miércoles, 12 de diciembre de 2012

Nadie acabará con los libros


   “El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez que se han inventado, no se puede hacer nada mejor.” Eso dice el semiólogo y novelista Umberto Eco, en el libro que da título a esta entrada, escrito junto al francés Jean-Claude Carrière. Habla del libro en papel, claro está. Sí, existe el libro electrónico, pero es otro objeto, otra especie en el ecosistema. El libro que se puede prestar, que se puede regalar, que se puede dedicar, es el de papel. Y justamente en tiempos de fiestas, qué mejor que encontrarse con un libro-libro, que no necesita batería ni cargador ni señal, que no se destruye si se cae el piso o si se moja un poco. Que no te dispersa para que chequees tu perfil de Facebook o respondas alguna estupidez por Twitter. Y que te cuenta una historia apenas conocida: la de los clubes que jugaron al rugby en Buenos Aires y, por distintos motivos, abandonaron ese deporte y sus nombres apenas se pronuncian en las bocas de algunos memoriosos.

   Por todo eso, y para festejar un nuevo libro en papel, aunque esa celebración sea en un blog, leímos El secreto del rugby argentino. Breve historia de los clubes que practicaron rugby afiliados a la Unión Argentina y ya no lo hacen o desaparecieron, escrito por Juan Carlos Bertta y Gustavo Ezequiel Severo.

   Desde la tapa de fondo verde,  parece que saliera un jugador de Los Pumas, a punto de ser tackleado por un rival, mientras otro adversario está en el piso, resignado a perder la marca. La ilustración es de Pablo Pereyra, rugbier durante muchos años de Deportiva Francesa e ilustrador de la colección Robin Hood, esa famosa de tapas amarillas. Luego, en un texto introductorio (hay además un prólogo de Marcelo Loffreda) los autores remarcan que el libro es un “pequeño homenaje a todas esas instituciones y a quienes las llevaron adelante porque se esforzaron por transmitir el espíritu y los valores del rugby”. A fin de cuentas, del universo de este deporte forman parte tanto Los Pumas y el CASI o Hindú como Atalaya, La Aguada o Nueva Pompeya. Y tantos otros que los autores rastrearon, en archivos y hemerotecas.

  A modo de punteo, y para entusiasmar a aquellos apasionados por estas historias (y a quienes deberían serlo, también), decimos lo siguiente, basados en la completa investigación de Bertta y Severo:

*Duda despejada: el primer partido de rugby del que hay registro en Argentina, se jugó el 14 de mayo de 1874, entre los equipos del señor Trench y del señor Hogg, ambos socios del Buenos Ayres Football Club, en la cancha del Flores Athletic, ubicada en Caballito.

*Precisamente, el Flores Athletic fue club fundador de la River Plate Rugby Union, en 1898, junto a los ya hiper nombrados Lomas, Belgrano, Atlético del Rosario y Buenos Aires Football Club (hoy Biei). La cancha del Flores era el escenario de los partidos decisivos de los primeros campeonatos del rugby porteño, y a los pocos años de empezado el siglo XX  el club se disolvió y hasta una glorieta y un tanque de agua fueron comprados por Ferrocarril Oeste.

*El caudillo conservador Manuel Fresco, electo gobernador mediante el fraude, jugó al rugby en el Columbian y en Facultad de Medicina.

*Quilmes Athletic Club, más conocido como el equipo “cervecero” y clásico club de fútbol, jugó al rugby en 1909. Por aquella época, tenía un convenio de intercambio de socios con Atlético del Rosario y el CASI.

*Racing, “La Academia de Avellaneda”; jugó un partido oficial en el rugby porteño, en 1910, ante Belgrano Athletic, y terminó con incidentes.

*Atlanta, los “bohemios” de Villa Crespo, también jugaron al rugby oficialmente en 1912.

*Sportivo Barracas: histórico equipo de la época amateur del fútbol argentino, jugó al rugby entre 1927 y 1934.

*Club Atlético Ituzaingó: hoy en la Primera “D” de la AFA, el equipo de remera verde, tuvo su participación en la ovalada entre 1930 y 1931 y entre 1950 y 1956. Muchos de sus jugadores recalaron en Gimnasia y Esgrima de Ituzaingó (GEI) y Los Matreros.

*Kangurú jugaba de local en la vieja cancha del Club Arquitectura (cerca de donde hoy es el CENARD) y tenía remera a franjas horizontales negras y verdes y una letra “K” roja en el pecho. Jugó entre 1941 y 1948.

*YPF se afilió en 1947 y jugaba donde existió el club hasta fines de los ’90, en Núñez, cerca de Muni. Jugó en Primera de 1959 a 1962, y uno de sus jugadores, Krossler, jugó en el seleccionado argentino en 1960.

*Pocos recuerdan a Estudiantes de Paraná, que jugó como invitado en la Unión de Rugby del Río e la Plata entre 1949 y 1954, y llegó a disputar un amistoso con la selección francesa como local, perdiendo 14 a 0.

*Atahualpa Rugby tenía su sede en Ramos Mejía, ahí jugó al rugby un hermano del cómico Antonio Gasalla en los ’60.

*La Aguada, que se llama igual que un conocido equipo de polo, jugó apenas dos años, en 1986 y 1987, en el rugby de Buenos Aires. Jugaba en al Parque de la Reconquista, junto al Camino del Buen Ayre, y en el Parque San Martín. Algunos apellidos (¿qué será de la vida de ellos?): Gandini, Moscoso, Gotlieb, Filas, García Berg, Laplacette, Oneto, Roulet.

    Y hay mucho más, gracias al trabajo de Bertta y Severo. Además de información de los casi 100 clubes que jugaron al rugby en Buenos Aires y ya no lo hacen, El secreto del rugby argentino tiene un anexo con imágenes muy poco conocidas, como de un equipo de Estudiantes de La Plata de 1912, Montevideo Cricket Club de los ’50, Porteño de Morón de 1928, Juan Domingo Perón saludando a un jugador argentino surgido del club Los Duques, y los festejos de San Ignacio campeón de una categoría de ascenso en 1997, pocos años después de desaparecer. Los autores son ubicables, como el libro: se les puede escribir a elsecretodelrugby@hotmail.com

miércoles, 21 de noviembre de 2012

November rain

…es una canción de Gun’s N’ Roses, famosa en los ’90, en cuyo video Axl Rose, con vincha roja y lentes, tocaba el piano, además de cantar y actuar de novio que esperaba en el altar a su prometida. Noviembre en el hemisferio norte es un mes otoñal y para titular una balada romántica y melancólica, colocarle la palabra “lluvia” a la canción venía de maravillas. También en noviembre, más precisamente el domingo 24, pero de 1985, llovió en Buenos Aires, justo cuando se jugaba por primera vez un partido de rugby femenino en Argentina, entre Gimnasia y Esgrima de Ituzaingó (GEI) y Alumni, 110 años después del primer encuentro entre varones en nuestro país.

