miércoles, 14 de octubre de 2015
Fuera de juego
*Un ex luchador de Titanes en el Ring que da clases de tango
*Un ex militar israelí que vive en Florida
*Un gasista de Bolivia que vive en la Villa 31
*Un museólogo que fue policía y tiene un hermano desaparecido.
*Una dueña de un bazar en San Antonio de Padua
*Una locutora de una fm de San Fernando, madre de 9 hijos.
*Un estudiante de Abogacía en Mendoza, que se traslada en silla de ruedas.
*Un zarateño detenido en la cárcel de Campana.
Y muchos personajes más, dan forma a "Fuera de juego. Crónicas sociales en la frontera del rugby"....
domingo, 9 de agosto de 2015
El pasado es otro país
Hace 50 años, los
jugadores de la selección argentina de rugby, después de un viaje interminable
en aviones “lecheros”, que paraban en Senegal,Liberia, Nigeria y Congo, se convirtieron en “Los Pumas”, cuando los periodistas sudafricanos
transformaron el yaguareté del logo del equipo en aquel animal. Cuenta Jorge
Búsico, en su excelente, imprescindible y bien documentado “El rugido.
Sudáfrica 1965. El nacimiento de Los Pumas”(publicado por Club House) cómo la delegación apenas tuvo 25
jugadores, 3 entrenadores y un solo dirigente. También, que el traje oficial
para la gira se lo tuvieron que costear los jugadores, aunque con un descuento
conseguido por la Unión Argentina de Rugby en una sastrería. Como dice la
escritora Alma Guillermoprieto, “el pasado es otro país”, y, por lo tanto,
visitemos de la mano de Búsico aquellos recuerdos.
Con los ecos de la
victoria nacional ante los Springboks, por 37 a 25, vale la pena repasar
aquella semilla, tan bien recreada por el autor de “El rugido” en su libro.
Búsico, periodista deportivo experimentadísimo, y creador del necesario y
masivo blog denominado “periodismo rugby”, recuerda los lazos rugbísticos entre argentinos
y sudafricanos, que incluyen a un jugador del otro continente, Fairy Heatlie, que se radicó en Argentina y que en 1910 llegó
a jugar un partido par aun combinado argentino, y que en 1932, la selección
nacional debutó con una camisera celeste y blanca a rayas, en un partido jugado
en la cancha de Ferro ante los Juniors Springboks, un equipo “B” pero muy
poderoso para la época. Ese mismo combinado visitaría Argentina en 1959, en
donde jugaría varios partidos, hoy impensados, como ante Deportiva Francesa,
Buenos Aires Cricket & Rugby Club y Olivos, entre otros.
Los avatares de la época, en donde el rugby en Argentina era
absolutamente amateur, hacían que los jugadores seleccionados tenían que pedir
permiso en sus trabajos para ausentarse dos meses, con motivo de la gira, que
incluía muchos partidos. Uno de aquellos deportistas, Guillermo McCormick,
estuvo solo un mes con el equipo porque en el trabajo no le autorizaban más
días. Ni hablar de cobrar por jugar. Roberto Cazenave, del SIC, recuerda: “Yo
no llevé nada. No tenía un mango”. Una vez en el continente africano, las
autoridades deportivas locales les acercaban mensualmente a los jugadores un
viático mínimo. El seleccionado, en tanto, estaba conformado por jugadores de distintas
procedencias, y, algo no frecuente hasta entonces, había de Duendes, de
Rosario, de Pucará, de Burzaco , uno de Universitario de Córdoba, uno de San
Martín, otro de San Fernando, otro de Los Tilos. Ser parte del mejor combinado
argentino ya no era un patrimonio exclusivo de los clubes tradicionales.
Por otra parte,
otro acierto de Búsico es contar cómo las autoridades sudafricanas trataban de
estrechar lazos puntuales con algunos países, porque con el correr de la
segunda mitad del siglo XX, sus seleccionados iban siendo dejados de lado de
las competencias internacionales, como boicot al régimen racista de ese país,
aliado histórico de Gran Bretaña y Estados Unidos. Bajo el “apartheid”, tal
como que se denominaba a esa forma de gobierno, los blancos concentraban todo
el poder, y la población negra, que era la mayoría en el país, no podía
gobernar y tenía todo tipo de restricciones económicas, sociales y culturales. Por
esos años, Nelson Mandela era encarcelado, como líder del Congreso Nacional
Africano (CNA), un movimiento popular opuesto al gobierno basado en criterios
raciales de los afrikaaners.
