“Dejé Comunicación
porque se me complicaba para entrenar. Pero me encantaba la onda de la facultad,
hice todo el CBC en Puán, también un ambiente muy bohemio y de mucha
militancia, yo estaba fascinada. Cuando estudiaba Ciencias de la Comunicación
en la sede de Parque Centenario también disfrutaba mucho; me gustaban los
talleres de Expresión, cursé y aprobé los tres niveles. Y Semiótica me encantaba,
nunca volvés a ser el mismo una vez que la estudiás”(risas), cuenta Xoana, capitana
de SITAS y jugadora por muchos años del seleccionado argentino de rugby para
mujeres. Ella tiene 27 años, vive en San
Telmo y viaja tres veces por semana a El Palomar, para entrenarse junto a sus
compañeras.
“Quiero volver a
estudiar en la UBA, pero no sé si Comunicación; capaz me meto en Antropología,
Sociología o Trabajo Social, no lo definí”, reflexiona. Cuando cursaba en la
Facultad, no solía ser frecuente hablar con otros compañeros de deporte. “No
había muchas chicas que hicieran deporte; capaz algunas hacían hockey, con
ellas hablabas de que por los entrenamientos no podés reunirte a estudiar, o de
alguna lesión. Igual, me encantaba lo heterogéneo del ambiente, todo el mundo
tenía la mejor, no podría haber estado en un lugar donde todo era deporte y
nada más”, añade. También algunos les
señalaban, desde el prejuicio, que el rugby era elitista. “Estaba en algunos
eso, pero en mi casi y en muchos otros, sobre todo en rugby jugado por mujeres,
nada que ver. Yo todos los gastos me los pago, no tengo a nadie que me banque.
Yo soy una laburante”.
Claro que las
diferencias socioeconómicas que existen por fuera del deporte, repercuten
dentro de él. “Y, a un chico de Alumni ya
desde los 3 les dan una pelota de rugby, a los 18 ya tiene todas unas destrezas
que una chica no. A lo mejor ese chico estudiará en la UCA, los padres le
exigirán que estudie pero no necesariamente que trabaje, ahí hay otro poder
adquisitivo. Ese chico tendrá acceso más rápido a un auto, y todas esas cosas”,
dice.
La familia de Xoana no tenía nada que ver con
el rugby. Ya de chica, cuando tenía 11 años, les había pedido a sus padres que
la llevaran a jugar ese deporte a algún club. Ellos se negaron y esperó a ser
mayor de edad para empezar a practicarlo. Primero recaló en Gimnasia y Esgrima
de Ituzaingó (GEI), uno de los clubes pioneros en el rugby para mujeres, y al
tiempo, junto a otras jugadoras, buscó otros rumbos y se fue a SITAS, club de
la colectividad italiana que tiene muchos otros deportes. En la foto, ella
aparece con la remera de esa institución.
“Sitas nos abrió las
puertas desde un primer momento, nos brindaron todo. Ellos querían tener rugby
para mujeres y nosotras ya éramos un grupo. Y siempre nos sentimos muy cómodas
en el club. Ni bien hablamos con la Subcomisión de Rugby, nos pusieron un
entrenador. Y con los chicos de las categorías juveniles y con los del plantel
superior está todo bien”, destaca. Inclusive la parte física de los entrenamientos
semanales la realizan junto con los jugadores de divisiones inferiores. “Los
chicos entrenan con nosotros, entonces ya van viendo como algo natural ver a
una mujer tacklear, o dar un buen pase. El machismo es algo cultural”, agrega.
Xoana, una de las
mejores jugadoras del torneo de rugby de Buenos Aires, asegura que en Argentina
“hay mucho machismo y el ambiente del rugby es todavía más machista. De los
clubes de Primera solamente La Plata tiene rugby para mujeres. En SITAS, los
chicos de juveniles ya tienen incorporados vernos entrenar y jugar, ya ven de
otra manera el rol de la mujer”. El club
donde juega Xoana es uno de los más sólidos del campeonato, y el año pasado
terminó tercero, detrás del campeón Centro Naval y de La Plata. “Veníamos siendo pocas chicas, 8 o 9, hasta
llegamos a jugar partidos con 6, pero ahora somos entre 15 y 18 entrenando, un
muy buen número”, agrega, con miras al comienzo del campeonato de Buenos Aires,
previsto para el 12 de abril. Cabe aclarar que el torneo se juega en versión
seven, no con quince jugadores como en el rugby de hombres.
Sosa fue convocada para la selección argentina entre 2008 y
2014, y jugó torneos en Estados Unidos, Chile y Uruguay, entre otros lados,
defendiendo los colores de Argentina. “Con
las uruguayas y con las chilenas, especialmente, salen partidos muy aguerridos,
duros, pero después del partido, en el tercer tiempo, está todo bien”, cuenta.
A nivel de América del Sur, el seleccionado argentino está detrás del
brasileño.
“Hay cosas
culturales. En Argentina a las chicas nos educan para ser pasivas, y a los
nenes para que sean más activos. O mismo en el gimnasio, cuando voy a entrenar
y le pido la mancuerna de 10 kilos a un chico, se me queda mirando como
diciendo: ‘¿Para qué la querés’”, explica. También sorprende a sus vecinos de
San Telmo con los cambios de look, que alternan entre ropa muy deportiva para
ir a entrenar y pollera con tacos altos,
con pocas horas de diferencia.
Sus compañeras en
SITAS tiene ocupaciones diferentes: hay dos profesoras de Educación Física, una
chica que trabaja en una heladería, otra que está en la Marina, otra cuida
personas mayores y así. Dice no temer a los golpes propios del juego. “Yo si me
tacklean fuerte sigo; si algo me dolió, que no se note. En todos los partidos
siento mucha adrenalina, me pongo nerviosa de querer jugar, nunca sentí miedo
ante la posibilidad de un golpe o una lesión. A veces hay mitos; hay chicas que
tacklean un montón, y hombres que no lo hacen. He visto la garra que le ponen
las chicas de Ezeiza Rugby o de Atlético San Andrés, ¿qué sabemos si los
hombres de esos equipos tacklean más que
ellas?”.
“A veces me
preguntan qué piensa mi novio de que juego al rugby. Por suerte vos no me
preguntaste eso (risas). ¿Me preguntarían qué piensa mi novio que trabaje de
empleada administrativa? Así que no me importa qué piense mi novio, ya me
conoció jugando”, remarca. Tiene hechos
tres dreadlocks en su pelo, aparte de Nonpalidece escucha a los portorriqueños
de Cultura Profética y por estos días vuelve fundida de la pretemporada
exigente con su equipo. Xoana concluye: “La pretemporada genera amor/odio, a
veces estás contenta por haberla resistido y a veces pienso por qué llego a
medianoche a mi casa, cansada y muerta de hambre. Como todas las pasiones,
somos esclavas de ellas.”
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