen, juegan con equipos omo Central Entrerriano, también de Gualeguaychú, Universitario de Concepción del Uruguay, San Martín de San Jaime de la Frontera, Pecarí de Villa Elisa y Peñarol de Rosario del Tala, entre otros. Precisamente ante ese equipo de Rosario del Tala, Carpinchos ganó su único campeonato provincial, un día de mucho calor de noviembre que incluyó un tercer tiempo con guiso, después de la final.

   La camiseta de Carpinchos es negra, con una franja roja horizontal en el medio, y dos más finas amarillas, encima y debajo de esta. Los colores son los mismos que Otago, un equipo de Nueva Zelanda muy poderoso. Crespo recuerda que “las primeras camisetas que mandamos a hacer, cuando nos las hicieron, se habían equivocado y las habían hecho marrones. Así que conseguimos unas celestes y blancas. Cuando mandamos a imprimir el escudo y el nombre del club, se equivocaron en la impresión y pusieron, en vez de Carpinchos, Carpenters, como el grupo de música. Nos decían en esa época: ‘Ahí vienen los Carpenters’ (risas).

  En el plantel actual hay albañiles, comerciantes, profesionales y desocupados. Y entre ellos, se destaca como una de las figuras del equipo Juan Alberto Fabián, que es hipoacúsico, y que se encuentra de gira en Chile con el seleccionado argentino de rugby, formado por personas sordas. “Digamos como le decimos nosotros, no le decimos hipoacúsico, para nosotros es ‘El Sordo”, dice Passeti y agrega: “Es el que mejor entiende el juego”. Crespo acota: “Es un dotado para cualquier deporte. Cuando yo entrenaba a la primera decía: ojalá tuviésemos 14 más como ‘El Sordo’”.
   El predio donde juega Carpinchos, en el Parque Unzúe, una zona de clubes, campings y muchos árboles, y  muy cerca del centro de la ciudad, es de la Municipalidad, que se lo cede desde 1984. Pasetti, su actual presidente, recuerda: “Todo esto era monte; recuerdo que una persona del club nos traía en un Rastrojero, cuando yo tenía 15 años, a practicar rugby pero también nos daban azadas para sacar espinillos”.  Pasetti debutó en primera a los 16 años, y a los 18 dejó de jugar, hasta que regresó a los 30, etapa que se prolongó hasta los 37. Hoy tiene 42 años. “Cuando volví al club a los 30 el predio ya estaba mucho mejor, y ya había hockey femenino”, agrega.

Carpinchos tiene 260 personas que pagan la cuota social de 100 pesos, pero por ese monto se hace socio todo el grupo familiar, por lo que la gente que pertenece al club es mucho más grande. “Tuvimos etapas de más de 300 socios y otras de menos de 70. Igual, ahora estamos en crecimiento”, dice Pasetti.

  Rivero, que jugó hasta el año pasado, y ahora entrena a la primera junto a Lischinsky, afirma: “Nos falta gente, siempre solemos ser los mismos haciendo de todo”. Tienen unos 40 chicos en infantiles, una cantidad parecida en juveniles y casi la misma en el plantel superior.  Rivero, de 37 año, es entrenador, dirigente y árbitro. Por su parte, Lischinsky cuenta que nació en Corrientes, se fue a vivir a Buenos Aires, luego a Santa Fe, después a Neuquén, siguió hasta La Plata, regresó a esa provincia patagónica, donde jugó en el Neuquén Rugby, y ahí sí, recaló en Gualeguaychú. “Cuando llegué a la ciudad me acerqué para dar una mano en lo que hiciera falta, hacer el fuego del asado, cualquier cosa, Y así terminé participando y jugando y ahora entreno, desde este año”, dice, y cuenta que en muchos partidos del campeonato provincial abundan las interrupciones en el juego por falta de destrezas o infracciones. Rivero añade: “Además, muchos jugadores desconocen el reglamento y cometen muchas infracciones”.

