viernes, 27 de diciembre de 2013

Vidas en ascenso


   Abre la puerta de su casa del Barrio Presidente Perón, que da a la ruta 202. Mira a los costados por si viene algún auto o los morosos 371 y 203. La tarde está calma, soleada y con chicharras de fondo,  que florecen con los primeros calores. Cruza la ruta, entra en el predio del Virreyes Rugby Club, saluda al cuidador del lugar, se sienta en una silla de plástico y cuenta su historia.

  “Vivo enfrente desde que nací, hace 20 años. Vivo con mi mamá, que es empleada doméstica, y mis tres hermanos.  Mi vieja labura a full de lunes a sábado.  Mi papá está separado de ella; él es policía, del Centro de Operaciones de Tigre”, dice Jonatan David Cáceres, sentado a un costado del buffet del club donde juega al rugby desde hace 6 años.  Virreyes, que nació en 2002, como consecuencia del estallido social de esa época y con el objetivo de acercar el deporte a pibes de esa localidad y de alrededores, acaba de ascender de categoría, por primera vez, en el rugby porteño.  Y Jonatan, conocido por todos como “Collar”, es una de las figuras del equipo.

“La verdad que está muy bueno este club.  Además está a la vista lo que es”, reconoce y señala con su mano derecha las canchas bien señalizadas, el estacionamiento  y el salón de usos múltiples, que en el primer piso tiene aulas donde chicos de las categorías juveniles reciben clases particulares de apoyo escolar, una de las tantas actividades extradeportivas de la entidad. “Collar” había jugado al fútbol en un club de San Fernando, hasta que un hermano se enganchó con la pelota ovalada y arrastró a toda la familia. “Al principio mi mamá nos veía llegar los sábados a la noche golpeados o raspados, medio que se asustaba. Pero después lo fue tomando bien”, agrega.

   A través de un conocido del club, Jonatan consiguió trabajo como gestor de seguros en una empresa. Antes,  y siempre en paralelo con jugar al rugby y entrenar todos los martes y jueves por la noche, había trabajado como repositor en supermercados, como jardinero y como cadete de una tienda de zapatos de mujer.  “El laburo más cansador era el de jardinero, tenés que estar paleando todo el día bajo el sol. Llegaba a casa, me daba un baño me acostaba un rato y después iba a entrenar”, recuerda. También cursó el CBC para Ciencias Económicas. “Metí tres materias pero me desaprobaron en otras tres y eso me bajoneó y dejé, pero pienso volver”, asegura.

  Con la mayoría de los jugadores de los otros equipos de la última categoría, “Collar” tiene buena relación. “Pero jugando en juveniles contra clubes importantes tuve discusiones, para algunos éramos ‘los negritos de Virreyes’. Ahí yo era calentón, pero mis compañeros me contenían”, dice. Con el ascenso, al éxito social la institución le suma el deportivo.

  “Collar” vive en una casita de dos pisos; en la planta baja viven sus abuelos y en la superior él con sus tres hermanos varones y su madre.  Desde la ventana de la vivienda hasta la entrada del Virreyes hay 50 metros, como mucho. “Por eso, cuando falta un árbitro en partidos de juveniles, me llaman a mí para que vaya”, relata. En el mismo barrio, “La Perón”, como le dicen los vecinos, también viven otros rugbiers del club: “Chicho”, “Marta” y “Chiche”, entre otros. ¿Y qué dicen en el barrio de que jueguen al rugby? “Y, acá a una mina del barrio si le decís queriendo chapear: ‘Soy jugador de rugby’,  te dice: ‘Qué me importa” (risas).
*Nota publicada por este autor en el número de la revista Tercer Sector (www.tercersector.org.ar) que ya está en la calle.
 

 

miércoles, 11 de diciembre de 2013

¡Cielos!




  “Las palabras como la violencia /rompen el silencio/Irrumpen con estruendo/en mi pequeño mundo”, dice, originalmente en inglés, claro está, Depeche Mode en “Enjoy the silence”, joya de 1990. En el video de la canción, David Gahan interpreta a un rey que, apenas acompañado por una reposera, deambula por un paisaje de montaña, contemplando un mar de piedras y nubes. Y termina diciendo: “Disfruta el silencio”.  En enero de 2014, quien quizá esté paladeando los sonidos de las alturas sea César Padilla (en la foto, durante uno de sus viajes), junto a 4 compañeros más.  Profesor de Educación Física, Licenciado en Alto Rendimiento Deportivo, preparador físico del Club Banco Hipotecario y entrenador de las Vikingas, el equipo de rugby femenino de Gimnasia y Esgrima de Ituzaingó (GEI), César, nacido en Lomas de Zamora, piensa clavar en la altura del Aconcagua, una bandera. ¿La argentina? Puede ser, pero aparte otra; la de Rugby Inclusivo, la escuela para chicos con síndrome de down que funciona todos los sábados en Banco Hipotecario, en Villa Celina. “El Aconcagua es para todo aquel que se esfuerce, tenga valores muy altos y sea capaz de trabajar en equipo… y el rugby es un deporte para todos y reúne las mismas virtudes”, dice Padilla.

