domingo, 14 de diciembre de 2014

El secreto de sus ojos

  Este vagón del Mitre parece que tuviera como destino Villa Gesell o Pinamar; muchas parejitas, ellas con musculosas y shorts con tela de jean, ellos con remeras y cargando equipos de mate. Los que viajan solos también apenas pasan los 20 años, como la chica de labios pintados de rojo intenso que contrastan con la blancura de su piel, o el chico de rastas que teclea frenético su celular. Este convoy es cómodo, con aire acondicionado, carteles indicadores que funcionan y asientos en estado perfecto. ¿Tendrán el mismo servicio las personas que viajan a Quilmes en el Roca, o a González Catán en el Belgrano Sur? Por lo pronto, mientras a los costados de las vías crecen las violetas en flor y se ven paredes con pintadas que dicen “Defe Campeón”, el tren sale de Capital y se mete en las estaciones de Vicente López, Olivos, La Lucila, Beccar, Martínez. Y nadie baja. Recién los primeros que descienden lo hacen en San Isidro.  El resto se presume que seguirá viaje para pasar el domingo por Tigre o alrededores.  Pero yo bajo en territorio sanisidrense.

   Las calles están silenciosas como los parquímetros que están sembrados por todo el centro de la ciudad. A las pocas cuadras de la estación, está una de las entradas del Club Atlético San Isidro (CASI), fundado en 1902 y símbolo deportivo de la zona, en general, y del rugby, en particular. Se ven grupitos de chicas ir y venir, el clima no parece el de un clásico CASI-SIC. Mientras  el 168, siempre vestido de rojo, azul y negro, lleva a sus pasajeros de regreso a Capital, tomo la calle Martín Fierro  y después Labaradén, que desemboca en una rotonda. Otra vuelta más, ya por la calle Juan Cruz Varela, y llego a la entrada a la cancha, en donde hay 150 metros de cola, formada por, sobre todo, chicas de entre 15 y 20 años, aunque también hay padres, madres  y algunos varones jóvenes.  Es el comienzo de la jornada que la ong Audela, que lucha porque la sociedad se concientice acerca de las necesidades y derechos de las personas con discapacidad, realiza en el CASI.

   A los pocos metros de ingresar al club, uno se topa con el “Gallito Ciego Móvil”: un container negro, en donde la ong difunde la experiencia de comer a oscuras, con platos elaborados por personas ciegas o con una disminución importante en la vista.  Más allá de ser algo semejante a lo que vive alguien que no tiene visión,  quizá lo significativo sea poner de relieve la importancia de generar puestos de trabajo para todos, porque quien tiene una discapacidad está en muchas peores condiciones para que le den una posibilidad laboral. Más de 100 personas, en su mayoría chicas, esperan su turno para ingresar al móvil.  

   ¿A qué se debe tanta presencia de nenas y no tan nenas? A que uno de los platos fuertes será un desafío de hockey sobre césped entre algunos Pumas versus jugadoras del seleccionado femenino “Las Leonas”. Por eso se ven chicas con los colores de sus clubes: se ven jugadoras de Laferrere, Olivos, Defensores de Gaboto, Liceo Naval, San Albano, Liceo Militar, Náutico Hacoaj. La simbiosis entre rugby y hockey sobre césped es muy fuerte, y el estadio del CASI representa esa combinación.
El predomino de mujeres quizá explique que en los puestos de comida y se vendan ensaladas de frutas y chocolates. Aunque hay, claro, espacio para los choripanes. Las jugadoras de hockey del CASI recorren las instalaciones para ofrecer rifas para Audela, con el premio de una remera de Las Leonas, otra de Los Pumas, ropa deportiva, pelotas de rugby y palos.

     Audela realiza charlas de sensibilización para fomentar la integración de las personas con discapacidad tanto en escuelas como en empresas. Y además, lleva adelante el “Gallito Ciego Móvil”, verdadero restorán ambulante gestionado por no videntes. Desde 2010, realiza para diciembre el desafío en hockey entre Leonas y Pumas.