   Los partidos, sin embargo, no suelen ser ásperos. “Son partidos normales”, cuenta Eduardo Bartolini, hooker, y uno de los más callados, esta noche de luna gris en Carpinchos.  El club organizó durante muchos años un Seven, que atraía a muchos jugadores de todo el país; y también recibieron en el predio de Parque Unzué a veteranos de Los Pumas, con los que jugaron un partido, e hicieron otro amistoso contra el seleccionado argentino de rugby de sordos. Esa vez, en el tercer tiempo, mientras disfrutaban de buenas porciones de carne y achuras, Rivero rememora: “Ya estaba por terminar el tercer tiempo, de Carpinchos quedaba yo y algunos más, y los sordos, todos calladitos. Y de golpe uno de ellos al lado mío salta y grita: ¡Pero qué buen asadooo!..y ahí me cagué todo.  ‘¿¿¿Pero vos hablás, entonces’???  Claro, yo estoy acompañando al entrenador (risas).
   También fueron a la cárcel de Campana a jugar un amistoso con el equipo formado por detenidos de la Unidad 41, a fines de 2012. Otarán, como abogado, señala: “En la medida en que ellos tienen un deporte, para jugar, pueden olvidar en alguna medida el encierro, y el juego, lo lúdico, da alegría a la vida, se olvidan las penas. Felicito a la gente de ese proyecto”. Pasetti hace memoria y dice: “Había uno de ellos que jugaba muy bien, y le comento a un compañero nuestro: ‘Fijate el 7, hay que ubicarlo cuando salga, juega muy bien’. Y me escucha un milico de ahí, de la cárcel, y dice: “Olvidate, ese tiene para 17 años más acá adentro” (risas).

  Los dirigentes de Carpinchos cuentan que la cuota es accesible, pero lo que encarece jugar al rugby en la zona es pagar los viajes. “Y, hay que calcularle que gastás, entre todo, unos 1500 pesos por mes, porque hay que viajar cada 15 días o a Paraná, o a Concordia o a Concepción del Uruguay, más pagar la ropa, la comida. Y encima jugás los domingos, con lo cual de visitante capaz te vas a la seis de la tarde y llegás a tu ciudad a medianoche y al día siguiente tenés que ir a laburar”, afirma Pasetti.

  Hablando de medianoche, esa hora empieza a acercarse en el Carpinchos Rugby. “No te preocupes que acá nadie trabaja”, dice Lischinsky, el odontólogo y entrenador. Bromas aparte, la reunión comienza a terminar, y en pocos minutos la mesa queda limpia, las luces se apagan, las torres de iluminación de la cancha también, y los autos que pastaban en el estacionamiento cobran vida y salen para cruzar el puente que atraviesa el Río Gualeguaychú y que los llevará a sus casas. El presidente se queda hasta el final y cierra él mismo el portón de entrada….

miércoles, 25 de febrero de 2015

Welcome to San Telmo reggae

  “Si digo que te levantes /es porque creo y siento en tu reacción/Y es que sentado en ese lugar no te puede ver nadie”, dice Nonpalidece en “Tu presencia”, canción que puede inspirar a Xoana Sosa a seguir adelante cuando un tackle la lleva al césped. “Nonpa” es una de las bandas favoritas de esta jugadora de rugby de Sociedad Italiana de Tiro al Segno (SITAS), club ubicado en El Palomar, que trabaja de empleada administrativa en el Ministerio de Economía de la Nación y que estudió unos años Ciencias de la Comunicación en la UBA.

  “Dejé Comunicación porque se me complicaba para entrenar. Pero me encantaba la onda de la facultad, hice todo el CBC en Puán, también un ambiente muy bohemio y de mucha militancia, yo estaba fascinada. Cuando estudiaba Ciencias de la Comunicación en la sede de Parque Centenario también disfrutaba mucho; me gustaban los talleres de Expresión, cursé y aprobé los tres niveles. Y Semiótica me encantaba, nunca volvés a ser el mismo una vez que la estudiás”(risas), cuenta Xoana, capitana de SITAS y jugadora por muchos años del seleccionado argentino de rugby para mujeres.  Ella tiene 27 años, vive en San Telmo y viaja tres veces por semana a El Palomar, para entrenarse junto a sus compañeras.

