A la izquierda, el
Riachuelo se abre para desagotar sus aguas en el Río de la Plata; a la derecha,
la Isla Maciel, con sus casas de chapa y
ladrillos y la platea de San Telmo que emerge entre las viviendas, como un
monumento. El calor que se condensa en
la Autopista, aunque sean recién las 7 de la mañana, anticipa un sábado
pesado. La cinta gris que conecta Buenos
Aires con La Plata recibe a los autos que se fugan de la ciudad en la última
escapada del año. Dock Sud, Wilde, Bernal, Quilmes, Berazategui, Hudson, los
nombres que se suceden a los costados.
Se ven tosqueras, monoblocks, viviendas de emergencia, descampados,
countries, puentes, peajes, estaciones de servicio. Una salida indica “Mar del Plata”, y hacia
allí se va el grueso de la manada de vehículos, oliendo arena y espuma de mar.
Pero en línea recta
uno se acerca a La Plata. Villa Elisa, Ringuelet, los accesos a Ensenada y
Punta Lara…y rotondas mediante, se ingresa en la capital provincial. La Avenida 32 con su boulevard nos acompaña,
mientras nos acostumbramos a los semáforos que pasan del verde al rojo sin
escalas y a la cantidad de árboles que se ven por toda la ciudad: acacias,
plátanos, fresnos, naranjos. Más
adelante, se gira a la derecha en la Avenida 19, y unas cuadras más, otro giro
hacia la izquierda, por la calle 522, y, en pleno Barrio Obrero, está el Club
Los Tilos, otro de los árboles más vistos en La Plata.
Uno de los costados
del club lo serpentea el Arroyo El Gato, ese que se desbordó en las
inundaciones de abril que pocos recuerdan. Son las 8 de la mañana, y el
estacionamiento está prácticamente vacío. Apenas hay 2 o 3 autos, de los que
bajan unos hombres con heladeritas y paquetes de facturas. Entran a uno de los
quinchos del club, y comienzan a cambiar su ropa por remeras negras, verdes o
naranjas.
Por el resto del
predio, de la nada, empiezan a brotar grupos de pibes y adultos, con bolsos,
termos, sombrillas. Podría pensarse que
se trata de un gran picnic. Pero de a poco empiezan a aparecer chicos de 18
años cambiados, y junto a aquellos hombres de la heladerita y las facturas,
referees, van hacia las canchas 1, 2, 3, 4, y 5. Son las 9 de la mañana, y entre modorras y
apuros, comienza el Seven anual de la categoría M-18, Grupo II, que organiza la
URBA.
Este tipo de torneos
lleva en su ADN la fiesta; suelen hacerse para terminar el año, o durante el
verano, lo que lo acerca a las Fiestas y las vacaciones; es más dinámico que el rugby de 15 y también
más chispeante, como un champagne. Y
además permite el cruce de muchos equipos en un mismo día: así, Varela Junior
juega con Newman (el campeón, en la foto) , Municipalidad de Vicente López con
el CUBA, El Retiro con Belgrano, Albatros con Buenos Aires.
“Seven”, más allá de
remitir a una gaseosa, también se relaciona
con una gran película de 1995, protagonizada por Brad Pitt, Morgan Freeman y
Gwyneth Paltrow, llamada en castellano “Pecados capitales”. Recapitulando esa
lista de vicios de los que habla el cristianismo, y observando el sábado de sol
en Los Tilos, con los sub 18 corriendo como gacelas y música electrónica
saliendo de los parlantes al lado de los quinchos, uno encuentra, mientras toma velocidad mental:
+Lujuria: en aquel padre panzón, con chomba celeste Lacoste,
bermudas grises y sombrero de cow boy blanco, que mira a la novia de su hijo
que, con musculosa negra y minishorts de jean, se pasea de aquí para allá como
en una pasarela, ajena a CUQ-Alumni.
+Pereza: en ese wing pasado de peso, que tiene que ir a
jugar el último partido de su equipo, ya sin chances de clasificar, de la
cancha 1 a la 5, en la otra punta del predio.
+Gula: en el entrenador
de remera blanca y jeans, que busca desesperadamente el tercer sándwich de
bondiola de la jornada.
+ira: en otro padre, de camisa a cuadros, que cree que la
derrota del equipo de su hijo es poco menos que una desgracia.
+Envidia: del referee que mira a un jugador que no pasa los
70 kilos cuando él ya superó los 100 hace rato.
+Avaricia: de la
madre que le dice a su hijo menor, de 5 años, que no le compra otra gaseosa, “porque
le va a hacer mal”.
+Soberbia: del pilar
que encara decidido hacia el ingoal contrario en mitad de cancha, no le pasa la
pelota a su compañero tres cuartos mejor ubicado y, sobre la línea de 22 metros
del rival, es tackleado como una bolsa de papas por un adversario, que además
la saca el balón e inicia un contraataque letal…
Y así, con pecados
capitales, se consume el sábado platense, con Newman campeón, y con el regreso
cansado de todos a sus hogares, la gran mayoría por la Autopista, con el sol
dándose su baño de inmersión diario en el horizonte.
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