lunes, 12 de diciembre de 2011

Papeles de la memoria

  “Tu imaginación me programa en vivo/llego volando y me arrojo sobre ti/salto en la música, entro en tu cuerpo/cometa Halley, cópula y ensueño/tuyo, tuyo, luna de miel, luna de miel”. Por las radios, en las discos, en las fiestas, era la canción del momento. No había myspace, ni videos en youtube ni canciones comprimidas que viajaban de una computadora a la otra. Lo único portátil era el walkman, y las pc eran un objeto más bien exótico en la mayoría de los hogares.  A mediados de los ’80 algo innovador era un cajero automático, un skate o un jueguito electrónico Casio, del tamaño de una billetera.  La pista que estallaba era la de New York City, en Villa Ortúzar, y la piña colada era un trago de moda.  Por las calles, el que quería agrandarse manejaba un Ford Sierra, o un Renault Fuego, aunque que a ciertas almas este último auto les parecía “grasa”.

   Todavía se escribían cartas y hablar por teléfono no siempre era fácil, porque ni andaban siempre las líneas, ni todas las personas tenían su aparato. Fijo, obviamente. El celular era otro elemento que apenas aparecía en alguna película estadounidense. Fiorucci estaba de moda en cuanto a la ropa, e ir a Pumper’s Nick era una salida interesante. Había una chica que prometía, y que se hacía llamar Madonna, y los sábados y domingos, en alguno de los únicos cuatro canales que se podían sintonizar en Buenos Aires, siempre tenía que emitirse un programa que duraba 5 o 6 horas. 

  Otra opción de los sábados era ir a ver rugby. Como ahora, ya que esa costumbre no cambió, a diferencia del fútbol, que se desparramó de los domingos a todos los días de la semana, en cualquier horario, con tal de que se abastezca a la televisación.

  Sin Internet en el ambiente, y con el cable poco extendido-aunque ya existían canales-, informarse era, básicamente, depender de la televisión de aire, de las radios y de la veterana prensa en papel, a través de revistas y diarios. Pero si lo que se buscaba era informarse sobre rugby, el espacio se reducía a algunas secciones deportivas de diarios, un programa semanal en el fantasmal Canal 2, que pasaba un partido importante de la fecha, y algún espacio en radios.

  Pero todas las semanas, en los kioscos, esperaba a su comprador la Test Match, la única revista semana con la información sobre el deporte de la ovalada. Una especie de biblia para los fanáticos del rugby, seguramente muy costosa de mantener. Cada edición traía comentarios de todos los partidos de todas las categorías del rugby porteño, con las formaciones de cada equipo, quiénes habían sido los referees, cómo era el estado del campo de juego, los tantos, las tablas de posiciones y demás.

   Así, uno podía encontrarse con la cobertura de un triunfo del SIC ante Olivos, como así también con el análisis y los datos de La Aguada ante Nueva Pompeya.  Podía hallarse la formación y comentario de un partido de cuarta división, en categoría juveniles, entre Champagnat y Pucará, y un resumen el torneo tucumano.

  Un número del 13 de mayo de 1987 mostraba los preparativos del viaje de Los Pumas rumbo a Nueva Zelanda, donde se iba a jugar el primer Mundial del deporte. La selección argentina estaba consideraba en el lote de los arriba, y en una encuesta de ese número, tanto entrenadores como periodistas y dirigentes, arriesgaban que Los Pumas por lo menos iban a meterse en los ocho mejores.  Quizás el aislamiento de cada selección por las inexistentes competencias regulares, salvo para loa europeos, fomentaba un optimismo sin bases reales. Argentina debutó ante Fiji, y perdió por goleada. Luego la pasaron por encima los All Blacks, y apenas si se le ganó a Italia. Fue un shock. Atrás quedaban los tiempos de las hazañas y se abrían años de tobogán deportivo.
   Pero en ese mayo de 1987, todo era optimismo-en el rugby al menos-y el invierno, que se acercaba, se combatía con café La Morenita, chocolates Cofler y Aero y galletitas Rex.  La Test Match número 49, esa de mayo, mostraba el batacazo de Atlético del Rosario al ganar el CASI en San Isidro. Luego, una publicidad del Banco Galicia promocionaba su “Cuenta joven”,  con las imágenes de dos chicos por entrar a un Banelco, y el cerdito metálico dando vueltas.
  Pasando las páginas, uno se encontraba con la firma de Alejandro Coccia en la crónica del partido del CASI. En 3 años, Coccia sería famoso por un tiempo, al aparecer en Videomatch, con un Marcelo Tinelli gordito y nervioso, que parecía un marido recién casado.

