viernes, 28 de octubre de 2011

Pequeño recordatorio del poder negro


La jira de los “All-Blacks”

  Desde la última vez que me ocupé en esta página de la jira que actualmente realizan por las canchas británicas los jugadores representativos de Nueva Zelanda, éstos han proseguido su actuación en forma por demás lucida y ya cuentan en su haber con otra victoria en un encuentro internacional.
  Mucho han escrito los comentaristas deportivos ingleses en los últimos meses sobre la supuesta inferioridad de estos “All-Blacks” de 1935 con respecto a los conjuntos de 1905 y 1924 que dejaron de su paso por esas canchas un recuerdo imborrable. En síntesis, los comentarios asignan escaso valor a los delanteros, sosteniendo que, malogrado su gran gran peso y corpulencia, no han constituido en ningún momento el pack completo y pleno de recursos que hay derecho a esperar en una selección neozelandesa. En cuanto a los backs la crítica es más benévola, pero no deja de señalar que estos jugadores no han demostrado ninguna técnica  nueva ni su juego ha tenido mayor brillo ni originalidad, aunque algunos hombres, en especial C.J. Oliver y T.H.C. Caughy, son reconocidos por todos como estrellas de primera magnitud. Anotados estos reparos, el lector se preguntará, con sobrado motivo, ¿si tienen estos defectos, cómo es que ganan sus partidos? Un pesimista podría extraer de ello una conclusión nada halagüeña  sobre el actual estado del rugby británico, peor la generalidad de los críticos atribuyen sus triunfos a dos factores fundamentales. El primero es la forma intensiva en que los “All Blacks” practican el “backing-up”, o sea el apoyo al hombre que lleva la pelota. Esto ha sido siempre la base fundamental del juego neozelandés y el equipo actual, no obstante sus defectos, ha sabido conservar esa virtud, en tal forma que ha hecho decir a un cronista “que siempre parece que hubieran más jugadores neozelandeses en la cancha que sus adversarios”. En segundo lugar se atribuyen sus éxitos al oportunismo de sus backs, pues una gran parte de los tantos que han obtenido lo han sido mediante el aprovechamiento rápido y certero de un error cualquiera cometido por un jugador contrario.
   Sería vana pretensión en quien no los ha visto jugar ensayar un juicio sobre el acierto de los comentarios que he reproducido más arriba, pero hay dos hechos objetivos y ciertos que merecen ser destacados. Sean o no sean un gran equipo, los “All-Blacks” han cumplido una campaña magnífica y a menos que les suceda algún desastre inesperado en los muy pocos partidos que les quedan por jugar, terminarán su jira con una foja de servicios perfectamente comparable con las que ostentaron sus predecesores de 1905 y 1924 y los conjuntos sudafricanos de 1912 y 1931. En efecto, han jugado hasta ahora 26 partidos, de los que han ganado 24, perdiendo 1 y empatando 1.
   En segundo lugar es indiscutible que los resultados de los encuentros revelan un gran equilibrio de fuerzas ente los “All-Blacks” y los diversos conjuntos que le han sido opuestos, puesto que los scores abultados han sido la excepción y no la regla como en jiras anteriores. Los partidos definidos por muy escaso margen han sido muchos y debe admitirse que en algunos de ellos, por lo menos, el factor suerte ha influido en el triunfo obtenido por los visitantes. Al releer lo escrito más arriba se me ha ocurrido que hay una gran semejanza entre lo que se comenta de este equipo neozelandés y lo que se decía aquí de San Isidro en la época del gran predominio de ese club alrededor de 1927. Tenía entonces San Isidro delanteros extraordinariamente pesados, pero de escasa técnica y que no sacaban todo el partido posible de su peso; sus backs eran sólidos, pero no brillantes, y el gran poderío del equipo residía en su habilidad para el “backing-up” y la forma en que aprovechaban todas las oportunidades que se les presentaban en el transcurso de los partidos y especialmente los errores de los adversarios. También ellos solían ganar bastantes partidos por escaso margen de puntos y, para que nada faltara en paralelo, era también costumbre en el ambiente atribuir muchos de sus triunfos a la intervención de la suerte a su favor.
Su actuación en Irlanda

   El programa preparado para la jira de los “All Blacka” comprendía solo dos partidos en Irlanda, uno contra Ulster en Belfast y otro contra el seleccionado nacional irlandés en Dublin. De paso cabe anotar que la separación política entre Ulster y el Estado Libre de Irlanda no ha implicado su separación en el rugby y que la Unión Irlandesa del Rugby sigue gobernando el deporte en todo el país; la selección irlandesa es, pues, representativa de toda Irlanda.
   El primer encuentro se jugó el 30 de noviembre, día de frío glacial con lluvia y viento helado. Estos factores perjudicaron el desempeño de los neozelandeses, nada acostumbrados a tales calamidades meteorológicas, y el resultado final fue un empate en tres puntos por bando, siendo éste el primer partido que los visitantes no conseguían ganar desde su primera y única derrota sucedida en Swansea dos meses antes.
   Tal resultado no hizo sino aumentar la expectativa alrededor del match con Irlanda que se jugó en Dublin el sábado siguiente, pues se esperaba que la selección irlandesa, lógicamente superior a la del Ulster, aunque integrada en parte por los mismos jugadores y que, además, es el actual detentor del campeonato internacional británico, opondría gran resistencia a los visitantes, no faltando quienes opinaban que los derrotaría, resultado que hubiera tenido gran resonancia.
   El partido se encargó de descartar tales esperanzas, pues si bien fue reñido en todo su desarrollo, los “All-Blacks”, demostrando su habitual capacidad para “agrandarse” cuando hace falta, se posesionaron de la delantera a los tres minutos de iniciada la lucha y no la abandonaron más. En el primer tiempo los visitantes anotaron tres tries por intermedio de Gilbert, Oliver y Harte, todos a raíz de corridas de tres cuartos, convirtiendo Gilbert  uno de esos tries, mientras que los irlandeses descontaron ventajas con un try marcado por Beamish y no convertido  y un “penalty-goal” que convirtió A. Bailey, terminando el período con ventaja neozelandesa de 11 puntos a 6. El segundo tiempo fue menos interesante, y los únicos tantos se marcaron a raíz de “penalty-kicks”; Gilbert acertó dos tiros de esta naturaleza a favor de los visitantes, mientras que Siggins hacía lo propio con uno otorgado a los locales. El score final de 17 a 9.
 Por Free-Lance, revista El Gráfico, 21 de diciembre de 1935.

1 comentario:

  1. ¡Qué buena recuperación de la historia! Enterarse de algo que salió en un Gráfico en 1935 está entre las maravillas que facilita Internet. Gracias. Marina.

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Tomémonos unos instantes para pensar qué se va a escribir. Mensajes agresivos, publicidades, chismes, van directamente a la papelera de reciclaje. Gracias.