lunes, 12 de diciembre de 2011

Papeles de la memoria

  “Tu imaginación me programa en vivo/llego volando y me arrojo sobre ti/salto en la música, entro en tu cuerpo/cometa Halley, cópula y ensueño/tuyo, tuyo, luna de miel, luna de miel”. Por las radios, en las discos, en las fiestas, era la canción del momento. No había myspace, ni videos en youtube ni canciones comprimidas que viajaban de una computadora a la otra. Lo único portátil era el walkman, y las pc eran un objeto más bien exótico en la mayoría de los hogares.  A mediados de los ’80 algo innovador era un cajero automático, un skate o un jueguito electrónico Casio, del tamaño de una billetera.  La pista que estallaba era la de New York City, en Villa Ortúzar, y la piña colada era un trago de moda.  Por las calles, el que quería agrandarse manejaba un Ford Sierra, o un Renault Fuego, aunque que a ciertas almas este último auto les parecía “grasa”.

   Todavía se escribían cartas y hablar por teléfono no siempre era fácil, porque ni andaban siempre las líneas, ni todas las personas tenían su aparato. Fijo, obviamente. El celular era otro elemento que apenas aparecía en alguna película estadounidense. Fiorucci estaba de moda en cuanto a la ropa, e ir a Pumper’s Nick era una salida interesante. Había una chica que prometía, y que se hacía llamar Madonna, y los sábados y domingos, en alguno de los únicos cuatro canales que se podían sintonizar en Buenos Aires, siempre tenía que emitirse un programa que duraba 5 o 6 horas. 

  Otra opción de los sábados era ir a ver rugby. Como ahora, ya que esa costumbre no cambió, a diferencia del fútbol, que se desparramó de los domingos a todos los días de la semana, en cualquier horario, con tal de que se abastezca a la televisación.

  Sin Internet en el ambiente, y con el cable poco extendido-aunque ya existían canales-, informarse era, básicamente, depender de la televisión de aire, de las radios y de la veterana prensa en papel, a través de revistas y diarios. Pero si lo que se buscaba era informarse sobre rugby, el espacio se reducía a algunas secciones deportivas de diarios, un programa semanal en el fantasmal Canal 2, que pasaba un partido importante de la fecha, y algún espacio en radios.

  Pero todas las semanas, en los kioscos, esperaba a su comprador la Test Match, la única revista semana con la información sobre el deporte de la ovalada. Una especie de biblia para los fanáticos del rugby, seguramente muy costosa de mantener. Cada edición traía comentarios de todos los partidos de todas las categorías del rugby porteño, con las formaciones de cada equipo, quiénes habían sido los referees, cómo era el estado del campo de juego, los tantos, las tablas de posiciones y demás.

   Así, uno podía encontrarse con la cobertura de un triunfo del SIC ante Olivos, como así también con el análisis y los datos de La Aguada ante Nueva Pompeya.  Podía hallarse la formación y comentario de un partido de cuarta división, en categoría juveniles, entre Champagnat y Pucará, y un resumen el torneo tucumano.

  Un número del 13 de mayo de 1987 mostraba los preparativos del viaje de Los Pumas rumbo a Nueva Zelanda, donde se iba a jugar el primer Mundial del deporte. La selección argentina estaba consideraba en el lote de los arriba, y en una encuesta de ese número, tanto entrenadores como periodistas y dirigentes, arriesgaban que Los Pumas por lo menos iban a meterse en los ocho mejores.  Quizás el aislamiento de cada selección por las inexistentes competencias regulares, salvo para loa europeos, fomentaba un optimismo sin bases reales. Argentina debutó ante Fiji, y perdió por goleada. Luego la pasaron por encima los All Blacks, y apenas si se le ganó a Italia. Fue un shock. Atrás quedaban los tiempos de las hazañas y se abrían años de tobogán deportivo.
   Pero en ese mayo de 1987, todo era optimismo-en el rugby al menos-y el invierno, que se acercaba, se combatía con café La Morenita, chocolates Cofler y Aero y galletitas Rex.  La Test Match número 49, esa de mayo, mostraba el batacazo de Atlético del Rosario al ganar el CASI en San Isidro. Luego, una publicidad del Banco Galicia promocionaba su “Cuenta joven”,  con las imágenes de dos chicos por entrar a un Banelco, y el cerdito metálico dando vueltas.
  Pasando las páginas, uno se encontraba con la firma de Alejandro Coccia en la crónica del partido del CASI. En 3 años, Coccia sería famoso por un tiempo, al aparecer en Videomatch, con un Marcelo Tinelli gordito y nervioso, que parecía un marido recién casado.