   Por todas las canchas del CASI se realizan clínicas básicas para practicar destrezas en hockey y rugby, a cargo de jugadoras y jugadores de los seleccionados argentinos. Esta vez, el hockey domina: cada vez que la conductora del acto pregunta a la multitud quién quiere que gane el Desafío, la mayoría abrumadora grita: “Las Leonassss”.  También hay agradecimientos públicos para la Municipalidad de San Isidro y  los sponsors.

  Después de las clínicas, tocan Los Bonnitos, una banda del estilo de Agapornis, formada por rugbiers del CASI.  Luego dijo unas palabras la directora de Audela, Mónica Espina, lo que ayuda a que no se desdibuje el perfil solidario del evento, riesgo siempre latente cuando hay deportistas muy conocidos. 

  Acto seguido, los jugadores de fútbol para ciegos de Huracán ofrecen una exhibición de ese deporte.  Seguramente es un  domingo de gloria para ellos, tanto porque pudieron mostrar lo que saben hacer ante miles de personas como porque el club de Parque Patricios volvió a Primera “A” en el fútbol profesional.

  Antes del Desafío de hockey, Sandra Mihanovich canta el Himno Nacional, que además es interpretado en lengua de señas.  Ya en plena noche, con la iluminación artificial de CASI a pleno, y miles de personas en las tres tribunas del club, se juega el partido entre Pumas y Leonas. Para los primeros participan Belisario Agulla, Felipe y Manuel Contepomi, Juan Martín Hernández (en la foto, tomada por Federico Castro Olivera, junto a una Leona), Lucas Borges, Lucas Ponce, Martín Landajo, Matías Moroni, Santiago González Iglesias, Javier Ortega Desio, Matías Vila, Bici Querejeta (estos dos últimos, jugadores de hockey).  Por las Leonas están Belén Succi, Carla Rebecchi, Cecilia Rognoni, Rosario Luchetti, Claudia Burkart, Delfina Merino, Inés Arrondo, Jorgelina Bertoni, Agustina Albertario, Jorgelina Rimoldi, Magdalena Aicega, Noel Barrionuevo, Vanina Oneto y Silvina D'Elia. El partido termina  1 a 1, pero eso es apenas un detalle.

  Las chicas del CASI, con pasión,  corretean a todo el mundo para conseguir que les compraran rifas para Audela. Quien esto escribe, al retirarse, escucha el siguiente diálogo:

-Señor, ¿no me compra una rifa para Audela?
-Es que ya compré cinco.
-¿Y si compra seis….?,, dice, con una sonrisa.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Sarmiento y Cerati

  “Por aquí ya estuve/te largas a reír/pues con mi zoom/dame un zoom/luz, cámara y acción”. Así termina la canción “Zoom” de Soda Stéreo, cuyo video se filmó a mediados de los ’90 en el Planetario de Buenos Aires.  Y acá empieza el fútbol en Argentina, o al menos el primer partido del  que hay registros periodísticos, en junio de 1867, en lo que era el estadio del Buenos Aires Football Club, en una historia que une a ese deporte con el rugby, ya que el actual Buenos Aires Rugby & Cricket Club, “Biei”, fue la institución madre y hermana de ese primer equipo porteño de futbolistas.

   Gracias a un gran amigo y mejor persona, conocedor del mundo de los libros y jugador de Biei durante muchos años, Fernando López Llovet, supe de la existencia y pude leer “Tackle al tiempo”, de Roberto Schamun. En ese libro, el autor, socio del mismo club, recorre la larga historia de una institución pionera en tres deportes: rugby, fútbol y cricket. En este mismo terreno donde desde fines de los ’60 se levanta el Planetario Galileo Galilei, como una nave espacial olvidada por alienígenas en el medio de Palermo, rodó por primera vez una pelota de fútbol durante un partido del que hay constancia periodística. Y el rugby ya andaba metiendo la cola.

