“Entre la ruta y este cielo eterno/Entre los árboles y el verde suelo”, canta Chiatello, en una de sus canciones más bellas, titulada “Viajando”, del disco “Lo simple”. Algo así se palpa en el ambiente, cuando comienzan a desfilar los álamos al costado de la ruta 22, protegiendo manzanos, ciruelos y perales. Ya quedaron muy atrás Chimpay, cuna de Ceferino Namuncurá, y también Villa Regina y Padre Stefenelli. Un giro a la derecha, ingreso a una avenida, atravesar un canal apodado “canalito”, después las vías del ferrocarril y ya se está en el centro de General Roca. La plaza con una feria, la iglesia, una fuente, un pianista que toca canciones a la gorra; la calle Tucumán, restoranes, kioscos de revistas, bancos, locales de ropa. En una esquina, el Bar 43, parada obligatoria para muchos roquenses. Unas cervezas para matizar el calor del verano, y, mientras se toman los últimos sorbos, contemplar en la pared de ladrillos a la vista una camiseta azul y roja enmarcada, junto a recortes de diarios, una remera de la selección italiana de rugby, otra de Los Pumas.
Alguien pasa el dato: “le das derecho por la
calle de la vía, le das y le das, y ahí lo tenés”. ¿De qué habla? Del Roca
Rugby Club. Entonces, le das derecho por la calle de la
vía, le das y le das, aunque para el que está acostumbrado a padecer las
distancias de Buenos Aires no resulta largo el trayecto, y ahí aparece el club,
asoleándose y vacío, salvo por una persona que estacionó su auto en la entrada
y ahora corre bajo el calor de la tarde roquense, dando vueltas a una de las
canchas. Un calor, como se sabe, con poca humedad y sin ser anticipo de
tormenta rabiosa. Hay tantos eneros en Argentina como ciudades. Los álamos,
otra vez, aparecen, rodeando todas las instalaciones del club.
“En
los inicios del rugby en General Roca, jugábamos en lo que era un baldío, de
tierra, enfrente de la cancha actual del
Deportivo Roca y donde hoy, justamente, se encuentra la parroquia Cristo
Resucitado. Éramos chicos de entre 9 y 12 años, y nos enseñaban obviamente
personas más grandes. Ya nos llamábamos Roca Rugby”. Bernardo Carbajal, ingeniero químico,
roquense de nacimiento, cuenta desde el living de su casa, una noche de inicios
de enero, esa historia, la del rugby en el corazón de Río Negro.
“Después dejé porque me fui pupilo a Buenos
Aires, al Colegio Ward, que no tenía rugby en ese momento, entonces ahí yo
jugaba al básquet. Cuando volví, ya con edad de secundario, me prendí de
vuelta, no con el Roca Rugby, sino con un equipo del colegio, que era el
Domingo Savio. Armamos un equipo para participar de torneos intercolegiales. En
realidad, el equipo surge porque había un equipo en Neuquén, del Colegio Don
Bosco, y había una rivalidad entre los dos colegios, porque los dos eran salesianos”.
Las instituciones, las personas, la vida
misma, tienen sus giros, sus piques inesperados. Algunos padres que colaboraban
con la parroquia también tenían a sus hijos en los planteles juveniles del Roca
Rugby; los chicos querían irse de gira y necesitaban fondos. Se organizó una
maratón, en conjunto con la Fundación Marianista, y se repartieron los ingresos
por publicidad. Y ahí nació la semilla de que, como parte del entrenamiento de
los pibes, tuviesen que hachar y recolectar leña y llevarla a zonas empobrecidas
al sur de Roca, como Cerro Policía, Aguada Guzmán, Loncovaca y Mencué, entre
otros lugares, para que sus habitantes la puedan utilizar durante el invierno.
Carbajal explica: “Fue una confluencia de
tres entidades. Una, la parroquia, que tiene una extensión muy grande, y que
hace un gran trabajo social, enfocado en mitigar las diferencias sociales,
sobre todo con la gente de la meseta, que vive en medio de un clima
tremendamente adverso. Otra, la Fundación Marianista, con sede en Buenos Aires,
de la que también formo parte, que consiguió distintos recursos y ayudas. Y el
Roca Rugby Club, a través de los padres y los chicos, que recolectaron la
leña”.
Carbajal es ordenado para hablar. Nunca
pierde el hilo del relato y además no deja cabos sueltos. Y dice: “Todo
significó una complementación de las tres instituciones, para que los chicos
tomaran conciencia de las realidades de esta gente de la meseta, y de cómo
ellos, con el rugby, podían colaborar.
Se entusiasmaron tanto que al terminar la movida, en invierno, ya planearon
volver, y ya están viendo que lugares tienen leña para ir a recolectar este
año.”
Qué buena nota, y qué bueno seguir expandiendo la movida de las notas más allá de Buenos Aires...vas a tener que volver a hablar con Moreno, "es por cuestiones de trabajo" =))). Abrazo grande. Marina.
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