“El rugido” describe
cómo durante la gira, las personas negras que osaban ir a ver los partidos de
rugby tenían que amontonarse en un rincón de la cancha, rodeados de alambrados
de púa, mientras que las plateas eran para los blancos. Obviamente, los
sudafricanos negros deseaban que Argentina le ganara a la selección de su país,
que por esas épocas representaba, en la práctica, solamente a la población que
descendía de los colonizadores holandeses, ingleses, franceses y alemanes. “Please,
master, win tomorrow”, recuerda en el libro el Puma Adolfo Etchegaray, que le
decían los habitantes originales del país.
Así llegó el día, en el que, como se sabe, los
flamantes Pumas derrotaron a Juniors Springboks 11 a 6 y se metieron en la
agenda internacional del rugby. Nicanor González del Solar, Marcelo Pascual,
Ronald Foster, Luis García Yáñez, Héctor
“Pochola” Silva y Arturo Rodríguez Jurado fueron algunos de los que lograron
ese éxito. Era la primera victoria en el exterior ante un rival de peso,
inclusive, en los papeles, muy superior. Cuando regresaron al país, 4 mil personas
recibieron a la delegación en Ezeiza, y El
Gráfico, Clarín, Gente, Crónica y el desaparecido diario El Mundo, aparte de La Nación,
La Prensa y La Razón, cubrieron con holgura la llegada.
Otro acierto del
libro es colocar datos contextuales para entender qué pasaba en Argentina y en
el mundo, en el medio de esa gira. Así, se recuerda la lucha por los derechos
civiles de las personas negras en Estados Unidos, el plan de estrangulamiento
económico en Argentina, diseñado por Álvaro Alsogaray, las huelgas de cañeros y
metalúrgicos en el país, el golpe
militar que dio Juan Carlos Onganía y demás. Por último, el volumen contiene
varias fotos de la gira y de programas de los partidos (seguramente acopiados
por Guillermo Illia, uno de los Pumas del ’65) y un completo anexo con
minibiografías de todos los participantes de esa gira histórica, además de los
resúmenes de todos los encuentros. La investigación documental estuvo a cargo de Oscar Barnade y Víctor Raffo y la producción periodística, de Sergio Renna. En síntesis, un gran viaje al otro país que
es el pasado, y que se conecta con este presente.
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miércoles, 5 de agosto de 2015
Buscadores de oro
Este espacio hoy es para Santiago Caviglia, que escribió una
interesante nota sobre la selección argentina de quad rugby, que viaja a Canadá
para disputar los Juegos Parapamericanos en Toronto. El artículo fue publicado
en Anccom, la agencia de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA y
la foto es de Laura Pasotti. Todo muy recomendable...
El quad rugby llegó a la Argentina en 2005, luego de una
clínica realizada por jugadores de EE.UU en el partido bonaerense de Ezeiza.
Este deporte, nacido en Canadá a fines de los ´70 y originalmente llamado “murderball” (balón
asesino), es practicado tanto por hombres como mujeres que tienen distintos
grados de cuadriplejia. En nuestro país son cuatro los equipos que lo juegan y
en ellos se formaron los jugadores del seleccionado que del 7 al 15 de este mes
intentarán acceder al podio en la máxima competencia continental para atletas
con discapacidad.
Fernando Cañumil es jugador del club Tigre y también del
equipo nacional. “Yo era buzo de prefectura y me accidenté rescatando a unos
pibes que se estaban ahogando el 24 de diciembre de 2002”, cuenta. Muchos de
quienes practican este deporte no habían tenido contacto con el rugby antes de
sus lesiones. “Luego de rehabilitarme, conocí este juego en 2008 a través de un
vecino que era cuadripléjico y lo practicaba. Y ya al año siguiente participé
en mi primer torneo con el seleccionado”, agrega Fernando, que fue uno de los
creadores de Tigre, nacido en 2009. Hasta entonces, había solo un equipo de
quad rugby: Buitres, también de la Provincia de Buenos Aires. Hoy, ya existen otros dos equipos, Dogos de Córdoba y CILSA de Santa
Fe, mientras que en vías de desarrollo y
consolidación están los representativos de Mar del Plata y Tucumán.
