viernes, 22 de abril de 2016

Fragmento del libro "Fuera de juego. Crónicas sociales en la frontera del rugby"


   
La frontera entre Colegiales y Palermo se transformó en los últimos años; de ser una especie de páramo, en donde únicamente deambulaban camiones recolectores de basura, grupitos de alumnos de colegios privados y algún paseante del Mercado de las Pulgas, se convirtió en un vivero de restoranes y bares algo pretenciosos y pasarela de diseñadores gráficos, periodistas, actores.

  En la calle Aménabar, se encuentra la redacción del semanario "Miradas al Sur", creado en 2008. En el primer piso del edificio,  un grupo de periodistas comentan noticias del día, posibles evoluciones, modos de cobertura.  La redacción incluye gente de todas edades, pero predominan, por lejos, los hombres.  Sentado en una silla junto a una mesa muy grande, un hombre alto y delgado, pelo corto algo entrecano, invita a tomar asiento y se dispone a la charla.

-En Central Buenos Aires teníamos 2 o 3 cobradores que iban timbre por timbre para cobrar las cuotas, y algunos eran los mismos jugadores del plantel superior.  Teníamos el uso del subsuelo del colegio, en donde había hasta mesas de ping pong, y accedíamos a la pileta.  Se jugaba en el predio del colegio y las reuniones se hacían en la oficina del abogado Roberto Mizrahi.

  Eduardo Anguita, periodista de una larga trayectoria, autor de libros imprescindibles como La voluntad, coescrito junto a Martín Caparrós, y Grandes hermanos, con Rubén Führman  y actual director de Miradas al Sur, jugó en Central Buenos Aires en los incandescentes comienzos de los años ’70, llevado por otros compañeros del colegio de la calle Bolívar. En esta tarde de primavera de 2014, mientras otros colegas teclean en sus máquinas o miran con la vista rígida en la computadora las noticias del día, su correo electrónico o en páginas que nada tienen que ver con el trabajo, Anguita recuerda su paso por el club y la relación del rugby con su vida política.

    Una vez que sucedió la ruptura de relaciones con las autoridades del colegio, los socios de Central abandonaron el subsuelo y el campo de deportes, para llegar, finalmente, a Florencio Varela.  Por esos tiempos,  también estaban en el Central Buenos Aires Oscar Ciarlotti y “Pancho” Provenzano (quien moriría en el ataque el cuartel de La Tablada, como se señaló antes), y con ellos Anguita pasó  a militar en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).

   Detenido en 1973, pasó 11 años en la cárcel; el 24 de julio de 1978, su madre, Matilde Vara, fue secuestrada y desaparecida por grupos de tareas de la última dictadura militar. A la mujer, de 52 años,  se la llevaron del Café Tortoni, ubicado a un puñado de cuadras del Nacional Buenos Aires. A medio metro desde donde habla Anguita, hay otro periodista de Miradas al Sur, Alberto Elizalde Leal, ex jugador de La Plata Rugby, que también estuvo en el PRT y al que también la dictadura hizo desaparecer a su madre, Delia Avilés de Elizalde.

 -El rugby, cuando lo han abrazado militantes, y lo digo por experiencia propia,  ha dado destrezas físicas para la actividad clandestina, y fomentar el arrojo y valentía. Recordemos que el “Che” Guevara pasó por varios clubes,  uno “atorrante” como Atalaya y uno cheto como el SIC, entre otros”, dice Anguita.

   En 1984, recuperó su libertad. Nunca olvidará que la primera actividad que tuvo, como liberado, fue un asado que le organizaron dos amigos y ex rugbiers de Central Buenos Aires, Omar Evequoz y Martín Orieta. Al tiempo, jugó algunos partidos para el equipo de veteranos de Central.  Cada tanto, se reúnen muchos ex jugadores y recuerdan épocas pasadas, en donde, según Anguita, “todos anotamos más tries de los que realmente hicimos y jugamos mejor de lo que realmente jugábamos”.
- Recuerdo cuando estaba preso el olor a pasto de la cancha de rugby. Extrañaba  eso y la adrenalina al entrar a jugar,  cada una de las situaciones de la cancha, aunque sea de un partido en  una cancha de mierda.  El compañerismo en la militancia es como el del rugby: vos sos el otro. En la militancia también sos el otro, arriesgando bastante más que el maxilar…