  “Quiero volver a estudiar en la UBA, pero no sé si Comunicación; capaz me meto en Antropología, Sociología o Trabajo Social, no lo definí”, reflexiona. Cuando cursaba en la Facultad, no solía ser frecuente hablar con otros compañeros de deporte. “No había muchas chicas que hicieran deporte; capaz algunas hacían hockey, con ellas hablabas de que por los entrenamientos no podés reunirte a estudiar, o de alguna lesión. Igual, me encantaba lo heterogéneo del ambiente, todo el mundo tenía la mejor, no podría haber estado en un lugar donde todo era deporte y nada más”, añade.  También algunos les señalaban, desde el prejuicio, que el rugby era elitista. “Estaba en algunos eso, pero en mi casi y en muchos otros, sobre todo en rugby jugado por mujeres, nada que ver. Yo todos los gastos me los pago, no tengo a nadie que me banque. Yo soy una laburante”.

  Claro que las diferencias socioeconómicas que existen por fuera del deporte, repercuten dentro de él.  “Y, a un chico de Alumni ya desde los 3 les dan una pelota de rugby, a los 18 ya tiene todas unas destrezas que una chica no. A lo mejor ese chico estudiará en la UCA, los padres le exigirán que estudie pero no necesariamente que trabaje, ahí hay otro poder adquisitivo. Ese chico tendrá acceso más rápido a un auto, y todas esas cosas”, dice.

  La familia de Xoana no tenía nada que ver con el rugby. Ya de chica, cuando tenía 11 años, les había pedido a sus padres que la llevaran a jugar ese deporte a algún club. Ellos se negaron y esperó a ser mayor de edad para empezar a practicarlo. Primero recaló en Gimnasia y Esgrima de Ituzaingó (GEI), uno de los clubes pioneros en el rugby para mujeres, y al tiempo, junto a otras jugadoras, buscó otros rumbos y se fue a SITAS, club de la colectividad italiana que tiene muchos otros deportes. En la foto, ella aparece con la remera de esa institución.
 “Sitas nos abrió las puertas desde un primer momento, nos brindaron todo. Ellos querían tener rugby para mujeres y nosotras ya éramos un grupo. Y siempre nos sentimos muy cómodas en el club. Ni bien hablamos con la Subcomisión de Rugby, nos pusieron un entrenador. Y con los chicos de las categorías juveniles y con los del plantel superior está todo bien”, destaca. Inclusive la parte física de los entrenamientos semanales la realizan junto con los jugadores de divisiones inferiores. “Los chicos entrenan con nosotros, entonces ya van viendo como algo natural ver a una mujer tacklear, o dar un buen pase. El machismo es algo cultural”, agrega.
  Xoana, una de las mejores jugadoras del torneo de rugby de Buenos Aires, asegura que en Argentina “hay mucho machismo y el ambiente del rugby es todavía más machista. De los clubes de Primera solamente La Plata tiene rugby para mujeres. En SITAS, los chicos de juveniles ya tienen incorporados vernos entrenar y jugar, ya ven de otra manera el rol de la mujer”.  El club donde juega Xoana es uno de los más sólidos del campeonato, y el año pasado terminó tercero, detrás del campeón Centro Naval y de La Plata.  “Veníamos siendo pocas chicas, 8 o 9, hasta llegamos a jugar partidos con 6, pero ahora somos entre 15 y 18 entrenando, un muy buen número”, agrega, con miras al comienzo del campeonato de Buenos Aires, previsto para el 12 de abril. Cabe aclarar que el torneo se juega en versión seven, no con quince jugadores como en el rugby de hombres.

  Sosa fue convocada para la selección argentina entre 2008 y 2014, y jugó torneos en Estados Unidos, Chile y Uruguay, entre otros lados, defendiendo los colores de Argentina.  “Con las uruguayas y con las chilenas, especialmente, salen partidos muy aguerridos, duros, pero después del partido, en el tercer tiempo, está todo bien”, cuenta. A nivel de América del Sur, el seleccionado argentino está detrás del brasileño.