  En aquel encuentro, las jugadoras de GEI, que jugaron con remeras y pantalones largos, ganaron 14 a 4 a las chicas de Tortuguitas, bajo el agua de la primavera bonaerense. Entre las ganadoras, se destacaron Gabriela Sánchez y Mónica Mottura, que salió de capitana y jugó de octavo. Y que una noche de lluvia, después de un entrenamiento en GEI, cuenta a quien esto escribe: “El tema era que en Alumni había empezado a entrenar un equipo de rugby femenino. Un papá de unas chicas y hombre del club vio esto, y como tenía 4 hijas mujeres en un colegio de monjas al que íbamos, nos planteó: ‘¿Se animan a hacer un equipo de rugby?’. Y ahí empezamos a entrenar. Hicimos dos partido con Alumni y dos con un equipo de Concepción del Uruguay, allá, Los partidos con Alumni fueron en GEI porque los varones de Alumni no querían que se jugara allá”.
  
  No era para menos. Si aún hoy, más de uno boicotea que las mujeres que quieran puedan practicar rugby, es de imaginarse la revolución que habrá sido hade 27 años. De hecho, La Nación cubrió ese partido y decía el periodista: “La originalidad del match congregó a un numeroso público, en su mayoría masculino, que, con una sonrisa entre burlona y desconcertada esperó el comienzo del show”. Para la época, era un “show”, no un deporte…
  
   “Había gente arriba de los techos, había como 300 personas, apareció un montón de gente. El partido salió en los diarios, vinieron de Realidad 85, ustedes chicas no lo conocieron a ese programa”, dice Mottura, mirando a sus compañeras actuales, cuya mayoría no había nacido cuando ella y Sánchez jugaban el partido fundacional. Estamos en el buffet de GEI, la lluvia cae de a ratos rebotando en los techos de chapa y en las ventanas, y un paquete de galletitas de queso circula entre las jugadoras para reponer energías después del entrenamiento.

  “Seguimos saliendo en diarios y revistas. Pero el equipo se disolvió. No había otros equipos para jugar. No había apoyo en los clubes”, recuerda Mottura. “Y eso que nos querían llevar a jugar a Italia, a mí y a Gaby (Sánchez). Jugábamos muy bien, Gaby mucho mejor que yo.” Pero el rugby femenino en GEI quedó congelado.

   Muchos años después, estudiantes del Instituto Nacional de Educación Física (INEF), como resultado de unos talleres de rugby, formaron el segundo equipo, Ñandú. Y, justamente, en noviembre, jugaron su primer partido trascendental, como previa de un amistoso Los Pumas-Australia, en la cancha de Ferro. Así de a poco fue creciendo Ñandú, que se radicó en el Club Municipalidad de Vicente López, por esos años.

  “Ahí ‘Tina’ (Cristina Zufiría, otra jugadora del plantel) ve que están entrenando las de Ñandu, y a ella le habían quedado las ganas de seguir jugando, porque había jugado un partido con nosotras. Así que empezó a contactarse con algunas chicas de esa época. Y yo leí en Clarín Zonal que estaban entrenando y me sumé en 2002”, dice Mottura.

  Hoy GEI juega el campeonato de rugby femenino de la URBA, con aceptables resultados. En el certamen que finalizó recientemente, salieron terceras, detrás de Centro Naval, campeón por segundo año consecutivo  y SITAS. Cabe aclarar que las chicas que crearon Ñandú y jugaron para Vilo, hace ya varios años que se mudaron a Centro Naval y hace pocas semanas terminaron terceras en el Torneo Nacional de Clubes que se realizó en Tucumán, y que ganó Cha Roga de Santa Fe.

   Aparte de las referentes históricas Mottura, Sánchez y Zufiría, juega en GEI Patricia Fusco, Licenciada en Educación Física y figura del equipo, que además integra el seleccionado argentino. Hay otras “profes” entre las Vikingas, como Lidia Acosta, que además es referee oficial de la URBA, y Eliana González. Forman parte del plantel, entre otras chicas, estudiantes del secundario como Jennifer Barreiro y Celeste Fallini, una estudiante de Medicina, Micaela-hija de Cristina Zufiría, una profesora de Inglés, “Lola” y una secretaria de un colegio, “Chicha”. El coach es, desde principios de 2012,  Nicolás Grana.

  Y justamente de principios de 2012 es la foto que ilustra esta historia, de algún partido amistoso al borde el Río de la Plata, cerca del estadio de River Plate, el mismo donde hace casi 30 años, Axl Rose y el resto de los Guns tocaron “November rain".

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Porteño casi cruza el disco...

“Y cruzaron el discoooo…”decían los relatores de turf cuando todos los caballos atravesaban el lugar que indicaba el final de la carrera.  Hace 117 años, el domingo 6 de octubre de 1895, un potrillo denominado“Porteño”ganaba una carrera en el hipódromo de Palermo, y un grupo de pibes que había apostado fuerte a las patas del caballo, habrá saltado de alegría por la plata ganada que seguramente, horas después, se escurriría en cerveza, vino, y las otras atracciones de la noche, en algunos de los bares de la época.  También el dinero serviría para comprar pelotas, camisetas y demás cosas necesarias para darle más vida al Club Atlético Capital, que habían fundado el 28 de julio de ese año, justo después de otra carrera en la que el potrillo había salido último. El caballo les dio revancha y en homenaje rebautizaron a la institución como Club Atlético Porteño.  Que por estos días estuvo a punto de haber ascendido al Grupo III de la URBA y que tiene una de las historias más queribles del rugby local. Ya de por sí, que aquellos pioneros hayan apostado de nuevo a un potrillo que había salido último, marca una tendencia.

 Cuando “Teño” cumplió 100 años, la Comisión Directiva del club imprimió un folleto conmemorativo; allí se confirma que los fundadores eran descendientes de irlandeses y que tenían buena relación con un stud que alojaba al potrillo, que dio el batacazo en octubre al ganar una carrera a la que llegaba con fama de perdedor.   

  Como tantos clubes de la época, Porteño empezó por el fútbol, del que salió campeón en 1912 y en 1914, en una las ligas de aquella época. En 1912 superaron nada menos que a Independiente de Avellaneda en la final. Por aquellos años, Belgrano Athletic, CASI, Atlético del Rosario y GEBA también jugaban al fútbol en los campeonatos oficiales.  Porteño se mantuvo en Primera, de la época amateur, hasta 1928, y a los pocos años, cuando se instaló el fútbol profesional, dejó de practicar ese deporte y se dedicó de lleno al rugby.

   Durante más de 40 años, los colores de Porteño eran azul oscuro y blanco. Cuando a fines de la década del ’30, se integraron familias de franceses, cuenta la leyenda que quedaron establecidos como nuevos colores el azul oscuro, en representación de Francia, y el celeste, de la bandera argentina, para plasmar en ese símbolo el encuentro entre las dos nacionalidades. Otro dato exótico: el actor Maurice Jouvet, integrante del lote de franceses que se había sumado al club por esos años, representó con bastante éxito a Porteño en campeonatos de tenis.

