En la calle Aménabar, se encuentra la redacción del semanario "Miradas al
Sur", creado en 2008. En el primer piso del edificio, un grupo de periodistas comentan noticias del
día, posibles evoluciones, modos de cobertura.
La redacción incluye gente de todas edades, pero predominan, por lejos,
los hombres. Sentado en una silla junto
a una mesa muy grande, un hombre alto y delgado, pelo corto algo entrecano,
invita a tomar asiento y se dispone a la charla.
-En Central Buenos Aires teníamos 2 o 3
cobradores que iban timbre por timbre para cobrar las cuotas, y algunos eran
los mismos jugadores del plantel superior.
Teníamos el uso del subsuelo del colegio, en donde había hasta mesas de
ping pong, y accedíamos a la pileta. Se
jugaba en el predio del colegio y las reuniones se hacían en la oficina del
abogado Roberto Mizrahi.
Eduardo Anguita, periodista de una larga trayectoria, autor de libros
imprescindibles como La voluntad,
coescrito junto a Martín Caparrós, y Grandes
hermanos, con Rubén Führman y actual
director de Miradas al Sur, jugó en
Central Buenos Aires en los incandescentes comienzos de los años ’70, llevado
por otros compañeros del colegio de la calle Bolívar. En esta tarde de
primavera de 2014, mientras otros colegas teclean en sus máquinas o miran con
la vista rígida en la computadora las noticias del día, su correo electrónico o
en páginas que nada tienen que ver con el trabajo, Anguita recuerda su paso por
el club y la relación del rugby con su vida política.
Una vez que sucedió la ruptura de relaciones con las autoridades del
colegio, los socios de Central abandonaron el subsuelo y el campo de deportes,
para llegar, finalmente, a Florencio Varela.
Por esos tiempos, también estaban
en el Central Buenos Aires Oscar Ciarlotti y “Pancho” Provenzano (quien moriría
en el ataque el cuartel de La Tablada, como se señaló antes), y con ellos
Anguita pasó a militar en el Partido
Revolucionario de los Trabajadores (PRT).
Detenido en 1973, pasó 11 años en la cárcel; el 24 de julio de 1978, su
madre, Matilde Vara, fue secuestrada y desaparecida por grupos de tareas de la
última dictadura militar. A la mujer, de 52 años, se la llevaron del Café Tortoni, ubicado a un
puñado de cuadras del Nacional Buenos Aires. A medio metro desde donde habla
Anguita, hay otro periodista de Miradas al Sur, Alberto Elizalde Leal, ex
jugador de La Plata Rugby, que también estuvo en el PRT y al que también la
dictadura hizo desaparecer a su madre, Delia Avilés de Elizalde.
-El rugby, cuando lo han abrazado militantes,
y lo digo por experiencia propia, ha
dado destrezas físicas para la actividad clandestina, y fomentar el arrojo y
valentía. Recordemos que el “Che” Guevara pasó por varios clubes, uno “atorrante” como Atalaya y uno cheto como
el SIC, entre otros”, dice Anguita.
En 1984, recuperó su libertad. Nunca olvidará que la primera actividad
que tuvo, como liberado, fue un asado que le organizaron dos amigos y ex
rugbiers de Central Buenos Aires, Omar Evequoz y Martín Orieta. Al tiempo, jugó
algunos partidos para el equipo de veteranos de Central. Cada tanto, se reúnen muchos ex jugadores y
recuerdan épocas pasadas, en donde, según Anguita, “todos anotamos más tries de
los que realmente hicimos y jugamos mejor de lo que realmente jugábamos”.
- Recuerdo cuando estaba preso el olor a
pasto de la cancha de rugby. Extrañaba
eso y la adrenalina al entrar a jugar,
cada una de las situaciones de la cancha, aunque sea de un partido
en una cancha de mierda. El compañerismo en la militancia es como el
del rugby: vos sos el otro. En la militancia también sos el otro, arriesgando
bastante más que el maxilar…
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