En lo que respecta a las competencias internacionales, la
selección argentina participa oficialmente desde el año 2008. Hasta la fecha,
nuestro país ha actuado en varios torneos internacionales con muy buenos
resultados. Uno de los más destacados fue el Panamericano de Buenos Aires 2009,
que otorgaba tres plazas al Mundial de Vancouver del año siguiente. Al competir
con selecciones de mucha más experiencia y desarrollo, como las de EE.UU y Canadá,
la Argentina debió disputar la última plaza en un mano a mano contra Brasil. El
partido se disputó en el estadio del CENARD “Romero Brest”, a capacidad
colmada, con un público que nunca dejó de alentar. Argentina finalmente ganó y
se clasificó por primera vez a un mundial de esta especialidad.
Para poder jugar quad rugby, los atletas deben manifestar
alguna discapacidad que afecte tanto miembros superiores como inferiores. La
mayoría de los atletas tiene lesiones medulares, pero hay otros deportistas con una amplia variedad de
condiciones médicas. Los jugadores son clasificados según la funcionalidad en
sus cuatro miembros, y se les asigna un puntaje que va de 0.5 (la funcionalidad
más baja) a 3.5 (la más alta).
El juego es muy dinámico, con cuatro jugadores por equipo y
con cambios ilimitados. Los conceptos que más toma del rugby son dos: el golpe
(los choques) y el espíritu de equipo. Se juega en una cancha de medidas
similares a las del básquet, con un balón muy parecido en cuanto a peso y
tamaño al del vóley, en cuatro cuartos de 8 minutos cada uno. El objetivo
principal es llegar con posesión de la pelota hasta la línea de fondo del
equipo rival para anotar un punto.
La pelota debe ser picada al menos una vez mientras se
traslada y hay una determinada cantidad de segundos disponibles para cruzar la
mitad de la cancha y, luego, para anotar un punto. No se permite el contacto
físico, pero si el impacto entre las sillas de ruedas, que a diferencia de las
convencionales, son más robustas y especialmente acondicionadas para la
práctica de este deporte.
Federico Menini es rugbier convencional, juega en la primera
división del Club Manuel Belgrano y además es el director técnico de la
selección argentina de quad rugby. “Yo entré a desempeñarme en el servicio nacional
de rehabilitación, que trabaja con distintas organizaciones deportivas. Una de
ellas es la Fundación Rugby Amistad, mediante la cual pude conocer y acercarme
a los chicos del quad rugby. Al principio me acerqué por curiosidad, para saber
de qué se trataba, ayudarlos a cambiarse, a dirigir los entrenamientos, también
fui preparador físico del equipo”, explica.
Según Menini, hay grandes perspectivas del crecimiento de
este deporte en nuestro país: “Hoy hemos evolucionado bastante, incorporamos
tecnología en lo que respecta a sillas especiales que hemos traído desde
Estados Unidos gracias a la ayuda del ENARD, el Ente Nacional de Alto
Rendimiento Deportivo”.
En un futuro próximo, Menini espera que el deporte siga
creciendo y pueda consolidarse a nivel nacional con la creación de ligas
locales. En este sentido, Brasil es un modelo cercano a copiar, donde ya cuenta
con la formación de una liga local y también ha recibido un gran impulso
económico a partir de la proximidad de los próximos Juegos Olímpicos, en Río
2016.
El seleccionado argentino, que durante el año entrena tres
veces por semana en la sede del Servicio Nacional de Rehabilitación, debutará en los Parapanamericanos de Toronto
el sábado 8 contra Estados Unidos. Su
segunda presentación será el domingo 9, ante Chile. La tercera fecha será
contra Canadá, el lunes 10, mientras que el martes 11 se enfrentará ante
Brasil. La quinta y última fecha será al día siguiente, con el duelo
Argentina-Colombia. El jueves 13 se jugarán el partido por el quinto puesto y
las semifinales, mientras que el viernes 14 se disputarán el encuentro por el
tercer puesto y la final. “No es fácil que las personas con lesiones en sus
cuatro miembros quieran practicar deportes. Se trata de gente que muchas veces
se termina quedando en su casa, no sale por las barreras arquitectónicas que
hay en la ciudad”.