   Schamun cuenta que en las primeras décadas del siglo XIX, después de las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807, algunos residentes británicos en Buenos Aires se agrupaban, más o menos informalmente, para jugar cricket, ese deporte del que los argentinos no tenemos mucha idea y que lo asemejamos al béísbol.  En 1861 le dieron encarnadura formal  a las actividades y fundaron el Buenos Aires Cricket Club.  Después de peregrinar por distintas canchas en Palermo, se asentaron en ese barrio, en lo que hoy es la esquina de Figueroa Alcorta y Sarmiento, por esa época una zona de arroyos, pajonales y palmeras.  Muy pocos años antes, esos terrenos habían pertenecido al gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas.

    El 8 de diciembre de 1864, es decir, hace 150 años, se inauguraba oficialmente el campo de deportes del Buenos Aires con un torneo internacional de cricket.  Schamun extrajo estos datos del libro de actas 1864-1868 de ese club, que se conserva en el archivo del Buenos Aires Cricket & Rugby Club, continuador institucional de aquel. Poco después, un decreto del por entonces presidente argentino, Domingo Faustino Sarmiento, traspasaría los terrenos de Palermo al Buenos Aires y la institución lo nombraría-no era para menos-  “socio honorario”.

  Ingleses como Thomas Hogg, J. Brookes y A.Brandshaw organizaron en ese predio las primeras carreras de atletismo con reglas modernas, en Argentina, en 1866. Thomas Hogg y su hermano James crearon otro club deportivo, el Buenos Aires Athletic  Sports, con sede en la calle Florida y que usaba el campo de deportes del Buenos Aires Cricket.  El 30 de mayo de 1867, según el libro de Schamún, los hermanos Hogg organizaron en Palermo un torneo con 13 actividades diferentes, con mucho público “especialmente femenino”.  Los apellidos de los ganadores de las distintas pruebas acentúan el color inglés de los inicios del deporte organizado en Buenos Aires:  Roberts, Jacob, Cooper, Smith, Howden, Simpson, Bennet, Jackson y Perry, entre otros.

La era del fútbol

  El Buenos Aires Cricket era una especie de hermano mayor del Buenos Aires Athletic, ya que los socios de las dos entidades eran prácticamente los mismos. Siguiendo esa dinámica, el ya mencionado Thomas Hogg y otros asociados crearon un tercer club, el Buenos Aires Football Club (BAFC), con sede en la calle Temple (actual Viamonte), y que iba a utilizar el predio del Buenos Aires Cricket para sus partidos de fútbol, toda una novedad en la época.

   El primer encuentro se iba a jugar en el barrio de La Boca, pero se suspendió por mal tiempo. Y, finalmente, el 20 de junio de 1867, socios del BAFC jugaron entre sí el primer partido de fútbol del que hay registro en Argentina, ya que la crónica del mismo salió publicada al día siguiente en el diario “The Standard”. Los equipos se diferenciaron usando uno gorras rojas y otro blancas.  De acuerdo a Schamun, ganó el equipo de Thomas Hogg, el del color rojo, por 4 a 0 y ese encuentro original duró….2 horas. Víctor Raffo, un profundo conocedor de la historia del deporte en Argentina, cuenta que Thomas Hogg y Walter Heald llegaron dos horas y media antes del comienzo del encuentro, adaptaron la cancha de cricket de Palermo para el fútbol, picaron pan, queso y cerveza en el legendario Café “Hansen”, que quedaba enfrente, y esperaron a que llegara el resto de los jugadores.
La era del rugby

  Por esos años, no estaban claramente diferenciados el rugby y el fútbol, y en ocasiones se jugaba una mezcla de ambos, En la propia Inglaterra, cuna de las reglamentaciones modernas de esos dos deportes, no estaban consolidadas las diferencias. En Argentina sucedía lo mismo y en de acuerdo  a “Tackle en el tiempo”, en 1874 los socios del BAFC adoptaron definitivamente el código reglamentario del rugby cuando jugaron el primer partido bajo esas leyes en un estadio en Flores. En paralelo, el fútbol fue decayendo entre los socios de Biei y los últimos partidos de ese deporte jugado por el club llegan hasta 1881.