  En las fotos de los partidos se ven que los referees eran mucho mayores que los actuales y que cada uno tenía una remera distinta. No había uniformes. Los jueces de touch eran allegados de cada club, y a veces podía ser un empleado que usaba un trapo a modo de banderín.  Al lado de la crónica de un triunfo de Belgrano ante San Cirano, Drean publicitaba su computadora Commodore 64, la “top” del momento. Al ver la imagen de ese teclado y del que ahora uso, veo que no hay grandes cambios, aunque sí los actuales tienen más teclas, ya que las F1, F2, F3 y otras no existían.

  Repasando las formaciones, uno se encontraba con que el partido Pueyrredón-Newman lo arbitraba Luis Darritchon, que a los pocos años tendría otro momento de fama como abogado de Luis Luque, hijo de un diputado peronista y condenado como violador y asesino de la chica catamarqueña Soledad Morales. Al año siguiente, Darritchon, abogado penalista de mucha trayectoria, iba a defender a un colega suyo, Mariano Cúneo Libarona-ex jugador de CUBA-, acusado de entorpecer la investigación del atentado contra la AMIA.  Darritchon moriría en 1998, mientras jugaba al golf en un campo de las afueras de Saladillo, once años después de aquel Puey-Newman.

   Los titulares de las notas hacían juegos de palabras, comunes entonces y ahora en las revistas, en especial en las deportivas. “Pucará se comió a los cubanitos”, para dar cuenta del triunfo del primer club ante CUBA, o “Alumni aprovechó las ventajas de este Banco”, para hablar  de la victoria de aquel ante Banco Nación, en ese momento un equipo muy poderoso y hoy en la lucha por no caer a la tercera categoría.

  Otra publicidad anunciaba la televisación en directo de los partidos de Los Pumas en el Mundial por Canal 2. Por esos años, ese canal se veía muy mal en Capital y alrededores. Su imagen  saltaba, o se veían a las personas multiplicadas por dos y por tres, como si nuestros ojos estuviesen teñidos de alcohol. Guillermo Alonso-director de Test Match- yAlberto Sáenz se anunciaban en los relatos y comentarios, y Luis Bavio desde los estudios.

  Una sección grande dentro de la revista, coloreada totalmente de amarillo, era la dedicada al rugby juvenil, algo que hoy ningún medio gráfico hace con ese despliegue.  Un Pérez Companc aparecía jugando en la Quinta de Newman, y un Kraiselburd, pariente de un dueño de una empresa periodística asesinado por Montoneros, en La Plata.

  Otro hallazgo era que no tenían por qué ser partidos de los más conocidos los que recibían cobertura, aun dentro de la sección amarilla. Una crónica podía incluir la goleada de Pueyrredón ante San José, y estar firmada por Miguel Simón, uno de los periodistas hoy por más serios e informados en un ambiente repleto de showmans. Hablando de show, una tarde fría de mayo de 1987, se había acercado hasta el Tigre Rugby Club un tal Mariano Iúdica, para cubrir el partido de los locales ante Los Pinos.