  Después de un paso fugaz por el deporte de la ovalada cuando era estudiante, él comenzó a acercarse a la preparación física y la docencia del rugby. Desde hace 10 años, trabaja en Banco Hipotecario, y en 2014 será coordinador de la preparación física de los planteles del club. Además, durante 2013 condujo a las Vikingas, que salieron campeonas del torneo femenino de la URBA, por primera vez en su historia. Y, en paralelo, también se acercó a las montañas.  “Una de mis actividades preferidas, aparte del rugby, el atletismo y otros deportes, es la alta montaña. El año pasado hicimos una bastante difícil, el volcán Llullailaco, en Salta, y este año queríamos una más difícil: el Aconcagua”. Para la aventura a la montaña mendocina, techo de América del Sur, subirá con otros 4 montañistas.

  “El año pasado colaboré con una ONG que hace campaña por el cuidado del agua. Me parece bueno colaborar con alguien, ya que estas actividades tienen mucha exposición. Y pensé en Rugby Inclusivo porque están en mi club, Hipotecario. Les planteé la idea de llevar su mensaje y una bandera a la cima, se coparon y estamos trabajando en eso. En sí, el objetivo es alcanzar la cumbre más alta de América, como algo personal, algo que me ayuda a crecer, y si ese evento puede ayudar a alguien,  sumémoslo””, dice.

-¿A nivel personal  qué te lleva a exponerte a ese ascenso?

-  Amo el deporte…en el atletismo de fondo buscás ir cada vez más lejos e ir más rápido, y en alta montaña, buscás algo que  supere lo anterior. Y la raíz de eso es desafiarse uno mismo.  El Aconcagua presenta muchísimas dificultades, para alguien preparado es muy desafiante.

  Una persona nacida en Lomas, sin parientes con la práctica intensiva de algún deporte o del trekking, planea trepar una montaña de 7 mil metros, junto a otros 4 hombres.  ¿Locura? “Es un encuentro y un desafío a la naturaleza. La relación con las montañas no la aprendí en ningún lugar, hice muchos campamentos y travesías, y cuando pasaban los años y crecían las dificultades, querés seguir”.  Él ha hecho caminatas, subidas y ascensos a montañas de Salta, Córdoba y Río Negro.  “El año pasado, hicimos el Llullailaco, el volcán en donde encontraron hace unos años momias incas. Era complicado, porque es un lugar sin infraestructura. Llegué hasta los 6200 metros y la cumbre estaba en los 6500 metros, pero por frío en los pies, no pude seguir”.

    Para llevar el mensaje de Rugby Inclusivo hasta la punta del Aconcagua, hay gastos de todo tipo. Sin embargo, César cuenta que tiene la mayor parte del presupuesto cubierta por sponsors.  Él y otros montañista de Buenos Aires salen de la Capital el 2 de enero, y se encuentran con los demás, que vienen de Salta, en la ciudad mendocina de San Rafael. Ahí comprarán y alquilarán las últimas cosas, y el 4 parten hacia Los Horcones. Los primeros días subirán y bajarán, para ir aclimatándose. El último campamento se llama “Berlín”, y de ahí atacarán la cumbre. La idea es intentar llegar el 13.

  “La cabeza tiene que prepararse….nos vamos a agarrar mareos, vómitos, insolaciones, hipotermia…pero la experiencia hace que uno llegue mejor. Ah, en los primeros campamentos, la temperatura está entre los 0 y los 15 grados, pero más arriba puede llegar a 30 grados bajo cero. Somos 5 varones, todos estaremos en una carpa de 3 personas. Va  a ser divertido”,  dice.

  Si prepararse en una pretemporada de rugby es duro, para subir una montaña el esfuerzo parece mayor. “Entrenamos 4 veces por semana, yo hace poco corrí los 42 kilómetros de la maratón de Mar del Plata, una prueba muy dura por el calor y las pendientes, la elegí para trabajar la templanza. Terminé destruido”, cuenta Padilla. ¿Y cómo recrear la situación de montaña en una zona llana como el Gran Buenos Aires? “Y, lo más similar es en una pileta, donde hacemos ejercicios para esforzarnos en contener el aire. Después el resto es mucho gimnasio y correr mucho”, agrega.

  Esfuerzos, ejercitar, entrenar. Y  él también entrena a las Vikingas. “Trabajé en rugby femenino por el placer de hacerlo. Espero seguir en Gei, veré mis tiempos. Yo venía de terminar la licenciatura en Alto Rendimiento Deportivo, y quería trabajar en grupo para desarrollar buenos equipos. En Hipotecario manejo grupos muy grandes, en femenino son 15 jugadoras, uno puede abarcar más. El desafío fue tomar un grupo de jugadores y volverlas un equipo”, cuenta, y afirma ue las Vikingas mejoraron “en lo actitudinal y en la disciplina”.

  Entre los manchones de nieve y las rocas, estará representado Rugby Inclusivo y sus valores. “Bueno, el rugby transmite valores de forma inmediata, porque un chico gordo y otro petiso son bien recibidos, en otros deportes, si no tenés habilidad”, remata César. Desde distintas zonas de Capital y Gran Buenos Aires, además de los familiares de César y sus compañeros, también estarán haciendo fuerza los chicos de la escuelita de los sábados de Rugby Inclusivo, como Lautaro, Tomás, Joaquín, Catalina, Nahiara, Enzo, Richard y muchos  más.  Como cierra la canción Depeche Mode, tanto ahora como en el Aconcagua: “Enjoy the silence”.