  “Hay cosas culturales. En Argentina a las chicas nos educan para ser pasivas, y a los nenes para que sean más activos. O mismo en el gimnasio, cuando voy a entrenar y le pido la mancuerna de 10 kilos a un chico, se me queda mirando como diciendo: ‘¿Para qué la querés’”, explica. También sorprende a sus vecinos de San Telmo con los cambios de look, que alternan entre ropa muy deportiva para ir a entrenar  y pollera con tacos altos, con pocas horas de diferencia.

  Sus compañeras en SITAS tiene ocupaciones diferentes: hay dos profesoras de Educación Física, una chica que trabaja en una heladería, otra que está en la Marina, otra cuida personas mayores y así. Dice no temer a los golpes propios del juego. “Yo si me tacklean fuerte sigo; si algo me dolió, que no se note. En todos los partidos siento mucha adrenalina, me pongo nerviosa de querer jugar, nunca sentí miedo ante la posibilidad de un golpe o una lesión. A veces hay mitos; hay chicas que tacklean un montón, y hombres que no lo hacen. He visto la garra que le ponen las chicas de Ezeiza Rugby o de Atlético San Andrés, ¿qué sabemos si los hombres de esos equipos tacklean  más que ellas?”.


   “A veces me preguntan qué piensa mi novio de que juego al rugby. Por suerte vos no me preguntaste eso (risas). ¿Me preguntarían qué piensa mi novio que trabaje de empleada administrativa? Así que no me importa qué piense mi novio, ya me conoció jugando”, remarca.  Tiene hechos tres dreadlocks en su pelo, aparte de Nonpalidece escucha a los portorriqueños de Cultura Profética y por estos días vuelve fundida de la pretemporada exigente con su equipo. Xoana concluye: “La pretemporada genera amor/odio, a veces estás contenta por haberla resistido y a veces pienso por qué llego a medianoche a mi casa, cansada y muerta de hambre. Como todas las pasiones, somos esclavas de ellas.” 

domingo, 14 de diciembre de 2014

El secreto de sus ojos

  Este vagón del Mitre parece que tuviera como destino Villa Gesell o Pinamar; muchas parejitas, ellas con musculosas y shorts con tela de jean, ellos con remeras y cargando equipos de mate. Los que viajan solos también apenas pasan los 20 años, como la chica de labios pintados de rojo intenso que contrastan con la blancura de su piel, o el chico de rastas que teclea frenético su celular. Este convoy es cómodo, con aire acondicionado, carteles indicadores que funcionan y asientos en estado perfecto. ¿Tendrán el mismo servicio las personas que viajan a Quilmes en el Roca, o a González Catán en el Belgrano Sur? Por lo pronto, mientras a los costados de las vías crecen las violetas en flor y se ven paredes con pintadas que dicen “Defe Campeón”, el tren sale de Capital y se mete en las estaciones de Vicente López, Olivos, La Lucila, Beccar, Martínez. Y nadie baja. Recién los primeros que descienden lo hacen en San Isidro.  El resto se presume que seguirá viaje para pasar el domingo por Tigre o alrededores.  Pero yo bajo en territorio sanisidrense.

   Las calles están silenciosas como los parquímetros que están sembrados por todo el centro de la ciudad. A las pocas cuadras de la estación, está una de las entradas del Club Atlético San Isidro (CASI), fundado en 1902 y símbolo deportivo de la zona, en general, y del rugby, en particular. Se ven grupitos de chicas ir y venir, el clima no parece el de un clásico CASI-SIC. Mientras  el 168, siempre vestido de rojo, azul y negro, lleva a sus pasajeros de regreso a Capital, tomo la calle Martín Fierro  y después Labaradén, que desemboca en una rotonda. Otra vuelta más, ya por la calle Juan Cruz Varela, y llego a la entrada a la cancha, en donde hay 150 metros de cola, formada por, sobre todo, chicas de entre 15 y 20 años, aunque también hay padres, madres  y algunos varones jóvenes.  Es el comienzo de la jornada que la ong Audela, que lucha porque la sociedad se concientice acerca de las necesidades y derechos de las personas con discapacidad, realiza en el CASI.