  En las fotos de los partidos se ven que los referees eran mucho mayores que los actuales y que cada uno tenía una remera distinta. No había uniformes. Los jueces de touch eran allegados de cada club, y a veces podía ser un empleado que usaba un trapo a modo de banderín.  Al lado de la crónica de un triunfo de Belgrano ante San Cirano, Drean publicitaba su computadora Commodore 64, la “top” del momento. Al ver la imagen de ese teclado y del que ahora uso, veo que no hay grandes cambios, aunque sí los actuales tienen más teclas, ya que las F1, F2, F3 y otras no existían.

  Repasando las formaciones, uno se encontraba con que el partido Pueyrredón-Newman lo arbitraba Luis Darritchon, que a los pocos años tendría otro momento de fama como abogado de Luis Luque, hijo de un diputado peronista y condenado como violador y asesino de la chica catamarqueña Soledad Morales. Al año siguiente, Darritchon, abogado penalista de mucha trayectoria, iba a defender a un colega suyo, Mariano Cúneo Libarona-ex jugador de CUBA-, acusado de entorpecer la investigación del atentado contra la AMIA.  Darritchon moriría en 1998, mientras jugaba al golf en un campo de las afueras de Saladillo, once años después de aquel Puey-Newman.

   Los titulares de las notas hacían juegos de palabras, comunes entonces y ahora en las revistas, en especial en las deportivas. “Pucará se comió a los cubanitos”, para dar cuenta del triunfo del primer club ante CUBA, o “Alumni aprovechó las ventajas de este Banco”, para hablar  de la victoria de aquel ante Banco Nación, en ese momento un equipo muy poderoso y hoy en la lucha por no caer a la tercera categoría.

  Otra publicidad anunciaba la televisación en directo de los partidos de Los Pumas en el Mundial por Canal 2. Por esos años, ese canal se veía muy mal en Capital y alrededores. Su imagen  saltaba, o se veían a las personas multiplicadas por dos y por tres, como si nuestros ojos estuviesen teñidos de alcohol. Guillermo Alonso-director de Test Match- yAlberto Sáenz se anunciaban en los relatos y comentarios, y Luis Bavio desde los estudios.

  Una sección grande dentro de la revista, coloreada totalmente de amarillo, era la dedicada al rugby juvenil, algo que hoy ningún medio gráfico hace con ese despliegue.  Un Pérez Companc aparecía jugando en la Quinta de Newman, y un Kraiselburd, pariente de un dueño de una empresa periodística asesinado por Montoneros, en La Plata.

  Otro hallazgo era que no tenían por qué ser partidos de los más conocidos los que recibían cobertura, aun dentro de la sección amarilla. Una crónica podía incluir la goleada de Pueyrredón ante San José, y estar firmada por Miguel Simón, uno de los periodistas hoy por más serios e informados en un ambiente repleto de showmans. Hablando de show, una tarde fría de mayo de 1987, se había acercado hasta el Tigre Rugby Club un tal Mariano Iúdica, para cubrir el partido de los locales ante Los Pinos.