  También hoy en ESPN, Raúl “Rulo” Taquini, aparecía en la categoría de menores de 23 de CUBA, jugando un partido y ganando a Buenos Aires. Biei incluía en ese equipo Mac Adam, Phlipot, Back, Ryana, Botting, Smith y como entrenador a Harrison. Había más presencia de apellidos ingleses que en la actualidad. El referee del encuentro era Florencio Varela, abogado defensor de varios militares acusados de crímenes durante la última dictadura militar.

  Por la revista pasaron además otros periodistas que se consolidaron en medios gráficos, como Alejandro Cloppet, Pablo Mamone, Santiago Roccetti,  Mariano Ryan y Walter Raiño, entre otros. Y también me surge la duda sobre aquellos de los que hoy no se conoce su rastro en los grandes medios, más allá de su solvencia profesional.  ¿Quién era el Fernando Andreatta que escribió la crónica del triunfo de CUQ ante Liceo Militar? ¿Qué hacía en ese entonces y qué hace ahora el Mario Fridman que cubrió en Del Viso Deportiva Francesa-Manuel Belgrano?  ¿Y el Leonardo Medvedoff que vio La Plata-San Carlos? ¿Y Eduardo Román que escribió sobre SITAS ante Liceo Naval?

  Luego de las páginas amarillas de juveniles, venía la parte dedicada al rugby de las categorías de ascenso. Nadie volvió a intentar algo igual. La revista cubría todos los partidos de todas las categorías, así que estaban cubiertos un San Fernando-Los Tilos en segunda, hasta un Banco Hipotecario-Los Cedros, en Vila Celina, en la tercera-que se llamaba ascenso, pasando por encuentros como Porteño de San Vicente-DAOM  o San Marcos-Tiro Federal de Campana, en Monte Grande.

  Fernando de la Rúa jugaba en esa época en Buenos Aires, claro que no era el futuro presidente de los argentinos.  En la misma categoría jugaba el que quizá fuera el único rugbier porteño de ascendencia mapuche, Luis Coliqueo, en el Lomas.  Recuerdo a Coliqueo, macizo, morocho y de pelo largo, quien jugó muchos años con la camiseta verde, amarilla y roja de los lomenses.  En Hindú jugaba y era goleador Juan Pablo Aizenberg, hoy dueño de la cadena de librerías Santa Fe.

  Bajando un escalón, en la tercera categoría, en Banco Hipotecario formaba parte del plantel un chico rubio de rulos y ojos verdes, Gustavo Otero, que años después sería preparador físico de muchos clubes de fútbol, incluyendo el reciente Boca campeón dirigido por Julio Falcioni. En la cuarta categoría, que se llamaba “Clasificación”, estaba San Andrés, hoy en Primera. Los azules del norte tenían muchos “british” entre sus titulares: Poper, Cormack, Duggan, Mills, Ross y Cooper.

  Por último, un homenaje para aquellos equipos que ya no están, borrados por distintos motivos:

*San Ignacio, que estaba formado originalmente por estudiantes de las escuelas Raggio, de Núñez, y que jugaba en San Isidro.

* Cardenal Stepinac, que dejó de jugar rugby luego de que un jugador, Luis Benítez, sufriera un accidente durante una gira en Nueva Zelanda y quedara discapacitado-aunque milagrosamente se recuperó, años más tarde. La mayoría de los jugadores de Stepinac se fueron al club El Retiro, de Hurlingham, en el que introdujeron el rugby.

*Universidad de Belgrano, que tenía cancha en Moreno.

*Ateneo de Padua, de remera roja y verde a cuadros.

*La Aguada, que jugaba de local en el Parque de la Reconquista.

*Nueva Pompeya, que era de ese barrio porteño, tenía camiseta azul y blanca a rayas y un terreno en zona sur.

*Escuela Naval.

*Pilar

*Tiro Federal de Campana, cuyos jugadores se fueron para formar el actual Ciudad de Campana.

*Central Buenos Aires, el club de egresados del Nacional Buenos Aires con cancha en Florencio Varela.

  Como se suele decir, el pasado es otro país, y siempre es raro visitarlo…..

lunes, 14 de noviembre de 2011

¡Penal!