  Porteño en la actualidad tiene su campo de deportes en San Vicente, bien al sur del Gran Buenos Aires, no muy lejos de la quinta 17 de Octubre, donde Juan Domingo Perón y su segunda esposa Eva Duarte solían pasar días de descanso. Pero el barrio de origen del club es Palermo, el mismo barrio donde quedaba (y ahora también) el Hipódromo donde corrió en 1895 el potrillo ganador. A pocas cuadras de ese lugar, Porteño tuvo durante muchos años su estadio, en el cruce la Avenida Valentín Alsina y Los Paraísos, en la zona de los Lagos de Palermo, cerca de la estación de tren Lisandro de la Torre, por entonces llamada “Golf”. El predio llegó a tener cancha de básquet y de tenis. Allí jugó al fútbol en Primera División, en una cancha con tribuna de cemento y obviamente al rugby, hasta que en 1945, las autoridades de la época le sacaron los terrenos al club.
    De ahí en más, peregrinaron por Llavallol, algún lugar no del todo definido entre El Palomar y Ramos Mejía, el Club YPF en Núñez (que desapareció a fines de los ’90), Regatas de Bella Vista, dos predios en Lomas de Zamora, regreso a Bella Vista, Campo de Mayo, otra vez Lomas y finalmente el destino actual, en San Vicente, en lo que habían sido una chacra en el Paraje Villa Fortuna.  El 23 de mayo de 1971, después de 26 años de nomadismo, inauguraron oficialmente el predio, con un amistoso ante Lomas. 

   Quizás pocos lo recuerden, pero Porteño se dio el gusto de jugar en Primera División en 1952, en donde ganó un solo partido, pero nada menos que al CASI, el 27 de abril.  Con los años, el CAP fue bajando y subiendo de categorías, y los últimos años se había estacionado en el Grupo IV.  Mientras, fue armando equipos de hockey sobre césped femeninos.

   Quien esto escribe, hace varios años, se contactó con gente del Porteño para conocer más su historia; así, el lugar de encuentro fue la estación de Lomas de Zamora, en donde el presidente por aquel entonces, Roberto Malter Terrada, después de cargar en el auto a su familia y varias cajas de hamburguesas y gaseosas para un tercer tiempo, fue el encargado del traslado al predio de San Vicente. Una vez ahí, sacó de un armario el folleto por los 90 años del club, que ilustra esta nota y que sirve para felicitar a Porteño por su historia, tan querible que quien esto escribe creyó por un momento que había ascendido...

jueves, 25 de octubre de 2012

Todos somos héroes anónimos

  ...decía una hermosa canción de Metrópoli, en la voz dulce de Isabel de Sebastián, mucho antes de que la reversionara Catupecu Machu. ¿Pero todos somos héroes anónimos? ¿O en realidad solamente hay algunos?  Con el Río de la Plata a las espaldas y la mañana despertándonos de a poco, nos metemos en la Avenida General Paz, una cinta de asfalto, bordeada de pasto, que en minutos nos deja ver: la sede del Club Banco Nación, la cúpula ocre y blanca de la Iglesia San Isidro Labrador, en Saavedra, la naciente de la Panamericana, Tecnópolis, el Parque Sarmiento, hondonadas de césped donde las familias apuran sándwiches, estaciones de servicio, corralones de materiales, los orígenes del Acceso Oeste,  bingos, monoblocks. Al rato, una colectora de la General Paz nos deposita en Villa Celina. Girar a la derecha, al llegar el cuarto semáforo y tomar Roosevelt, es la indicación.
  Roosevelt en La Matanza. Al menos de nombre, el ex presidente estadounidense atraviesa Villa Celina, con edificios de rejas verdes a su alrededor y kioscos metálicos de diarios y revistas. A unos cientos de metros de la colectora está el Club San Cirano. Pero si se gira a la izquierda, se encuentra un portón que dice “Club de Empleados del Banco Hipotecario”. Al caminar unos pasos y entrar al predio, aparece Pablo, remera blanca, pelo negro corto, con un chico de la mano, y dice: “Sí, acá es lo de Rugby Inclusivo”. Ya por abril habíamos mencionado ese proyecto, después de un mediodía en Vicente López. Para recordar esa historia, entrá acá.
   Nos acercamos a un quincho de paredes blancas. En la entrada, besos y saludos. De a poco, llegan chicos y madres, padres, hermanos o hermanas.  Todos los sábados, de 10 a 12, en este lugar, pibes con síndrome de Down y sus familiares participan de actividades recreativas que  incluyen nociones básicas y juegos relacionados con las destrezas que se necesitan en el rugby. 
   Stella vino con Tomás, uno de sus hijos. Mientras él comienza a formar una ronda con otros chicos, guiados por Pablo, el hombre de la entrada, y una música terapeuta,  Stella cuenta que es de Villa Madero y que vienen todos los sábados a la mañana a Banco Hipotecario. Ella hace mermeladas que están a la venta y que es una de las formas que tiene el grupo para financiarse. También recaudan dinero con la venta de chocolates que aporta otro papá. Los padres pagan 20 pesos por mes para solventar los gastos de comida. No hay otra exigencia económica.  “La cabeza de todo esto es Daniel”, dice Stella, y alude a Daniel Fernández, jugador de Hipotecario durante muchos años.

   Que aparece pocos minutos después, acompañado de su mamá, de uno de sus hermanos y de Joaquín, un hijo suyo por el que hizo nacer “Rugby Inclusivo”. Dice Daniel, sentado en uno de los bancos largos de madera, adentro del quincho: “Yo llevaba a Joaquín a la Fundación Bacigalupo, que hace un muy buen trabajo, para que hiciera deporte, pero quería que se sintiera parte de un club y que fuera algo más cerca, además de que lo conocieran los socios, los jugadores, la persona que está en la entrada del club. Y, volanteando por la zona y con la difusión y ayuda de Rugby Sin Fronteras, fuimos convocando gente”.

    Entre 20 y 30 personas, sumados adultos y chicos, comparten las actividades, incluidas dos jugadoras de hockey del club, como voluntarias.  Primero hay una parte recreativa; después, se comparten gaseosas y facturas. Y en tercer orden viene el entrenamiento de nociones de rugby. Así, los chicos forman un maul con sus padres, como se ve en la foto,  o practican pasarse la pelota.  Se acerca el mediodía y también los rayos del sol que caen verticales sobre todos.

  Tomás viene con sus padres; Lautaro, con su hermana Jimena; Joaquín, con Daniel, y sus tíos y hasta su abuela, que da una mano grande en el proyecto. Otro Tomás, con su mamá Stella, la mujer de las mermeladas. También están con sus familiares Agustín, Enzo, Elías, Martín, que se viene desde Don Torcuato, y muchos chicos más.
    Rugby Inclusivo ya  tiene más de un año de existencia. Han pasado cumpleaños, campamentos, idas a ver a Los Pumas, encuentros con All Blacks, partidos de rugby junto a otros chicos de Banco Hipotecario y Club Italiano. “Lo que sigue es seguir creciendo y sumando más chicos”, anticipa Daniel.
    Las risas de todos retumban en el quincho.  Hay abrazos, carcajadas, chistes, corridas. Las gaseosas se escurren de los vasos, las galletitas desaparecen de las bandejas. Signo de otros tiempos: en una foto enmarcada, colgada en la pared, aparece una formación de Banco Hipotecario de los ’80, en donde Daniel Fernández aparece como líder en la tabla de goleadores.  Ahora él está en ese quincho, con Joaquín y el resto de los compañeros y familiares de los chicos, en la organización, en los juegos, en la risa, con  la pelota ovalada que pasa entre muchas manos.
    De a poco, el encuentro de cada sábado comienza a terminar. Los chicos juntan sus cosas y se retiran, en auto, en colectivo, en remises. Cuando se van, caminan al lado de una canchita donde precalientan los jugadores de Banco Hipotecario, que están a punto de jugar un partido clave  ante San Marcos.  Pero esa es otra historia y hoy no es la que más importa...