   A los pocos metros de ingresar al club, uno se topa con el “Gallito Ciego Móvil”: un container negro, en donde la ong difunde la experiencia de comer a oscuras, con platos elaborados por personas ciegas o con una disminución importante en la vista.  Más allá de ser algo semejante a lo que vive alguien que no tiene visión,  quizá lo significativo sea poner de relieve la importancia de generar puestos de trabajo para todos, porque quien tiene una discapacidad está en muchas peores condiciones para que le den una posibilidad laboral. Más de 100 personas, en su mayoría chicas, esperan su turno para ingresar al móvil.  

   ¿A qué se debe tanta presencia de nenas y no tan nenas? A que uno de los platos fuertes será un desafío de hockey sobre césped entre algunos Pumas versus jugadoras del seleccionado femenino “Las Leonas”. Por eso se ven chicas con los colores de sus clubes: se ven jugadoras de Laferrere, Olivos, Defensores de Gaboto, Liceo Naval, San Albano, Liceo Militar, Náutico Hacoaj. La simbiosis entre rugby y hockey sobre césped es muy fuerte, y el estadio del CASI representa esa combinación.
El predomino de mujeres quizá explique que en los puestos de comida y se vendan ensaladas de frutas y chocolates. Aunque hay, claro, espacio para los choripanes. Las jugadoras de hockey del CASI recorren las instalaciones para ofrecer rifas para Audela, con el premio de una remera de Las Leonas, otra de Los Pumas, ropa deportiva, pelotas de rugby y palos.

     Audela realiza charlas de sensibilización para fomentar la integración de las personas con discapacidad tanto en escuelas como en empresas. Y además, lleva adelante el “Gallito Ciego Móvil”, verdadero restorán ambulante gestionado por no videntes. Desde 2010, realiza para diciembre el desafío en hockey entre Leonas y Pumas.

   Por todas las canchas del CASI se realizan clínicas básicas para practicar destrezas en hockey y rugby, a cargo de jugadoras y jugadores de los seleccionados argentinos. Esta vez, el hockey domina: cada vez que la conductora del acto pregunta a la multitud quién quiere que gane el Desafío, la mayoría abrumadora grita: “Las Leonassss”.  También hay agradecimientos públicos para la Municipalidad de San Isidro y  los sponsors.

  Después de las clínicas, tocan Los Bonnitos, una banda del estilo de Agapornis, formada por rugbiers del CASI.  Luego dijo unas palabras la directora de Audela, Mónica Espina, lo que ayuda a que no se desdibuje el perfil solidario del evento, riesgo siempre latente cuando hay deportistas muy conocidos. 

  Acto seguido, los jugadores de fútbol para ciegos de Huracán ofrecen una exhibición de ese deporte.  Seguramente es un  domingo de gloria para ellos, tanto porque pudieron mostrar lo que saben hacer ante miles de personas como porque el club de Parque Patricios volvió a Primera “A” en el fútbol profesional.

  Antes del Desafío de hockey, Sandra Mihanovich canta el Himno Nacional, que además es interpretado en lengua de señas.  Ya en plena noche, con la iluminación artificial de CASI a pleno, y miles de personas en las tres tribunas del club, se juega el partido entre Pumas y Leonas. Para los primeros participan Belisario Agulla, Felipe y Manuel Contepomi, Juan Martín Hernández (en la foto, tomada por Federico Castro Olivera, junto a una Leona), Lucas Borges, Lucas Ponce, Martín Landajo, Matías Moroni, Santiago González Iglesias, Javier Ortega Desio, Matías Vila, Bici Querejeta (estos dos últimos, jugadores de hockey).  Por las Leonas están Belén Succi, Carla Rebecchi, Cecilia Rognoni, Rosario Luchetti, Claudia Burkart, Delfina Merino, Inés Arrondo, Jorgelina Bertoni, Agustina Albertario, Jorgelina Rimoldi, Magdalena Aicega, Noel Barrionuevo, Vanina Oneto y Silvina D'Elia. El partido termina  1 a 1, pero eso es apenas un detalle.

  Las chicas del CASI, con pasión,  corretean a todo el mundo para conseguir que les compraran rifas para Audela. Quien esto escribe, al retirarse, escucha el siguiente diálogo:

-Señor, ¿no me compra una rifa para Audela?
-Es que ya compré cinco.
-¿Y si compra seis….?,, dice, con una sonrisa.