Bolsos al hombro, por la calle asfaltada entre el muro y la granja que tiene patos y cerdos, se acercan. Se detienen debajo de unos árboles y se colocan pantalones cortos, botines y remeras azules. Toman un poco de agua de bidones de plástico y entran a un campo de juego, demarcado por líneas de cal, haciendo piques cortos y trotes. Ellos, detenidos de la Unidad 41 de Campana, jugarán en pocos minutos un partido de rugby con el equipo del CEAMSE, al costado de los pabellones donde pasan todo el día. Un puñado de guardiacárceles con armas largas ocupa posiciones en los costados del terreno. Un nuevo encuentro de Extra Brut, el equipo de los privados de libertad organizado por el Grupo Campana Oval, está por comenzar.
  Omar Amendolari, ex jugador de rugby de Tiro Federal de Campana, es el entrenador, junto con Jonás Pérez Leonardi. Mientras da las últimas indicaciones a sus dirigidos y se  protege del sol con la mano, Omar dice: “Con mi amigo Alejandro Pérez Quartesan, padre de Jonás, empezamos a trabajar en este proyecto, a instancias de un jefe del penal que ahora está en otra unidad, el prefecto Fernando Pirali, que nos pidió enseñar rugby en la cárcel. Obviamente arrancamos con miedos y precauciones”.
  “¿Esta gente por qué está acá? Por no cumplir reglas escritas y morales. Por eso el método de enseñanza del deporte que aplicamos es a partir del cumplimiento de las reglas”, dice Amendolari. Así, trata de inculcar no solamente el respeto al reglamento sino al rival, al referee y a los compañeros. “Buscamos no solamente que mejoren la parte técnica, sino que absorban el espíritu del juego, la caballerosidad, toda la parte no escrita en cuanto a valores”, agrega. También planean jugar muchos partidos “afuera”, para generar una integración más fuerte entre los detenidos y el resto de las personas.
   Los integrantes de Extra Brut entrenan martes y jueves la parte física, dentro del penal propiamente dicho. Los sábados juegan partidos en esta cancha que está “afuera”, que sigue siendo parte del penal pero que está rodeada de árboles y parque, y que es el primer campo de juego de rugby en una cárcel argentina. Durante 2010, fueron marcando el terreno, consiguiendo los postes y clavándolos en la tierra. E inauguraron la cancha con un amistoso en noviembre de ese año, ante el CEAMSE, el mismo rival de hoy, que ahora anota un try y saca ventaja.
     Daniel Cotto es de Zárate, donde trabajaba ayudando a su padre en un taller mecánico, hasta que cayó preso. Él es uno de los mejores jugadores del equipo Extra Brut y vino de “refuerzo”, ya que salió en libertad en agosto pasado, después de pasar tres años preso. “Me acerqué de curioso nomás al rugby”, cuenta. Ahora volvió a  trabajar con el padre en el taller y asegura: “Les escapo a las malas juntas. Los veo y voy para otro lado. No voy a volver la cárcel, lo tengo puesto en el bocho”.
   Cuando arrancó el proyecto, eran unos 20 los internos que se acercaron. Actualmente, son más de 60 los que participan. El equipo no suele repetir la formación, porque entre los que se van, o los cambian de unidad, o no salen por alguna cuestión disciplinaria, la rotación es alta.
   Raúl Palleros juega en Extra Brut y ya tiene salidas transitorias los fines de semana, cuando trabaja en la cocina de un restaurante. “Hace 6 años y 6 meses que estoy detenido. Hoy estoy en la última etapa antes de la libertad. Tengo 36 años”, revela. Del rugby tenía idea por la televisión. “Siempre me gustó hacer deporte, además acá adentro es un cable a tierra. Cuando empecé a jugar rugby me atrapó, te cambia la mentalidad, renegás menos, hay mucho más respeto”, dice.
  A contramano de la visión edulcorada que a veces transmiten ciertos programas de te televisión sobre la cárcel, Palleros cuenta otra cara: “Acá adentro la cosa es bien distinta. Hay situaciones de violencia. Hay programas que muestran la cárcel como si fuera divertido, y la verdad que no hay nada menos divertido que una cárcel”. Él, aparte de trabajar, planea anotarse en la carrera de Trabajo Social en la Universidad Nacional de Luján.
  El dominio de Extra Brut sobre el Ceamse es claro. El partido pinta para goleada. No hay roces ni problemas de violencia entre los jugadores. Los familiares aplauden alguna buena jugada, y alientan a los internos. “Vamos vamos los pibes, vamos vamos los pibes”, canta un grupito.
  Termina el encuentro, con triunfo de los detenidos. Como en cualquier partido de rugby, hay “tercer tiempo”, en este caso, con sándwiches de milanesas que ofrece el árbitro, sobre una mesa de cemento como las que están en los campings. Los jugadores de los dos equipos se saludan, algunos se abrazan.
Cotto dice que ahora quiere disfrutar de sus padres. Palleros, por su parte, agradece: “a los dueños del restorán donde trabajo, que  me conocían de antes y me volvieron a contratar, porque sino es muy jodido conseguir laburo cuando salís”. Agrega que tiene mujer, y que ella siempre lo bancó. “Valoro mucho eso, porque he visto a muchos pibes que se quedaron sin familia después de estar acá”. También tiene tres hijos.
   Queda poco para que se termine el tiempo libre fuera de los pabellones. Los detenidos comienzan a ponerse los pantalones largos, a guardar los botines, a cambiarse de remera. A los que fueron a verlos sus familiares, se despiden con besos y abrazos. Luego, forman un grupo en dos filas, bolsos al hombro, rodeados por los agentes del Servicio Penitenciario, y regresan por donde vinieron: la calle asfaltada, la granja con los cerdos y patos que cuidan algunos internos, el muro alto a un costado, que tapa las celdas que los recibirán en pocos minutos, cuando salgan de la vista y pasen varios portones metálicos con mirillas…

