miércoles, 11 de julio de 2012

Oro

     Las Olimpíadas están a la vuelta de la esquina, y, como cada cuatro años, los medios, que sistemáticamente ignoran a casi todos los deportes menos al fútbol, básquet, tenis y poco más, esta vez sí se ocuparán de distintas disciplinas, empapados también con la ilusión de que alguna judoca o algún ciclista aporte una medalla para el país. En Rio de Janeiro 2016 volverá el rugby a los Juegos, en modalidad seven, y veremos qué sucede con Argentina.
   Hace 60 años, dos remeros, Eduardo Guerrero y Tranquilo Capozzo, ganaron para nuestro país la medalla de oro en remo en los Juegos Olímpicos de Helsinki. Precisamente Guerrero, al año siguiente de ese triunfo, comenzó a jugar al rugby en Deportiva Francesa, club con el que fue de gira a Europa en 1954 y del que luego fue entrenador. Remero, rugbier y...luchador de catch junto a Martín Karadagián, en el suculento libro de Daniel Roncoli El Gran Martín, aparece la siguiente historia protagonizada por Eduardo, que combina playas de Olivos, Deportiva Francesa, rings, vestuarios...:

   "Teníamos una troupe de amigos, para divertirnos, con algunos de los muchachos que estaban en el Luna Park. Era una troupe que funcionaba a espaldas de Martín (Karadagián). La llamábamos 'La troupe del Burro'. Nos encantaba ir a clubes, toda la ceremonia del viaje, vivíamos inmumerables anécdotas. Casi no ganábamos nada. Los líderes eran el primer Barba Roja, Alejandro Pirotta, que era un personaje. Él era un nene bien, de una familia bastante acomodada, un cajetilla que quería hacerse el ruso, que no hablaba bien el castellano, y era un jodón de novela. Tenía esa barba, esa contextura, ese cuello, y parecía una bestia. El otro era Luisito Gorrini, que era una figuria de la troupe de Martín. Éramos amigos del río, en Olivos. Ellos siempre cerraban el espectáculo yo aparecía como 'Guerrero' o 'El Guerrero', y hacía de bueno. Luchaba con el Porrudo Caruso, que era un tipo muy fuerte y me hacía pegar cada golpazo de novela, porque vos te entregabas y él no te iba: le tirabas un tackle y se corría. No te amortiguaba.
 
    Una vez, como yo iba mucho a Ramos Mejía porque con mi equipo de rugby, Deportiva Francesa, jugábamos ahí, en la cancha de la Ferretería Francesa, aparezco por los camarines y veo que todos empiezan a gritar, Karadagián especialmente: ¡¡Chevalier!, ¡Chevalier!". Yo miraba para atrás y no había nadie hasta que me guiñan el ojo y me avivo y voy hacia ellos. Martín me dijo por lo bajo: 'Te hago pasar por Chevalier, que hoy faltó y si falta alguno del programa de lucha no nos pagan. Hacete el gil'. Me hice el disimulado y una vez que los directivos del club nos dejaron solos en los camarines, me advirtió que Tenenbaum, que hacía de Chevalier, no podía llegar. 'Quedate tranquilo-me aclaró-, vos no te preocupés, yo te llevo'. Él ignoraba que yo sabía de catch y que luchaba en una troupe con muchachos que trabajaban para él, así que en el ring me empezó a dirigir para un lado y para otro hasta que yo le digo: '¡Dejáme!', y le hago tres o cuatro tomas y una patada voladora. Él se sorprendió y se puso contento. En un momento empiezo a cobrar y él a pelearse con el público hasta que de prontom enfurecido, me tira fuera del ring. Yo caí muy aparatosamente y desplomado, al pasar entre las cuerdas, y me di cuenta de que él pensó que me había golpeado mal. Hizo señas a un colaborador para que me asista y se fue haciendo grupo hacia los camarines, peleándose con la gente. Pero yo no tenía nada, estaba haciendo camelo. Así que subí al ring y empecé a buscarlo por un lado, por el otro. Hasta que le hago caso a la gente que bramaba y me voy corriendo para los vestuarios. Ahí la seguimos, empezamos a golpear con las palmas los armarios y de afuera pensaban que nos estábamos matando. Salió bastante linda la cosa y él quedó conforme.

  Y empezó a hincharme para que me sume a la troupe pero yo no quise saber nada. Él era muy vivo, muy astuto, muy piola; quería promocionarme, levantarme bien, el asunto de la medalla olímpica, para después romperme todo. Yo le dije que ni loco. Si quería, aunque me comiera crudo, le aceptaba un desafío, los dos en el ring, pero para nosotros, por amor al arte. Lo gracioso fue que al otro día del espectáculo me tocó jugar al rugby en Ramos Mejía y muchos de los chicos que habían ido al club a ver catch me empezaron a gritar: '¡Chevalier!, ¡Chevalier'. Y yo diciéndoles: 'Qué Chevalier ni Chevalier, yo no soy Chevalier...será un tipo parecido a mí."