El seleccionado argentino, que durante el año entrena tres
veces por semana en la sede del Servicio Nacional de Rehabilitación, debutará en los Parapanamericanos de Toronto
el sábado 8 contra Estados Unidos. Su
segunda presentación será el domingo 9, ante Chile. La tercera fecha será
contra Canadá, el lunes 10, mientras que el martes 11 se enfrentará ante
Brasil. La quinta y última fecha será al día siguiente, con el duelo
Argentina-Colombia. El jueves 13 se jugarán el partido por el quinto puesto y
las semifinales, mientras que el viernes 14 se disputarán el encuentro por el
tercer puesto y la final.
domingo, 10 de mayo de 2015
Imágenes retro
Por las vueltas de
la vida y gracias a este blog, conseguí
la colección completa de la revista Test Match, verdadera “Biblia” para la
gente de rugby en los ’80. Es una de las ventajas del papel: es más fácil de
conservar y hoy tengo en mis manos todas las notas de la revista. A modo de
debut del rescate, y con el Mundial de Rugby de Inglaterra a meses vista,
extraigo datos de Test Match de los números previos al primer certamen
internacional jugado en Australia y Nueva Zelanda en 1987, en donde
Argentina no pasó de la primera ronda, sorprendida, sobre todo, por la derrota
en el primer partido ante Fiji. Así palpitamos el Mundial y recordamos el primero, que parece que sucedió en la Prehistoria.
*“El grupo entrena de manera responsable aunque sin
presiones, con esperanzas de que Los Pumas sean la revelación del campeonato que
ya empieza”, decía el periodista Alberto Sáenz en uno de los números previos, cuando Los
Pumas ya estaban instalados en Oceanía.
*El Mundial comenzaría el 22 de mayo, con el partido entre
All Blacks e Italia, que finalmente ganarían los de negro 70 a 6, y terminaría el 20 de junio, ganándole la final de Francia por 29 a 9.
*Por otro lado, en una encuesta entre distintas
personalidades del rugby argentino previo al inicio, la mayoría apostaba a que Los Pumas
llegaban tranquilamente a semifinales.
*En la encuesta a las mismas personas después de la rápida
eliminación del Mundial, casi todos los consultados calificaba la actuación
blanquiceleste de “pobre”, “baja”, “decepcionante”,
“un rotundo fracaso” y “siniestra”.
*Otros tiempos, en todo sentido: Los Pumas eran amateurs, y
además los campeonatos locales en Argentina se seguían jugando en paralelo al
Mundial.
*La televisación del Mundial iba por Canal 2, que en algunos
barrios de la Capital se veía pésimo y había que hacer malabares con las
antenas de televisión ubicadas en las terrazas para tratar de captar alguna
imagen. Pasaron 28 años pero a muchos nos parece que transcurrieron 100.
*Los relatos y comentarios por Canal 2 estaban a cargo de
Guillermo Alonso y Alberto Sáenz, y en los estudios en Buenos Aires figuraba
Luis Bavio.
*Eran tiempos sin Internet y con muy poco acceso al cable.
Por eso la revista traía datos sobre, por ejemplo, los colores de las camisetas
de los seleccionados, como se ve en la foto que ilustra este post, verdadera imagen retro.
*La revista, en la nota de cierre del Mundial, decía que el evento "puso al descubierto a todos los que han dejado de sentir la pureza del amateurismo", ya que se habían visto cómo jugadores de las potencias (Australia, Nueva Zelanda, Francia, Inglaterra), recibían "viáticos" o filmaban publicidades y ganaban plata con ello. Test Match decía que; "o nos movemos todos con las mismas reglas o cada uno se mueve por su lado". A los pocos años, las reglas claramente las instaló el profesionalismo y a nivel internacional es asumido públicamente y no está mal visto cobrar por jugar al rugby en las selecciones o en los clubes de rugby de Europa. En Argentina, a nivel clubes, sigue siendo en 2015 un tema tabú, al menos en el ámbito porteño. ¿Cambiará post Mundial?
viernes, 13 de marzo de 2015
Entre ríos de rugby
Noche cerrada en
Gualeguaychú, con calor, cantos de grillos y sapos, una luna que echa una luz
grisácea porque la cubren algunas hilachas de nubes, gritos entre los árboles
del Parque Unzué. El Carnaval se apagó
hace muy pocos días, así que los sonidos no son de comparsas, turistas
alborotados ni bailarines tapizados con lentejuelas y plumas. Cuando se pasa un portón de madera pintado de
negro, rojo y amarillo, varios autos
sobre el pasto reposan en silencio, apenas iluminados por la diluida luz de la luna. Una fila de árboles
los separa de un campo de juego.