*Anticipo de la nota que saldrá en la revista Tercer Sector, de diciembre.

viernes, 28 de octubre de 2011

Pequeño recordatorio del poder negro


La jira de los “All-Blacks”

  Desde la última vez que me ocupé en esta página de la jira que actualmente realizan por las canchas británicas los jugadores representativos de Nueva Zelanda, éstos han proseguido su actuación en forma por demás lucida y ya cuentan en su haber con otra victoria en un encuentro internacional.
  Mucho han escrito los comentaristas deportivos ingleses en los últimos meses sobre la supuesta inferioridad de estos “All-Blacks” de 1935 con respecto a los conjuntos de 1905 y 1924 que dejaron de su paso por esas canchas un recuerdo imborrable. En síntesis, los comentarios asignan escaso valor a los delanteros, sosteniendo que, malogrado su gran gran peso y corpulencia, no han constituido en ningún momento el pack completo y pleno de recursos que hay derecho a esperar en una selección neozelandesa. En cuanto a los backs la crítica es más benévola, pero no deja de señalar que estos jugadores no han demostrado ninguna técnica  nueva ni su juego ha tenido mayor brillo ni originalidad, aunque algunos hombres, en especial C.J. Oliver y T.H.C. Caughy, son reconocidos por todos como estrellas de primera magnitud. Anotados estos reparos, el lector se preguntará, con sobrado motivo, ¿si tienen estos defectos, cómo es que ganan sus partidos? Un pesimista podría extraer de ello una conclusión nada halagüeña  sobre el actual estado del rugby británico, peor la generalidad de los críticos atribuyen sus triunfos a dos factores fundamentales. El primero es la forma intensiva en que los “All Blacks” practican el “backing-up”, o sea el apoyo al hombre que lleva la pelota. Esto ha sido siempre la base fundamental del juego neozelandés y el equipo actual, no obstante sus defectos, ha sabido conservar esa virtud, en tal forma que ha hecho decir a un cronista “que siempre parece que hubieran más jugadores neozelandeses en la cancha que sus adversarios”. En segundo lugar se atribuyen sus éxitos al oportunismo de sus backs, pues una gran parte de los tantos que han obtenido lo han sido mediante el aprovechamiento rápido y certero de un error cualquiera cometido por un jugador contrario.
   Sería vana pretensión en quien no los ha visto jugar ensayar un juicio sobre el acierto de los comentarios que he reproducido más arriba, pero hay dos hechos objetivos y ciertos que merecen ser destacados. Sean o no sean un gran equipo, los “All-Blacks” han cumplido una campaña magnífica y a menos que les suceda algún desastre inesperado en los muy pocos partidos que les quedan por jugar, terminarán su jira con una foja de servicios perfectamente comparable con las que ostentaron sus predecesores de 1905 y 1924 y los conjuntos sudafricanos de 1912 y 1931. En efecto, han jugado hasta ahora 26 partidos, de los que han ganado 24, perdiendo 1 y empatando 1.