miércoles, 3 de octubre de 2012

Páginas amarillas

  Sólo Fútbol. Así se llamaba la revista semanal que durante muchos años, más de diez, entre mediados de los ochenta y fines de los noventa, era una especie de catecismo para los futboleros más fanáticos de las estadísticas e informaciones raras. En esa publicación, nacida en 1985, en la época de Luna de miel en la mano, el que la leía se enteraba de la formación de un Claypole-Defensores de Cambaceres; veía las fotos 4 x 4 del plantel de Maipú de Mendoza; un poster de Colegiales; los resultados de la liga catamarqueña de fútbol; o un informe especial sobre la Copa Africana de Naciones. Sin Internet ni cable, esa revista era el súmmum. Obviamente, también se hablaba allí de Boca, River, Independiente y demás. Pero su sabor estaba en informar sobre el “lado B” del planeta redondo.
  
  Los fanáticos del rugby, ya lo mencionamos, tenían para la misma época, a la Test Match. Pero cuando despuntaban los ’90, la Editorial Sineret, creadora de Sólo Fútbol, lanzó Sólo Rugby. En tiempos donde todo lo anterior a Internet pareciera no haber existido nunca, y en momentos en donde las cosas parecen ser únicamente virtuales…¡qué sensación peculiar es tener un Solo Rugby en la mano! Y en particular una de 1992, cuando en la tapa se anunciaba la derrota de Los Pumas ante Francia, por 27 a 12, en un partido amistoso en cancha de Vélez.  Ahora los rivales son los All Blacks, los Springboks, los Wallabies….

    Desde hacía años, los partidos ante Francia eran clásicos, picantes en el juego y con chances para cualquiera de los dos ganar el encuentro. Sin embargo, desde 1987 en adelante, Los Pumas habían entrado en barranca abajo en cuanto a juego y resultados, y ese desacople se acentuaba, con sus más y sus menos, año a año. Ese tobogán se iba a hacer todavía más duro años más tarde, cuando Los Pumas perdían casi todos los partidos que jugaban ante los grandes de Europa y Oceanía, muchos de ellos por goleada, y en ocasiones se llegaba a triunfar de manera agónica ante Canadá o Estados Unidos.
 
   En ese 1992, el tobogán tomaba velocidad. Los Pumas perdían con Francia y Sólo Rugby titulaba, en letras rojas: “¿Cuándo ganamos?”. La portada también anticipada que Mendoza sí se había dado el gusto de superar a los franceses.

  La revista valía 4 pesos, y uno de los anunciantes, el restaurante Patio López, de Recoleta, ofrecía almuerzo y cena por 10 pesos, con ambiente climatizado. ¿Otros auspiciantes? Claro, el whisky Old Smuggler, que se presentaba como “El jugador más importante del tercer tiempo”; el desodorante Axe, con una publicidad original en la que los distintas fragancias simulaban tackles, scrums y…tercer tiempo; Patyviena también ofrecía sus salchichas para ese momento; GelSport, ofrecido como “hielo en gel”; los jeans Wrangler; Medicorp Argentina; rollos de foto Fuji, lo que ahora es casi una reliquia; el anuncio de un tour para ir a ver rugby a Sudáfrica, organizado por Ronnie Foster y “Perica” Courreges, ex rugbier del CASI y director de la revista; Adidas tenía la contratapa de la publicación para mostrar sus conjuntos de rugby; y otro aviso era de un programa sobre el deporte de la ovalada, conducido por Nicanor González del Solar, de vuelta Courreges y la producción de Marcelo Guerrero y Pablo Mamone, que se emitía por La Red los sábados de 20 a 21.

  Las publicaciones en papel quedan como documentos de otras épocas; si bien se ajan, se manchan, se ponen amarillas, son más accesibles que todo lo que guardamos en la pc, en una memoria o en nuestras casillas de email. Ahora podemos copiar la información más fácil, es cierto; y también la podemos perder con la misma simpleza. ¿A cuántos se nos quemó el disco rígido y desaparecieron cientos de archivos?
 
  La cuestión es que ahora la Sólo Rugby  50 sigue en las manos de quien esto escribe. Aparte de Courreges, en la revista escribían Gonzalo Bonadeo, Alejandro Coccia, Miguel Simón, Alejandro Cloppet y los ya nombrados Guerrero y  Mamone,

  Ya en el interior de la revista, la nota sobre la derrota de Los Pumas era categórica desde el vamos: “Fallo unánime: ¡¡Qué mal jugaron!!”. Ese día Argentina formó con Cash; Bosch y Méndez; Llanes y Sporleder; Pérez, Carreras y Garretón; Arbizu y Camardón; Cuesta Silva, García Simón, Mesón y Jorge; Criscuolo. Entre los franceses se destacaban Saint-André y Cecillon, entrenados por Pierre Berbizier. Luis Gradín y José Luis Imhoff estaban a cargo del seleccionado argentino.

  Cosa impensada hoy en día, Mendoza les había ganado a los franceses poco antes, por 32 a 30, en la cancha de Independiente Rivadavia. Federico Méndez, con 19 años, había jugado ese partido, compartiendo la primera línea con Roberto Grau como el otro pilar. Pablo Cremaschi, el centro mendocino, fue el goleador del partido, con 22 tantos. ¿Qué será de su vida? Ah, Francia, antes de Mendoza, también había perdido con Tucumán.

  Sólo Rugby venía con un poster del seleccionado de Buenos Aires, con la clásica, por entonces, camiseta bordó, que venía de perder por poco ante los galos en Vélez. Entre los 15 titulares, se ven a Guillermo Ugartemendía, histórico “Matrero”, un jovencísimo Nicolás Fernández Miranda; y un barbudo Patricio Noriega.

  A diferencia de Test Match, Sólo Rugby no le daba mucho espacio a las categorías de ascenso. Sin embargo, en una nota doble se habla sobre lo que por entonces se llamaba “Clasificación”, que vendría a ser un actual Grupo IV, aunque no era la última categoría, ya que después venían “Preclasificación” y “Preparación”. Punteaba “Clasificación”, en ese momento, Liceo Militar, seguido de cerca por Mariano Moreno. Aparecían también DAOM y Beromama, hoy más rezagados.
  