En la cancha, unos
40 jugadores practican rucks, pases, ataques. Hay gritos que llevan órdenes de
los entrenadores y también instrucciones entre los compañeros. Las torres de iluminación laterales,
encendidas, sirven de guías y de testigos del entrenamiento de la primera
división del Carpinchos Rugby Club, el
más tradicional de ese deporte en la ciudad y con ex jugadores desparramados en
distintos lugares del país, que alguna vez pisaron este mismo pasto. Los únicos sonidos que marcan la noche son las
voces de los jugadores y los entrenadores, y el motor, cada tanto, de algún
auto que pasa por el camino que conecta a la ciudad con el balneario Ñandubaysal.
Después de algunos
minutos, los tres cuartos entrenan una mitad de la cancha, a las órdenes de
Maximiliano Rivero, dueño de un vivero y empresa de mantenimiento de jardines, y los
forwards con el otro entrenador, Mauricio Lischinsky, odontólogo y hasta el año
pasado segunda línea titular del equipo.
De un lado a otro de la cancha, da órdenes el preparador físico, Emanuel
Lapalma, que hace jiujitsu. Él comenta
que buscan incorporar algunos movimientos de esa actividad en los jugadores,
para que sepan cómo derribar al rival, mientras mira cómo los forwards
practican line y maul.
Una y otra vez,
line, maul, line y maul ( (en la foto, un momento de la noche con el entrenamiento de esa parte del juego). Lischinsky da instrucciones, a veces advierte cuando
algún jugador está haciendo penal, marca cosas para corregir. Entre los
delanteros, Eduardo Bartolini, dueño de un negocio en la ciudad, parece ser el que lleva la voz principal en
las jugadas. Terminada la parte de
práctica separada, la Primera arma un partido de práctica entre los propios
jugadores de Carpinchos. La luna sigue
gris, casi escondida, los autos se escuchan cada vez menos, los jugadores cumplen con su trabajo de entrenamiento. Dicen
que la preparación física en Carpinchos mejoró mucho el rendimiento del juego.
Al día siguiente,
en uno de los salones del club, sentados a una mesa de madera larga, papas
fritas y cerveza encima de ella, están: Lischinsky con su pequeño, Rivero, el
presidente del club Juan Pablo Pasetti, que es empleado de una farmacia, el
secretario y ex entrenador, entre otros cargos, el abogado Fabián Otarán, Bartolini
y otro directivo y fundador del club, Fulvio Livio Crespo, que también es abogado.
“Había antes del
club distintos grupos que jugaban rugby. Un grupo se reunía en Juventud Unida,
y se fueron de ese club, y dos personas, Antonio Bazán y José Taffarel, en
1982, nos fueron recolectando, yo era un gurí de 15 años. En 1983 se decide ya fundar oficialmente club”
recuerda Crespo. Y agrega: “Había menores de edad que firmaron el acta de
fundación, no sé cómo hicieron para firmarla”. Otarán complementa: “Desde los ’60
existía un equipo que se hacía llamar Carpinchos, que tenían remera blanca, pero eso antes de la fundación del
club”.
En esos años de los ’80,
Carpinchos, junto a clubes como Barbarie y Tacuara, de Concepción del Uruguay,
fundaron la Liga del Río Uruguay, que incluía equipos del país vecino, como El
Trébol de Paysandú. Esa liga desapareció y hoy Carpinchos juega el torneo
provincial, de la Unión Entrerriana de Rugby, del que es uno de los equipos más
fuertes, y que ganó en 2003.
En ese certamen,
juegan con equipos omo Central Entrerriano, también de Gualeguaychú,
Universitario de Concepción del Uruguay, San Martín de San Jaime de la
Frontera, Pecarí de Villa Elisa y Peñarol de Rosario del Tala, entre otros.
Precisamente ante ese equipo de Rosario del Tala, Carpinchos ganó su único
campeonato provincial, un día de mucho calor de noviembre que incluyó un tercer
tiempo con guiso, después de la final.
La camiseta de
Carpinchos es negra, con una franja roja horizontal en el medio, y dos más
finas amarillas, encima y debajo de esta. Los colores son los mismos que Otago,
un equipo de Nueva Zelanda muy poderoso. Crespo recuerda que “las primeras
camisetas que mandamos a hacer, cuando nos las hicieron, se habían equivocado y
las habían hecho marrones. Así que conseguimos unas celestes y blancas. Cuando
mandamos a imprimir el escudo y el nombre del club, se equivocaron en la
impresión y pusieron, en vez de Carpinchos, Carpenters, como el grupo de
música. Nos decían en esa época: ‘Ahí vienen los Carpenters’ (risas).