   En segundo lugar es indiscutible que los resultados de los encuentros revelan un gran equilibrio de fuerzas ente los “All-Blacks” y los diversos conjuntos que le han sido opuestos, puesto que los scores abultados han sido la excepción y no la regla como en jiras anteriores. Los partidos definidos por muy escaso margen han sido muchos y debe admitirse que en algunos de ellos, por lo menos, el factor suerte ha influido en el triunfo obtenido por los visitantes. Al releer lo escrito más arriba se me ha ocurrido que hay una gran semejanza entre lo que se comenta de este equipo neozelandés y lo que se decía aquí de San Isidro en la época del gran predominio de ese club alrededor de 1927. Tenía entonces San Isidro delanteros extraordinariamente pesados, pero de escasa técnica y que no sacaban todo el partido posible de su peso; sus backs eran sólidos, pero no brillantes, y el gran poderío del equipo residía en su habilidad para el “backing-up” y la forma en que aprovechaban todas las oportunidades que se les presentaban en el transcurso de los partidos y especialmente los errores de los adversarios. También ellos solían ganar bastantes partidos por escaso margen de puntos y, para que nada faltara en paralelo, era también costumbre en el ambiente atribuir muchos de sus triunfos a la intervención de la suerte a su favor.
Su actuación en Irlanda

   El programa preparado para la jira de los “All Blacka” comprendía solo dos partidos en Irlanda, uno contra Ulster en Belfast y otro contra el seleccionado nacional irlandés en Dublin. De paso cabe anotar que la separación política entre Ulster y el Estado Libre de Irlanda no ha implicado su separación en el rugby y que la Unión Irlandesa del Rugby sigue gobernando el deporte en todo el país; la selección irlandesa es, pues, representativa de toda Irlanda.
   El primer encuentro se jugó el 30 de noviembre, día de frío glacial con lluvia y viento helado. Estos factores perjudicaron el desempeño de los neozelandeses, nada acostumbrados a tales calamidades meteorológicas, y el resultado final fue un empate en tres puntos por bando, siendo éste el primer partido que los visitantes no conseguían ganar desde su primera y única derrota sucedida en Swansea dos meses antes.
   Tal resultado no hizo sino aumentar la expectativa alrededor del match con Irlanda que se jugó en Dublin el sábado siguiente, pues se esperaba que la selección irlandesa, lógicamente superior a la del Ulster, aunque integrada en parte por los mismos jugadores y que, además, es el actual detentor del campeonato internacional británico, opondría gran resistencia a los visitantes, no faltando quienes opinaban que los derrotaría, resultado que hubiera tenido gran resonancia.
   El partido se encargó de descartar tales esperanzas, pues si bien fue reñido en todo su desarrollo, los “All-Blacks”, demostrando su habitual capacidad para “agrandarse” cuando hace falta, se posesionaron de la delantera a los tres minutos de iniciada la lucha y no la abandonaron más. En el primer tiempo los visitantes anotaron tres tries por intermedio de Gilbert, Oliver y Harte, todos a raíz de corridas de tres cuartos, convirtiendo Gilbert  uno de esos tries, mientras que los irlandeses descontaron ventajas con un try marcado por Beamish y no convertido  y un “penalty-goal” que convirtió A. Bailey, terminando el período con ventaja neozelandesa de 11 puntos a 6. El segundo tiempo fue menos interesante, y los únicos tantos se marcaron a raíz de “penalty-kicks”; Gilbert acertó dos tiros de esta naturaleza a favor de los visitantes, mientras que Siggins hacía lo propio con uno otorgado a los locales. El score final de 17 a 9.
 Por Free-Lance, revista El Gráfico, 21 de diciembre de 1935.