  También hoy en ESPN, Raúl “Rulo” Taquini, aparecía en la categoría de menores de 23 de CUBA, jugando un partido y ganando a Buenos Aires. Biei incluía en ese equipo Mac Adam, Phlipot, Back, Ryana, Botting, Smith y como entrenador a Harrison. Había más presencia de apellidos ingleses que en la actualidad. El referee del encuentro era Florencio Varela, abogado defensor de varios militares acusados de crímenes durante la última dictadura militar.

  Por la revista pasaron además otros periodistas que se consolidaron en medios gráficos, como Alejandro Cloppet, Pablo Mamone, Santiago Roccetti,  Mariano Ryan y Walter Raiño, entre otros. Y también me surge la duda sobre aquellos de los que hoy no se conoce su rastro en los grandes medios, más allá de su solvencia profesional.  ¿Quién era el Fernando Andreatta que escribió la crónica del triunfo de CUQ ante Liceo Militar? ¿Qué hacía en ese entonces y qué hace ahora el Mario Fridman que cubrió en Del Viso Deportiva Francesa-Manuel Belgrano?  ¿Y el Leonardo Medvedoff que vio La Plata-San Carlos? ¿Y Eduardo Román que escribió sobre SITAS ante Liceo Naval?

  Luego de las páginas amarillas de juveniles, venía la parte dedicada al rugby de las categorías de ascenso. Nadie volvió a intentar algo igual. La revista cubría todos los partidos de todas las categorías, así que estaban cubiertos un San Fernando-Los Tilos en segunda, hasta un Banco Hipotecario-Los Cedros, en Vila Celina, en la tercera-que se llamaba ascenso, pasando por encuentros como Porteño de San Vicente-DAOM  o San Marcos-Tiro Federal de Campana, en Monte Grande.

  Fernando de la Rúa jugaba en esa época en Buenos Aires, claro que no era el futuro presidente de los argentinos.  En la misma categoría jugaba el que quizá fuera el único rugbier porteño de ascendencia mapuche, Luis Coliqueo, en el Lomas.  Recuerdo a Coliqueo, macizo, morocho y de pelo largo, quien jugó muchos años con la camiseta verde, amarilla y roja de los lomenses.  En Hindú jugaba y era goleador Juan Pablo Aizenberg, hoy dueño de la cadena de librerías Santa Fe.

  Bajando un escalón, en la tercera categoría, en Banco Hipotecario formaba parte del plantel un chico rubio de rulos y ojos verdes, Gustavo Otero, que años después sería preparador físico de muchos clubes de fútbol, incluyendo el reciente Boca campeón dirigido por Julio Falcioni. En la cuarta categoría, que se llamaba “Clasificación”, estaba San Andrés, hoy en Primera. Los azules del norte tenían muchos “british” entre sus titulares: Poper, Cormack, Duggan, Mills, Ross y Cooper.

  Por último, un homenaje para aquellos equipos que ya no están, borrados por distintos motivos:

*San Ignacio, que estaba formado originalmente por estudiantes de las escuelas Raggio, de Núñez, y que jugaba en San Isidro.

* Cardenal Stepinac, que dejó de jugar rugby luego de que un jugador, Luis Benítez, sufriera un accidente durante una gira en Nueva Zelanda y quedara discapacitado-aunque milagrosamente se recuperó, años más tarde. La mayoría de los jugadores de Stepinac se fueron al club El Retiro, de Hurlingham, en el que introdujeron el rugby.

*Universidad de Belgrano, que tenía cancha en Moreno.

*Ateneo de Padua, de remera roja y verde a cuadros.

*La Aguada, que jugaba de local en el Parque de la Reconquista.

*Nueva Pompeya, que era de ese barrio porteño, tenía camiseta azul y blanca a rayas y un terreno en zona sur.

*Escuela Naval.

*Pilar

*Tiro Federal de Campana, cuyos jugadores se fueron para formar el actual Ciudad de Campana.

*Central Buenos Aires, el club de egresados del Nacional Buenos Aires con cancha en Florencio Varela.

  Como se suele decir, el pasado es otro país, y siempre es raro visitarlo…..