En el plantel actual
hay albañiles, comerciantes, profesionales y desocupados. Y entre ellos, se
destaca como una de las figuras del equipo Juan Alberto Fabián, que es
hipoacúsico, y que se encuentra de gira en Chile con el seleccionado argentino
de rugby, formado por personas sordas. “Digamos como le decimos nosotros, no le
decimos hipoacúsico, para nosotros es ‘El Sordo”, dice Passeti y agrega: “Es el
que mejor entiende el juego”. Crespo acota: “Es un dotado para cualquier
deporte. Cuando yo entrenaba a la primera decía: ojalá tuviésemos 14 más como ‘El
Sordo’”.
El predio donde
juega Carpinchos, en el Parque Unzúe, una zona de clubes, campings y muchos
árboles, y muy cerca del centro de la
ciudad, es de la Municipalidad, que se lo cede desde 1984. Pasetti, su actual
presidente, recuerda: “Todo esto era monte; recuerdo que una persona del club
nos traía en un Rastrojero, cuando yo tenía 15 años, a practicar rugby pero
también nos daban azadas para sacar espinillos”. Pasetti debutó en primera a los 16 años, y a
los 18 dejó de jugar, hasta que regresó a los 30, etapa que se prolongó hasta
los 37. Hoy tiene 42 años. “Cuando volví al club a los 30 el predio ya estaba
mucho mejor, y ya había hockey femenino”, agrega.
Carpinchos tiene 260 personas que pagan la cuota social de
100 pesos, pero por ese monto se hace socio todo el grupo familiar, por lo que
la gente que pertenece al club es mucho más grande. “Tuvimos etapas de más de 300
socios y otras de menos de 70. Igual, ahora estamos en crecimiento”, dice
Pasetti.
Rivero, que jugó
hasta el año pasado, y ahora entrena a la primera junto a Lischinsky, afirma: “Nos
falta gente, siempre solemos ser los mismos haciendo de todo”. Tienen unos 40
chicos en infantiles, una cantidad parecida en juveniles y casi la misma en el
plantel superior. Rivero, de 37 año, es
entrenador, dirigente y árbitro. Por su parte, Lischinsky cuenta que nació en
Corrientes, se fue a vivir a Buenos Aires, luego a Santa Fe, después a Neuquén,
siguió hasta La Plata, regresó a esa provincia patagónica, donde jugó en el
Neuquén Rugby, y ahí sí, recaló en Gualeguaychú. “Cuando llegué a la ciudad me
acerqué para dar una mano en lo que hiciera falta, hacer el fuego del asado,
cualquier cosa, Y así terminé participando y jugando y ahora entreno, desde
este año”, dice, y cuenta que en muchos partidos del campeonato provincial
abundan las interrupciones en el juego por falta de destrezas o infracciones.
Rivero añade: “Además, muchos jugadores desconocen el reglamento y cometen
muchas infracciones”.
Los partidos, sin
embargo, no suelen ser ásperos. “Son partidos normales”, cuenta Eduardo
Bartolini, hooker, y uno de los más callados, esta noche de luna gris en
Carpinchos. El club organizó durante
muchos años un Seven, que atraía a muchos jugadores de todo el país; y también
recibieron en el predio de Parque Unzué a veteranos de Los Pumas, con los que
jugaron un partido, e hicieron otro amistoso contra el seleccionado argentino
de rugby de sordos. Esa vez, en el tercer tiempo, mientras disfrutaban de
buenas porciones de carne y achuras, Rivero rememora: “Ya estaba por terminar
el tercer tiempo, de Carpinchos quedaba yo y algunos más, y los sordos, todos
calladitos. Y de golpe uno de ellos al lado mío salta y grita: ¡Pero qué buen
asadooo!..y ahí me cagué todo. ‘¿¿¿Pero
vos hablás, entonces’??? Claro, yo estoy
acompañando al entrenador (risas).
También fueron a la
cárcel de Campana a jugar un amistoso con el equipo formado por detenidos de la
Unidad 41, a fines de 2012. Otarán, como abogado, señala: “En la medida en que
ellos tienen un deporte, para jugar, pueden olvidar en alguna medida el
encierro, y el juego, lo lúdico, da alegría a la vida, se olvidan las penas.
Felicito a la gente de ese proyecto”. Pasetti hace memoria y dice: “Había uno
de ellos que jugaba muy bien, y le comento a un compañero nuestro: ‘Fijate el
7, hay que ubicarlo cuando salga, juega muy bien’. Y me escucha un milico de
ahí, de la cárcel, y dice: “Olvidate, ese tiene para 17 años más acá adentro”
(risas).