  Pasados veinte años, las 32 páginas de Sólo Rugby quedan como señales de otro tiempo; un tiempo que, como todo el pasado, parece más y más lejano, obsesionados en nuestra sociedad por el minuto a minuto y por la conexión permanente. Comunicación sin emoción, decía Soda Stéreo…

martes, 11 de septiembre de 2012

Salud y trabajo

  “Bienvenidos a San Fernando. Capital nacional de la náutica”, dice el cartel, a pocos metros de la Estación Bancalari del tren.  Pero para llegar al Río de la Plata falta bastante. El agua que se ve acá está en las canaletas, en algunos charcos en la calle y adentro de un bidón de plástico que un chico lleva en la mano, mientras camina por una de las veredas.  A la izquierda, una línea de casas anticipa que ahí está el Barrio Presidente Perón.  A la derecha, un  paredón gris larguísimo y otro cartel que indica: “Virreyes Rugby Club”.
   Ya se conoce bastante de este lugar, que surge en 2002, cuando en plena sacudida del país por desocupación y pobreza extremas, un grupo de personas del CASI y del SIC decidieron crear un club para acercar el rugby a sectores que no solían tener acceso a él. Y, fundamentalmente, para trabajar valores como esfuerzo, autosuperación, trabajo en equipo, disciplina, espíritu de grupo y contención afectiva. También es sabido que el club canaliza becas de estudio para los niveles secundario y universitario, y hay talleres de apoyo escolar en el predio.  Ya en “Panamericana y 202”, en este mismo espacio, se había contado la historia de este club.
  Hoy golea a su rival ocasional. Virreyes, que desde2009 juega en el Grupo IV de la URBA, puntea el campeonato y tiene chances de ascender, aunque es una tarea complicada. A un costado de la cancha, un hombre de pelo blanco, camisa celeste y pantalones azules, se tapa el sol con la mano haciéndole de visera. Es Rodolfo O’Reilly, ex entrenador de Los Pumas durante varios años.  Otro coach, el ex jugador del CASI Daniel Sanés, camina de acá para allá, nervioso,  y cada tanto grita alguna instrucción.  Virreyes juega bien y los familiares de los pibes, venidos desde los barrios Perón, San Jorge, La 15, La 13 y la 16, entre otros, alientan al equipo.
  A un costado de la cancha está Flavio Sarli, segunda línea de Virreyes, recuperándose de una lesión. “Tuve una hernia, y me tuvieron que operar. Fui al Hospital de San Fernando en noviembre del año pasado, me dieron turno para marzo de este año. Pero de ahí fui todas las semanas y me decían ‘tenés que esperar….tenés que esperar’. Me operaron al final a fines de juinio, cuenta, al lado del alambrado perimetral.
   Se lesionó luego de que se le cayera encima un adversario, y un mal movimiento de las piernas le causó una hernia. Pasaron los meses de demora en el hospital hasta que llegó el día de la operación.  “A las siete de la mañana llegué al hospital. Recién al mediodía me llevaron a operar. Era un desastre el lugar. Había sangre por todos lados, estaban sacando a un muchacho degollado, a otra persona toda cortada…estaba todo lleno de sangre, y baldeaban cuando yo entraba para la operación.  Por estar viendo todo eso me empezó a bajar la presión. La persona que me iba dar la anestesia era muy mayor, le temblaba toda la mano.  Ahí me caí, me desmayé”, recuerda.
  Media hora después se despertó, rodeado del personal del hospital y de familiares. Finalmente lo pudieron operar, y cuando se despertó, se pasó él mismo hacia la cama, porque no había nadie para ayudarlo.  “En la cama de al lado había una persona escuchando música a todo lo que da; del otro, un preso, con toda su gente, todos drogándose.  Me dieron una sola sábana, arriba del colchón, con manchas de sangre. Así que para abrigarme, mi familia me puso camperas encima, porque hacía mucho frío ahí.” Con Flavio estaban su madre, su padrastro y su novia, que se quedó a dormir con él, al lado de la cama, en el piso, usando de almohada una campera y un bolso. Sillas no había.
   Flavio calculó que había unas 50 habitaciones con entre tres y cuatro pacientes en cada una. Y vio  a una sola enfermera para toda esa gente.  Se pidió un Alplax para dormir, teniendo en cuenta los dolores de la operación, la música a todo volumen del paciente de uno de sus lados y el olor a porros del otro. Le dieron el tranquilizante sin quejas.
  A la mañana siguiente, después de desayunar mate cocido en un vaso que tenía pelos y ver a las enfermeras fumando en los espacios cerrados del hospital, decidió irse. Firmó todo lo que hacía falta para eso y se fue a descansar a su casa.
  La rehabilitación la pudo hacer sin problemas, aunque lo despidieron del trabajo de repositor que tenía. “Trabajaba en el Jumbo de Unicenter y en el Carrefour de Olivos, Me pagaban 3800 pesos por mes, y hacía 8 horas, o a veces más", dice. 
  Flavio vive con su madre, su padrastro y sus dos hermanos.  Estudia para masajista, aunque también desea regresar al profesorado de Educación Física, que tuvo que dejar para poder trabajar. “Eso pasa con muchos pibes de acá, que después de M-19 tienen que salir a laburar y se les complica seguir jugando. Yo cuando trabajaba en el supermercado los sábados salía a las dos de la tarde, a veces a las tres. No llegaba a los partidos, o llegaba muy justo”, cuenta.
   Él fue de los primeros chicos en llegar al Virreyes, a fines de 2001.  “Me trajo un amigo que jugaba en el Tigre Rugby. Él después dejó, tuvo problemas con la familia, en la calle….y bueno…ahora no puede salir. Tiene para un tiempo largo”, dice.
  Flavio debutó en primera en el primer partido de los verdes de Bancalari en la URBA, ante Almafuerte, en 2009. Su puesto es segunda línea, acorde a su buena altura.  “Al principio, cuando íbamos a algunos clubes, siempre había dos o tres de los otros que nos decían: ‘Negros de mierda’, ‘¿Qué hacen acá?’, ‘Esto no es para ustedes’”.  Ya no les damos bola a los que nos dicen esas cosas”, asegura.
“Acá hay muy buena calidad de gente. Y somos todos amigos. Por eso es un club especial. Y somos gente humilde. Cuando vamos de visitante, vamos así, con un equipo de gimnasia, común.  A algunos clubes los ves bajar del micro y parece que fueran a bailar”, dice riéndose.
   Flavio de a poco está volviendo a jugar, en Intermedia, tratando de lograr un espacio ahí. Mientras cae la tarde, Virreyes tiene ya el partido definido desde hace rato ante su rival, aparecen esbozadas otra historias.  Le pregunto por “Batman” y me dice que ya no juega, porque no le queda tiempo después de trabajar en una empresa metalúrgica. “Batman estaba por recibirse de diseñador gráfico en la Universidad de Palermo, pero tuvo que dejar porque los padres se fueron a vivir a Entre Ríos y lo dejaron acá solo, y tuvo que salir a laburar. Se alquila una casita, ahora”, revela Flavio.  “Chiche”, por su parte, está con el reparto de bidones de agua de lunes a sábado, de 8 a 17 y se le complica jugar. “Chipi” sí juega, y bien, como uno de los medios de la primera de Virreyes, y trabaja en Cadbury de portero.  Y se habla también de “Chucky”, de Chanut, de Rodrigo Miño, el hooker, y de tantos otros más cuyas historias merecen ser contadas con más detalle.
   Flavio muestra orgulloso la bandera blanca con letras verdes que mandó a hacer a un hombre en Béccar, que dice “Virreyes Rugby. De por vida hasta la muerte”, y se despide hasta la próxima, mientras el sol ilumina con sus últimas fuerzas los techos de las casitas de enfrente...

martes, 14 de agosto de 2012

Barro tal vez

 "Si no canto lo que siento/me voy a morir por dentro/ he de gritarle a los vientos hasta reventar/ aunque sólo quede tiempo en mi lugar”.  Eso dejó plasmado Luis Alberto Spinetta en la canción que lleva como título el mismo de esta entrada. Pasado el furor mediático después de la muerte del músico, en estos días invernales de lluvias y cielos blancos se recuerda esa canción.  Y más cuando uno camina por las calles del barrio de Belgrano, el mismo que el de Spinetta, aunque un poco lejos de su zona de influencia, que era la cercana a las Barrancas.

