martes, 11 de marzo de 2014

Los exámenes de marzo


  “Como quisiera ser/ el dios del amor/ llevarte al  Olimpo para darte un beso/ tenerte a mi lado  junto a las estrellas por el  infinito más allá del cielo/ sé que por ser pobre  vivo tu desprecio no tengo dinero que lo compre  todo/ ojalá que un día  encuentres el oro que te hace falta  como a ti te quiero/ el dolor se acaba/ el alma no muere/ay ay ay cariño como me haces falta…” Esa canción que interpretaba la banda tucumana de cumbia Granizo Rojo se escuchaba a principios de los ’90 y cuando uno pensaba que se había extinguido, ahora,  a las 8 y 30 de la mañana de un domingo, a metros del Camino del Buen Ayre, rebota por el aire de la zona. El origen: el equipo de audio de un Falcon gris, rodeado de pibes y pibas que, probablemente, estén quemando los últimos cartuchos de una noche larga. Hay un par con la remera de River, algunas botellas de cerveza por el asfalto, un kiosco que funciona en el ventanal de una casa con carteles escritos con tiza blanca para promocionar la mercadería.  El grupo mira a los que cruzan la esquina dentro de sus autos. Es lógico: ¿a qué viene la gente a esta hora de la mañana, por el barrio? Pese a los prejuicios, no pasa nada. Los visitantes ingresan, con caras de dormidos,  con sus coches, al predio de El Retiro Rugby Club.


   Mientras por el fondo del club se sucede la autopista, con autos grises, azules y negros que pasan como flashes por el cemento,  en la cancha de hockey del club florecen conos naranjas, amarillos y violetas.  Los temas de Granizo Rojo se mezclan con otra voz masculina, metálica, que sale de otro equipo de audio colocado sobre una mesa, y dice cosas como: “En 18 segundos comenzará la prueba”:…”nivel dos tres”, “escuche la cassette” y así. Una tercera franja de sonido se suma: el traqueteo de los vagones azules y blancos del ramal San Martín, que, por una vez, no viajan repletos de gente.  En este día que comenzó con sol y cielo limpio El Retiro albergará en pocos minutos el testeo físico obligatorio de los referees porteños.


  El “Beep Test” es la prueba que deben realizar los árbitros menores de 45 años, y los mayores de esa edad que así lo deseen.  Es un examen con bastante desgaste, inventado en Canadá hace más de 30 años, que implica correr de un lado a otro entre dos marcas colocadas a 20 metros de distancia. De a poco, se suman los referees que llegan desde distintos lados: uno de Moreno, otro de Lomas de Zamora, otro de Pacheco, otro de Villa Urquiza, allá uno de Barrio Norte, por acá otro de Almagro.


  Comienzan a pasar el test los referees, en tandas, como muestra la foto extraída de la página de ARURBA.  Con el correr de los segundos, más que de los minutos, las piernas pesan, falta el aire y, en general de a uno, dejan la prueba. Los más aguantadores llegan hasta niveles muy altos, y, como corresponde, los que miran  lo despiden con aplausos.


   Sin llegar a creer que es un martirio (a fin de cuentas, nadie obliga a un referee de rugby a tener ese rol), no quedan dudas de que es una posición con un sacrificio particular: se referea por un viático, el árbitro va y llega solo al club donde lo designan, que obviamente nunca es el suyo, siempre está expuesto a ser el pararrayos de cualquier quejoso y, en sí, el rugby es un deporte difícil de arbitrar, por la cantidad de leyes y de márgenes que quedan a cargo del juez.  Además, y quizá por herencia de la cultura inglesa, hay reglas escritas pero también otras que no, basadas en la costumbre, que se ajustan cada temporada.


  El Retiro está bien cuidado; los más de 100 autos de los referees entran sin problemas; hay juegos para los chicos, los espacios verdes están muy bien mantenidos.  El rugby llegó a este club de la mano de ex jugadores de Cardenal Stepinac, equipo que durante años transitó las categorías del ascenso  porteño.  Mientras en este instante los árbitros ingresan al quincho del club para una charla de unificación de criterios, a cargo de Sebastián Figueroa,  se ven colgadas en las paredes fotos y camisetas del viejo Stepinac, incluida una remera enmarcada, con los colores azul, rojo y blanco, que perteneció al “Polaco” Riedel, histórico jugador, dirigente y entrenador, fallecido en 2013.  También hay imágenes de diferentes categorías de El Retiro, ya con la vigente remera roja.


   Figueroa explica los criterios sobre todos los aspectos del juego: ruck, maul, scrum, tackle, line out, juego peligroso y demás.  Los árbitros de todas las divisiones prestan atención;  salvo la voz de quien explica, apenas se oye el giro de las aspas de dos ventiladores antiguos y algún ringtone, inevitable, que suena en un bolsillo. La charla dura un buen rato y termina pasado el mediodía. Todos hacen fila para llevarse algo de la parrilla humeante, mientras dos perros flacos y de colores indefinidos suplican un bocado.

   Así se comparten historias: dudas reglamentarias, una vez que al árbitro lo asaltaron cuando a pocas cuadras de la cancha de tal equipo, cambios en los entrenadores de tal otro. Uno de los valores del rugby que se predica desde siempre es que “el referee siempre tiene la razón” y que no se le discuten los fallos, menos que menos se lo insulta desde las tribunas.  Abundan los carteles con esas advertencias en muchos clubes, de metal, de madera, de plástico, en forma de volantes entregados en mano.  Pero probablemente varios de estos árbitros deben creer que, muchas veces, es a esta altura una frase que queda bien pintarla pero no cumplirla.


   Con el correr de los minutos, el grupo empieza a disgregarse. El Camino del Buen Ayre, ya en hora pico, transporta más y más autos a toda velocidad. El sol está escondido desde hace varias horas y el cielo tiene color blanco mate.  Los pibes del kiosco de la casa de la entrada duermen en sus casas, y Granizo Rojo es apenas un recuerdo en el aire.  Los autos de los árbitros buscan las calles para tomar la Avenida Roca, de Hurlingham, y, mientras en una placita se reúnen vecinos con banderas tricolores de Chacarita Juniors, cada conductor imagina su próximo partido, en donde ocupa esa posición tan particular, que oscila entre lo invisible la mayor parte del tiempo y lo súbitamente llamativo. Porque cuando suena el silbato y las miradas se concentran en su figura, más precisamente en sus manos, todos buscamos  interpretar cómo sigue ese  dibujo que desarrolla sobre el césped también llamado “partido de rugby”.

 

 

2 comentarios:

  1. Querés ser referee de rugby? Acercate a la A.R.U.R.B.A. Nosotros te capacitamos! Leonardo Cavallin. Secretario.

    ResponderEliminar
  2. Gracias al apoyo de los chicos de Prudential Seguros que acompañaron y colaboraron con el evento, gracias por las medialunas!

    ResponderEliminar

Tomémonos unos instantes para pensar qué se va a escribir. Mensajes agresivos, publicidades, chismes, van directamente a la papelera de reciclaje. Gracias.