Los dirigentes de
Carpinchos cuentan que la cuota es accesible, pero lo que encarece jugar al
rugby en la zona es pagar los viajes. “Y, hay que calcularle que gastás, entre
todo, unos 1500 pesos por mes, porque hay que viajar cada 15 días o a Paraná, o
a Concordia o a Concepción del Uruguay, más pagar la ropa, la comida. Y encima
jugás los domingos, con lo cual de visitante capaz te vas a la seis de la tarde
y llegás a tu ciudad a medianoche y al día siguiente tenés que ir a laburar”,
afirma Pasetti.
Hablando de
medianoche, esa hora empieza a acercarse en el Carpinchos Rugby. “No te
preocupes que acá nadie trabaja”, dice Lischinsky, el odontólogo y entrenador. Bromas
aparte, la reunión comienza a terminar, y en pocos minutos la mesa queda
limpia, las luces se apagan, las torres de iluminación de la cancha también, y
los autos que pastaban en el estacionamiento cobran vida y salen para cruzar el
puente que atraviesa el Río Gualeguaychú y que los llevará a sus casas. El
presidente se queda hasta el final y cierra él mismo el portón de entrada….
miércoles, 25 de febrero de 2015
Welcome to San Telmo reggae
“Si digo que te levantes /es porque creo y siento en tu
reacción/Y es que sentado en ese lugar no te puede ver nadie”, dice Nonpalidece
en “Tu presencia”, canción que puede inspirar a Xoana Sosa a seguir adelante
cuando un tackle la lleva al césped. “Nonpa” es una de las bandas favoritas de
esta jugadora de rugby de Sociedad Italiana de Tiro al Segno (SITAS), club
ubicado en El Palomar, que trabaja de empleada administrativa en el Ministerio
de Economía de la Nación y que estudió unos años Ciencias de la Comunicación en
la UBA.
“Dejé Comunicación
porque se me complicaba para entrenar. Pero me encantaba la onda de la facultad,
hice todo el CBC en Puán, también un ambiente muy bohemio y de mucha
militancia, yo estaba fascinada. Cuando estudiaba Ciencias de la Comunicación
en la sede de Parque Centenario también disfrutaba mucho; me gustaban los
talleres de Expresión, cursé y aprobé los tres niveles. Y Semiótica me encantaba,
nunca volvés a ser el mismo una vez que la estudiás”(risas), cuenta Xoana, capitana
de SITAS y jugadora por muchos años del seleccionado argentino de rugby para
mujeres. Ella tiene 27 años, vive en San
Telmo y viaja tres veces por semana a El Palomar, para entrenarse junto a sus
compañeras.
“Quiero volver a
estudiar en la UBA, pero no sé si Comunicación; capaz me meto en Antropología,
Sociología o Trabajo Social, no lo definí”, reflexiona. Cuando cursaba en la
Facultad, no solía ser frecuente hablar con otros compañeros de deporte. “No
había muchas chicas que hicieran deporte; capaz algunas hacían hockey, con
ellas hablabas de que por los entrenamientos no podés reunirte a estudiar, o de
alguna lesión. Igual, me encantaba lo heterogéneo del ambiente, todo el mundo
tenía la mejor, no podría haber estado en un lugar donde todo era deporte y
nada más”, añade. También algunos les
señalaban, desde el prejuicio, que el rugby era elitista. “Estaba en algunos
eso, pero en mi casi y en muchos otros, sobre todo en rugby jugado por mujeres,
nada que ver. Yo todos los gastos me los pago, no tengo a nadie que me banque.
Yo soy una laburante”.
Claro que las
diferencias socioeconómicas que existen por fuera del deporte, repercuten
dentro de él. “Y, a un chico de Alumni ya
desde los 3 les dan una pelota de rugby, a los 18 ya tiene todas unas destrezas
que una chica no. A lo mejor ese chico estudiará en la UCA, los padres le
exigirán que estudie pero no necesariamente que trabaje, ahí hay otro poder
adquisitivo. Ese chico tendrá acceso más rápido a un auto, y todas esas cosas”,
dice.