   La calle Virrey del Pino entre Forest y Superí, adoquinada, rodeada por casas de techos de tejas, jardines misteriosos, claraboyas que alumbran algún ático y hojas que se agitan como mariposas por el viento de agosto.  Los charcos de agua que nacen en las hondonadas de las veredas reflejan las ramas desnudas de los árboles y el blanco de las nubes.

  Cerca, en una mansión, está la Embajada de Corea del Sur. En otra, una “residencia para mayores”, silenciosa en la hora de la siesta, huérfana de visitas también.  Más adelante, un colegio católico, que tiene en su frente las banderas de Argentina y del Vaticano. Al lado, otro colegio, con los colores nacionales y con los de Armenia. Unos metros más,  pasando la casa que tiene una veleta de hierro junto a la chimenea,  la Embajada de Japón, siempre de blanco brillante sus paredes. Enfrente, la sede diplomática de Libia, otro país ahora de nuevo olvidado por los medios. Y entre todas esas residencias, un muro amarillo, una entrada con techo de tejas, hierros pintados de verde inglés, y una garita en donde una chica morocha de pelo lacio, siempre muy seria, informa que para ver Belgrano Athletic-Atlético del Rosario, hay que pagar 35 pesos.

   Durante muchos años, si la persona que quería ver el partido no quería pagar, ingresaba por un portón de tablas verdes, sobre la calle Superí, y veía el encuentro pegado al alambrado,  frente a la tribuna local techada.  Ya hace mucho que esa puerta la cerraron y hoy todo el mundo paga. Seguirán los cambios, seguramente, porque ni bien uno abona los 35 pesos de la entrada, un cartel de una empresa especializada en identificación informa sobre las bondades de sus productos para controlar el ingreso de personas.  La cartelera del club informa los montos de las cuotas (la más cara es de 520 pesos),  novedades legales y demás.

  Hacia la derecha suelen escucharse los piques de las pelotas de tenis sobre el polvo de ladrillo, y algún “bien”, o un “vamos” de algún jugador cuando acierta un revés o un drive. Hoy no es el caso, y el naranja de las canchas parece más oscuro por el agua, y las pelotas y los tenistas están bien guardados.  Las redes y los flejes son los únicos que permanecen, estoicos, bajo la lluvia.

   Unos metros más, y está una de las entradas al bar del club y a los baños, de puertas de madera impecables. En el hall de entrada, camisetas de Argentina de los jugadores de Belgrano que pasaron por Los Pumas cuelgan desde las paredes, junto con la cartelera de hockey, noticias sobre tenis, bowls, squash y recomendaciones para no insultar a los referees de rugby. También se destaca una guía sobre qué hacer ante una persona que ha tomado alcohol en exceso, tanto si está inconsciente como si no lo está.

  El partido está por comenzar. Es un duelo de fundadores, y el mundo del rugby hace pesar las tradiciones. De hecho, todos los clubes que crearon la primera Unión Argentina de Rugby existen y en buena forma, salvo el Flores Athletic Club, condenado al olvido. Curiosamente, casi todas las instituciones que iniciaron los torneos de fútbol en Argentina ya no se dedican a ese deporte o desaparecieron.

  Así que hoy, se enfrentan dos clubes más que centenarios: Atlético del Rosario nació en 1867 y Belgrano en 1896.  Los dos fueron creados por empleados de las empresas dueñas por entonces de los ferrocarriles, en manos de capitales británicos.  Los rosarinos nacieron como club de cricket, y también se destacaron en fútbol. Belgrano Athletic también brilló durante muchos años como un club de fútbol hasta bien entrado el siglo XX.

  El rugby debe ser el único deporte sobre césped que se juega aun con  el campo de juego embarrado y lleno de charcos. Así, una tarde como esta, en minutos los 30 jugadores parecen monstruos de la laguna, tapizados de barro, agua y césped.  Desde Rosario apenas llegaron unas 20 personas.  De Belgrano habrá unas 300, repartidas entre la tribuna verde de madera y zonas vecinas.

  Un empleado del club local está atento para ir a buscar la pelota cada vez que sale del campo de juego. Lleva un piloto de plástico amarillo, gorra y fuma, mientras mira el juego y cuando la ovalada vuela por el aire, sale de la cancha, y cae de lleno en algún charco, él va, en puntas de pie, con sus botas negras, a buscarla para que los rugbiers sigan con su juego.  

  El partido es una trenza e cuerpos embarrados, en la que predominan los de Belgrano. Uno, dos, tres tries, la cuenta sigue, a favor de los de Virrey del Pino. El público de los partidos de rugby suele conocer de primera mano lo que pasa en los clubes; no es frecuente-aunque hay casos-que alguien que vaya a ver un encuentro de rugby no sea socio de alguno de los dos clubes, o familiar de los jugadores. Es raro encontrar “hinchas” de un club que no sean o hayan sido socios, o que al menos no hayan jugado en su equipo. Eso le da un tono familiar, por momentos íntimo, al público.

  Así, en las tribunas de madera casi vacías de esta tarde de lluvia, un grupito de hombres, paraguas en mano, comentan, entre bromas sobre fútbol, que es el último partido de uno de los alas de Belgrano, Mateo Olivari, porque se va a estudiar.  Otro comenta que “parece” que a Hernán Olivari, primo de Mateo, le llegó la hora de dejar el deporte, pero por lesiones.  El partido se escurre como el agua entre las huellas de los zapatos que quedan grabados sobre la tierra, al costado de la cancha. El referee Ariel Guillén indica con el silbato que el partido termina. Belgrano 46-Atlético del Rosario 0.

  Hay que desandar el camino, adivinar dónde pisar para no hundirse en el barro, pasar por la puerta del bar desde donde salen aromas a café y tortas, pasar por el camino que bordea las canchas de tenis y que a su lado tiene un muro tapizado de enredaderas, salir a Virrey del Pino, caminar hacia la esquina de Forest, pasar por la “residencia para mayores” que sigue sin visitas, hacer dos cuadras por esa avenida y terminar en el cruce con Sucre, para ver dónde estaba la sala de ensayos de Soda Stéreo, ahora vuelta mansión, y cerrar el relato iniciado con Spinetta conectándolo con Gustavo Cerati.  Signos.

miércoles, 11 de julio de 2012

Oro

     Las Olimpíadas están a la vuelta de la esquina, y, como cada cuatro años, los medios, que sistemáticamente ignoran a casi todos los deportes menos al fútbol, básquet, tenis y poco más, esta vez sí se ocuparán de distintas disciplinas, empapados también con la ilusión de que alguna judoca o algún ciclista aporte una medalla para el país. En Rio de Janeiro 2016 volverá el rugby a los Juegos, en modalidad seven, y veremos qué sucede con Argentina.
   Hace 60 años, dos remeros, Eduardo Guerrero y Tranquilo Capozzo, ganaron para nuestro país la medalla de oro en remo en los Juegos Olímpicos de Helsinki. Precisamente Guerrero, al año siguiente de ese triunfo, comenzó a jugar al rugby en Deportiva Francesa, club con el que fue de gira a Europa en 1954 y del que luego fue entrenador. Remero, rugbier y...luchador de catch junto a Martín Karadagián, en el suculento libro de Daniel Roncoli El Gran Martín, aparece la siguiente historia protagonizada por Eduardo, que combina playas de Olivos, Deportiva Francesa, rings, vestuarios...:

   "Teníamos una troupe de amigos, para divertirnos, con algunos de los muchachos que estaban en el Luna Park. Era una troupe que funcionaba a espaldas de Martín (Karadagián). La llamábamos 'La troupe del Burro'. Nos encantaba ir a clubes, toda la ceremonia del viaje, vivíamos inmumerables anécdotas. Casi no ganábamos nada. Los líderes eran el primer Barba Roja, Alejandro Pirotta, que era un personaje. Él era un nene bien, de una familia bastante acomodada, un cajetilla que quería hacerse el ruso, que no hablaba bien el castellano, y era un jodón de novela. Tenía esa barba, esa contextura, ese cuello, y parecía una bestia. El otro era Luisito Gorrini, que era una figuria de la troupe de Martín. Éramos amigos del río, en Olivos. Ellos siempre cerraban el espectáculo yo aparecía como 'Guerrero' o 'El Guerrero', y hacía de bueno. Luchaba con el Porrudo Caruso, que era un tipo muy fuerte y me hacía pegar cada golpazo de novela, porque vos te entregabas y él no te iba: le tirabas un tackle y se corría. No te amortiguaba.
 
    Una vez, como yo iba mucho a Ramos Mejía porque con mi equipo de rugby, Deportiva Francesa, jugábamos ahí, en la cancha de la Ferretería Francesa, aparezco por los camarines y veo que todos empiezan a gritar, Karadagián especialmente: ¡¡Chevalier!, ¡Chevalier!". Yo miraba para atrás y no había nadie hasta que me guiñan el ojo y me avivo y voy hacia ellos. Martín me dijo por lo bajo: 'Te hago pasar por Chevalier, que hoy faltó y si falta alguno del programa de lucha no nos pagan. Hacete el gil'. Me hice el disimulado y una vez que los directivos del club nos dejaron solos en los camarines, me advirtió que Tenenbaum, que hacía de Chevalier, no podía llegar. 'Quedate tranquilo-me aclaró-, vos no te preocupés, yo te llevo'. Él ignoraba que yo sabía de catch y que luchaba en una troupe con muchachos que trabajaban para él, así que en el ring me empezó a dirigir para un lado y para otro hasta que yo le digo: '¡Dejáme!', y le hago tres o cuatro tomas y una patada voladora. Él se sorprendió y se puso contento. En un momento empiezo a cobrar y él a pelearse con el público hasta que de prontom enfurecido, me tira fuera del ring. Yo caí muy aparatosamente y desplomado, al pasar entre las cuerdas, y me di cuenta de que él pensó que me había golpeado mal. Hizo señas a un colaborador para que me asista y se fue haciendo grupo hacia los camarines, peleándose con la gente. Pero yo no tenía nada, estaba haciendo camelo. Así que subí al ring y empecé a buscarlo por un lado, por el otro. Hasta que le hago caso a la gente que bramaba y me voy corriendo para los vestuarios. Ahí la seguimos, empezamos a golpear con las palmas los armarios y de afuera pensaban que nos estábamos matando. Salió bastante linda la cosa y él quedó conforme.

  Y empezó a hincharme para que me sume a la troupe pero yo no quise saber nada. Él era muy vivo, muy astuto, muy piola; quería promocionarme, levantarme bien, el asunto de la medalla olímpica, para después romperme todo. Yo le dije que ni loco. Si quería, aunque me comiera crudo, le aceptaba un desafío, los dos en el ring, pero para nosotros, por amor al arte. Lo gracioso fue que al otro día del espectáculo me tocó jugar al rugby en Ramos Mejía y muchos de los chicos que habían ido al club a ver catch me empezaron a gritar: '¡Chevalier!, ¡Chevalier'. Y yo diciéndoles: 'Qué Chevalier ni Chevalier, yo no soy Chevalier...será un tipo parecido a mí."

viernes, 18 de mayo de 2012

La quimera de los héroes

   Esa película, dirigida por Daniel Rosenfeld, contaba la historia de un club formado por jugadores de origen toba, en la provincia de Formosa, dirigidos por un entrenador peculiar, Eduardo Rossi. Si vienen a la mente fragmentos de esa película, se recuerdan los momentos de esfuerzo de los entrenamientos de los tobas, practicando scrum empujando una aplanadora.  
Todos los martes y jueves, miles de personas, cada una por su lado, cruzan sus ciudades en busca de los lugares de entrenamiento de los clubes donde juegan rugby. Así, cuando uno se sube al colectivo 130 un martes al atardecer y ve a un chico con un bolso grande, en el fondo de la unidad y con ropa deportiva, imagina: “Este pibe debe ir a GEBA a entrenarse”.
  Pero también puede que un viernes te cruces con un grupo de personas que entran a un predio en Open Door, bien al oeste de la ciudad de Buenos Aires, y, a su manera ese día también van a entrenar, aunque no sea ni martes ni jueves. Es que en el Floresta Rugby Club tomaron el último día hábil de la semana como parte del entrenamiento, pero en vez de practicar scrum y line, cortan el pasto y marcan la cancha del predio donde el equipo juega de local en el Grupo IV de la URBA, desde 2009.

  “Open door” pareciera ser el lema de Floresta, porque incorporó a su plantel a muchas personas con poca o nula experiencia en el rugby. Y hasta se sumó un jugador colombiano. El entrenador del equipo es Carlos Federici, y pinta el panorama:

  “Hace dos años me había alejado de la actividad. Sabía que Floresta estaba sin entrenador, me contactaron a través de un conocido mío, que estaba en Floresta, y me dijo de acercarme. Me contacté con la comisión directiva y asumimos este año”.

-¿Cuál fue tu trayectoria como jugador y/o entrenador?

-Empecé en juveniles en Gimnasia y Esgrima de Ituzaingó, GEI. Después seguí en juveniles en Ateneo de Padua, en donde terminé siendo jugador, capitán y entrenador. Después me fui como entrenador a SAPA de Marcos Paz. Hice un parate de 2 años y acá estoy…


-¿Cuáles son las características que suelen tener los equipos de Grupo IV?

-Bueno, en general cuesta mucho tener juveniles, porque no siempre hay la contención correcta y, ante una oferta amplia de actividades, es difícil retener chicos.  Además, hoy por hoy, es más fácil retener a un chico en un ciber 4 horas que 2 horas en un club.  Por otro lado, veo muchos partidos de Grupo IV, y, salvo excepciones, no veo mucho compromiso, algunas personas tienen menos de 2 años de rugby y eso se nota.

-¿A qué apuntás en Floresta?

-A mí me gustan los desafíos.  En Grupo IV hay carencias de recursos, pero todo tiene otro sabor.  Cada escalón que sube el equipo me llena de satisfacción. Arrancamos la pretemporada con 10 personas, hoy hay 25.  Hay algunos altibajos en cuanto al compromiso, en relación al presentismo, pero hoy el plantel lo conforman unos 25 jugadores.  Vamos buscando subir pequeños escalones. Recién el año que viene llegará una camada de juveniles para reforzar a la primera.