  Pero el Buenos Aires Football Club había iniciado otra etapa, refundado en 1866 y concentrado en el rugby, mientras también seguía con vida el Buenos Aires Cricket, el club “madre” del anterior y, de hecho, dueño de los terrenos famosos de Palermo; el 20 de junio de aquel año, en Flores, se jugó otro partido de rugby entre dos equipos del club. Y nueve días más tarde, con refuerzos del Club Ferrocarril Sud, un representativo de los palermitanos jugó en Rosario con el Athletic de esa ciudad. Durante un puñado de años, los partidos del Buenos Aires se jugaban en ese Polo Ground de Flores, que regenteaba un religioso anglicano, el Reverendo Gybson Spilbury.

  En 1891 se jugó el primer torneo porteño de rugby, y el BAFC ya lucía el color azul en la camiseta, que identifica hasta hoy a BIei. En 1893 se decide dejar el campo en Flores y seguir con el rugby en el predio-ya entonces histórico-de Palermo. A fin de 1899, a instancias del BAFC, se creó la Unión del Rugby del Río de la Plata, y Buenos Aires fue uno de los 4 clubes fundadores, junto a  Belgrano Athletic, Lomas Athletic y Atlético del Rosario. Al año siguiente, con el fin del siglo XIX, Biei salía campeón por primera vez.

  Por esos tiempos, el club alternaba entre su campo y la cancha de Talleres de Remedios de Escalada, lo que no era extraño en la época, ya que las dos entidades habían sido fundados por ingleses. En 1915, cuando la Primera Guerra Mundial ya llevaba un año, Biei comenzó a  desgranarse, al irse varios de sus jugadores de rugby a pelear del lado del ejército británico, contra la alianza formada por Alemania, Austria y Hungría. Lyle Blarr, Bladgen, Clarke, Crawford y Rogers fueron algunos de los deportistas de Biei que murieron en esa guerra. Esas pérdidas hicieron que el club durante 1918 dejara momentáneamente de jugar el torneo porteño, por escasez de jugadores. Por ese entonces, los azules de Palermo tenían 89 socios.

    Con el tiempo, Biei se pudo recomponer. Cabe aclarar que el club ganó el campeonato máximo del rugby de Buenos Aires en 1900, como queda dicho, y en 1901, 1902, 1903, 1904, 1908, 1909, 1915, 1958 y 1959. En los 40’ sucedió algo clave: un incendio destruyó casi todas las instalaciones de esa cancha en donde se había jugado el primer partido de fútbol del que hay registros en Argentina. Al ser de madera gran parte del estadio, es simple imaginar cómo las lenguas de fuego lamieron al club en pocas horas hasta dejar gran parte en cenizas. Algunos aseguraron que el incendio fue intencional, y lo atribuyen a algún sector del peronismo que gobernaba al país en ese 1948.  Nunca se pudo comprobar ese rumor. Lo cierto es que por un decreto presidencial, se le sacaron esas instalaciones a Biei. Ante el nomadismo, por fin, los dos clubes sobrevivientes, el Buenos Aires Cricket Club y el Buenos Aires Football Club se fusionaron y dieron forma al Buenos Aires Cricket & Rugby Club.

   Biei consiguió un predio en Don Torcuato, que usó muchos años; luego construyó otro en San Miguel, que llegó a alojar un estadio muy grande en donde jugaron Los Pumas en varias ocasiones. Y hace pocos años recaló en San Fernando, al lado del Virreyes Rugby Club. A nivel rugby, los azules siguen en la máxima categoría del rugby porteño, aunque no siempre cerca de la punta. Pero esa es otra historia.

  La del predio de Palermo era la principal. Y una tarde 
de primavera, con el Planetario de fondo, leo en el monolito blanco, instalado en 1934, que recuerda que allí se jugó el primer partido de fútbol en Argentina y las primeras veces de otros tantos deportes. Y fue un día como hoy, 8 de diciembre, pero hace 150 años, cuando se inauguró el predio, originalmente para jugar cricket. Ahora las estrellas del fútbol titilan en otros estadios y las otras se pueden ver en el Planetario y,cuando las nubes lo permiten, en el cielo.