La familia de Xoana no tenía nada que ver con
el rugby. Ya de chica, cuando tenía 11 años, les había pedido a sus padres que
la llevaran a jugar ese deporte a algún club. Ellos se negaron y esperó a ser
mayor de edad para empezar a practicarlo. Primero recaló en Gimnasia y Esgrima
de Ituzaingó (GEI), uno de los clubes pioneros en el rugby para mujeres, y al
tiempo, junto a otras jugadoras, buscó otros rumbos y se fue a SITAS, club de
la colectividad italiana que tiene muchos otros deportes. En la foto, ella
aparece con la remera de esa institución.
“Sitas nos abrió las
puertas desde un primer momento, nos brindaron todo. Ellos querían tener rugby
para mujeres y nosotras ya éramos un grupo. Y siempre nos sentimos muy cómodas
en el club. Ni bien hablamos con la Subcomisión de Rugby, nos pusieron un
entrenador. Y con los chicos de las categorías juveniles y con los del plantel
superior está todo bien”, destaca. Inclusive la parte física de los entrenamientos
semanales la realizan junto con los jugadores de divisiones inferiores. “Los
chicos entrenan con nosotros, entonces ya van viendo como algo natural ver a
una mujer tacklear, o dar un buen pase. El machismo es algo cultural”, agrega.
Xoana, una de las
mejores jugadoras del torneo de rugby de Buenos Aires, asegura que en Argentina
“hay mucho machismo y el ambiente del rugby es todavía más machista. De los
clubes de Primera solamente La Plata tiene rugby para mujeres. En SITAS, los
chicos de juveniles ya tienen incorporados vernos entrenar y jugar, ya ven de
otra manera el rol de la mujer”. El club
donde juega Xoana es uno de los más sólidos del campeonato, y el año pasado
terminó tercero, detrás del campeón Centro Naval y de La Plata. “Veníamos siendo pocas chicas, 8 o 9, hasta
llegamos a jugar partidos con 6, pero ahora somos entre 15 y 18 entrenando, un
muy buen número”, agrega, con miras al comienzo del campeonato de Buenos Aires,
previsto para el 12 de abril. Cabe aclarar que el torneo se juega en versión
seven, no con quince jugadores como en el rugby de hombres.
Sosa fue convocada para la selección argentina entre 2008 y
2014, y jugó torneos en Estados Unidos, Chile y Uruguay, entre otros lados,
defendiendo los colores de Argentina. “Con
las uruguayas y con las chilenas, especialmente, salen partidos muy aguerridos,
duros, pero después del partido, en el tercer tiempo, está todo bien”, cuenta.
A nivel de América del Sur, el seleccionado argentino está detrás del
brasileño.
“Hay cosas
culturales. En Argentina a las chicas nos educan para ser pasivas, y a los
nenes para que sean más activos. O mismo en el gimnasio, cuando voy a entrenar
y le pido la mancuerna de 10 kilos a un chico, se me queda mirando como
diciendo: ‘¿Para qué la querés’”, explica. También sorprende a sus vecinos de
San Telmo con los cambios de look, que alternan entre ropa muy deportiva para
ir a entrenar y pollera con tacos altos,
con pocas horas de diferencia.
Sus compañeras en
SITAS tiene ocupaciones diferentes: hay dos profesoras de Educación Física, una
chica que trabaja en una heladería, otra que está en la Marina, otra cuida
personas mayores y así. Dice no temer a los golpes propios del juego. “Yo si me
tacklean fuerte sigo; si algo me dolió, que no se note. En todos los partidos
siento mucha adrenalina, me pongo nerviosa de querer jugar, nunca sentí miedo
ante la posibilidad de un golpe o una lesión. A veces hay mitos; hay chicas que
tacklean un montón, y hombres que no lo hacen. He visto la garra que le ponen
las chicas de Ezeiza Rugby o de Atlético San Andrés, ¿qué sabemos si los
hombres de esos equipos tacklean más que
ellas?”.
“A veces me
preguntan qué piensa mi novio de que juego al rugby. Por suerte vos no me
preguntaste eso (risas). ¿Me preguntarían qué piensa mi novio que trabaje de
empleada administrativa? Así que no me importa qué piense mi novio, ya me
conoció jugando”, remarca. Tiene hechos
tres dreadlocks en su pelo, aparte de Nonpalidece escucha a los portorriqueños
de Cultura Profética y por estos días vuelve fundida de la pretemporada
exigente con su equipo. Xoana concluye: “La pretemporada genera amor/odio, a
veces estás contenta por haberla resistido y a veces pienso por qué llego a
medianoche a mi casa, cansada y muerta de hambre. Como todas las pasiones,
somos esclavas de ellas.”
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