-Al ser un equipo con poca experiencia en torneos oficiales, ¿hay que planificar un trabajo especial desde lo técnico?

-Sí,  tenés que hacer un trabajo como de escuelita, buscando mejoras en técnicas individuales. Es un trabajo lento, cuesta, es difícil; es como una juvenil que se recién se inicia, pero con gente de 20 a 30 años.

-¿Y en cuanto al compromiso, qué se pide?

-Fuimos claros con los jugadores en pedir compromiso en todos los niveles. Nos encontramos un escenario este sábado pasado (n. del r: Floresta perdió 177 a 0 con Beromama) con tener que jugar 14 jugadores por situaciones de falta de compromiso. En estos grupos se dice “si no entrenan no juegan” y después juegan igual. Conmigo no es así. Hay un compromiso: el que no entrena no juega, el que no tiene apto, fichaje, cuotas al día, tampoco juega, el que no genera un compromiso hacia el club tampoco.  Tengo jugando a un chico colombiano, de poco rugby, pero con alto compromiso, pero es titular desde inicio de le temporada, aun si por condiciones puede haber mejores. Juega de wing.

-Hablemos del partido del sábado ante Beromama…

- Tuvimos este golpe el sábado, pero creo les va a servir a los jugadores.   Tuvimos una charla sobre que la responsabilidad del partido es mía, pero puertas adentro lo iremos solucionando, las cosas hay que hacerla como corresponde. Hoy Beromama es el mejor equipo.  Me sorprendió en cuanto al juego que proponen y a la dinámica.

-¿Qué le falta a Floresta para mejor su juego?

-Floresta tiene baches durante el partido. Los partidos que puede llegar a ganar los pierde con baches, y esto lo digo sin quitarle méritos al rival. A los jugadores les falta creer que pueden llegar a ganar.  Buscamos un grupo homogéneo, y en la segunda rueda revertir los  partidos que se pueden ganar, aunque la actitud es de ganar siempre.  El año que viene trataremos de incorporar a jugadores que hoy están en M-19.  Y buscar mejoras en tackle y la técnica de pase. Eso, más reforzar la unión y el compromiso.  Eso es fundamental. Tuvimos entrenamientos con 4 jugadores, y hasta un sábado fue uno solo, el colombiano. Viajó en tren y colectivo hasta Open Door.

-A esta altura, hay que mencionarlo con nombre y apellido.

-Se llama Juan Pablo Benavídez.

-¿Qué fue de la vida del rugby del Ateneo de Padua?

-Desapareció la parte de rugby. Era un club que sufrió la mala decisión dirigencial cuando se logró un ascenso a Segunda, por la mala inclusión de un jugador, que estaba suspendido. Salió en la revista, creo que Test Match, una foto en primera plana del jugador, el tema llegó a la por entonces UAR y se sancionó al jugador, y al club, que se lo descendió. Y desde ahí hubo escisiones hacia Casa de Padua, y eso, más carencias de dirigentes…..todos los años había que renovar el plantel. Dos semanas antes de empezar el campeonato, de 25 jugadores se te iban 20. Ante eso y ante la falta de dirigentes, no se pudo sostener el rugby en Ateneo. Hoy en el equipo que juega el interempresarial que se llama Dolce Neve, hay mucha gente del Ateneo. Y entrenan en la vieja cancha de rugby del club, que ahora es de fútbol.

-GEI, Ateneo, SAPA, Floresta….¿qué te mantiene hoy con energía para dedicarte a entrenar rugby?

-Me inicié en GEI como jugador, también como entrenador, era una persona inquieta hasta que mi lugar fue el Ateneo. Lo que aprendí,  bien o mal trato de transmitirlo, y el compromiso es tratar de devolver las satisfacciones del rugby para otra gente que lucha por crecer.  

lunes, 7 de mayo de 2012

Morir en Occidente


   Philippe Ariès, intelectual francés, escribió con ese título un libro en el que analiza cómo se ha ido viviendo-valga lo extraño de la formulación-la muerte en las sociedades occidentales.  Francia, la patria de este historiador, fue una de las potencias europeas que se repartió parte de África como botín. Ahora, desde ese continente, llega una noticia sobre una muerte: Abedeen Shikhoyi, la capitana de la selección de rugby de Kenya, murió como consecuencia de las heridas en la columna vertebral que le causó una contrincante de la selección de Uganda, durante un torneo en la ciudad de Kampala, capital de este último país. Como las muertes de los que nos parecen lejanos pierden valor, y los medios poco o nada hablarán de este caso, hagamos lo contrario y, pensando en la fraternidad y la solidaridad, recordemos a Aberdeen.

  El final de su vida comenzó a tejerse a fines de abril, en el césped de un campo de juego de Uganda, defendiendo la camiseta de Kenya, cuyo seleccionado femenino de autodenomina “Las Leonas”.  El  “accidente” de juego sucedió con Christine Kizito, ugandesa,  de 106 kilos de peso. Algunos testigos hablan de un rodillazo en la espalda, otros de un choque accidental y otros hasta de un pisotón en el cuello. Como siempre en estos casos, sea en Nairobi, en Buenos Aires o en Mendoza, nada se aclara con precisión.

   Abedeen fue trasladada en avión a Nairobi, la capital de su país, para ser atendida.  Ella era además la capitana del único equipo de rugby femenino kenyano, el Mwamba RFC.

  El director general de la Kenya Rugby Football Union, Mwangi Muthee, dijo a la BBC: “Aberdeen era una chica muy, muy valiente, con un carácter muy fuerte. Era una líder natural, y esto hizo que ella muy rápidamente se convirtiera en la capitana del equipo femenino de Kenya y es un equipo que tiene mucho futuro.”

  Una de sus rivales, la jugadora de Uganda Josephine Namayeha, escribió en su muro de Facebook que estaba “todavía devastada por la muerte de nuestra hermana kenyana que murió por su país.  Hoy 7 de mayo será el funeral de Aberdeen, y la Kenya Rugby Football Union estuvo organizando eventos para recaudar fondos y así pagar el sepelio de la jugadora.  Antes del entierro habrá una ceremonia religiosa en la “Friends Church”, de Nairobi.

  En vida, Abedeen, de 27 años,  era robusta, no muy alta, con la piel chocolate y muslos especialmente desarrollados.  Sus amigos le decían “Abesh” o “Abby”.  Al parecer, se interesó por los deportes desde chica, incluido el fútbol, pero potenció ese gusto durante años de la secundaria en la escuela Makhohko Girls. Era la menor de una familia de 11 hermanos. Uno de ellos,  Livingstone Lihanda, reconoció que cuando “Abby” quiso jugar rugby, a su familia no le convencía, por los riesgos propios del juego.

   En pocos años se volvió figura del Mwanba y de los seleccionados de Kenya tanto de 15 como de 7. Sabía que el partido con las ugandesas iba a ser difícil, pero les decía a sus compañeras que estaba bien entrenada en el gimnasio. Un día antes, cantó una canción cristiana y hoy sus amigas de la selección recuerdan ese canto como una despedida...