jueves, 13 de octubre de 2011

Show de Gales

  
   Pesa más de 100 kilos y  mide 1, 90. Hombros muy anchos, con terminaciones que parecen cabezas de bebes. Tatuajes en el cuello, el antebrazo, en la zona de los abdominales. El pelo, rubio, rapado, ya le escasea en su cabeza.  Podría ser un patovica estilizado, porque su cuerpo está cincelado por el gimnasio. Agraciado de cara no es, de hecho su apodo es “Alfie”, por cierto parecido con “Alf”, el personaje de la serie de televisión de los ’80, narigón y de orejas grandes.  Este gigante jugó 100 partidos con la selección de rugby de Gales, en donde fue uno de los mayores anotadores de tries, y se despidió del equipo mayor en el Mundial de 2007. Pero siguió jugando en clubes, y actualmente lo hace en el Crusaders galés, dentro del “rugby league”, una variante del “rugby union”, el deporte que conocemos en Argentina.  Es una celebridad, por haber sido un crack de la selección galesa de rugby, pero, principalmente por decir a un diario masivo: “Soy gay”.

  De Gareth Thomas se trata la historia. Nacido en 1974 la localidad galesa de Sarn, un pueblito de 2500 habitantes, “Alfie” jugó en clubes importantes de Europa como Cardiff Blues, Celtic Warriors y Toulouse. Precisamente en Francia tuvo un incidente en 2002, por el que fue condenado en 2005 a pagar un resarcimiento económico a dos franceses a los que Thomas agredió en un pub, mientras acompañaba a compañeros de equipo que estaban pasados de copas.
  De 2001 a 2007 estuvo casado con Jemma, su novia de la adolescencia, sin que tuvieran hijos. Por esos años, Thomas frecuentaba bares de homosexuales en Londres, cuando su equipo jugaba ahí. En 2006, se quebró y le reconoció a su entrenador, Scott Johnson, que le atraían los hombres. El coach lo respaldó, y le avisó que iba a contárselo a algunos de sus compañeros. Estos, enterados de la noticia le dijeron: “Eh, ¿nos tenías miedo que no nos decías nada?”. Thomas  había  fabulado enredos con chicas durante años, entre sus compañeros, para disimular su homosexualidad y encubrirse en “la cultura de machos” que impregna al rugby.
  Desde que asumió públicamente su orientación sexual en una entrevista al diario Daily Mail su fama creció todavía más.  Al mes siguiente ofreció su testimonio para la revista Attitude,  símbolo de la cultura gay del Reino Unido.  Thomas sigue jugando de manera profesional al rugby, aunque en los últimos tiempos sufrió una fractura de su brazo derecho que lo alejó de los campos de juego.
  “No es que porque sea gay voy a estar flirteando con cada hombre que camina por el planeta”, había dicho Thomas en aquella entrevista al Daily Mail. También había señalado que para “salir del armario” antes debió sentirse consolidado como jugador de rugby. “En muchos aspectos  (el rugby) es salvaje.  Yo nunca podría haber ‘salido del armario’ sin primero establecerme yo mismo como jugador”. Thomas agregó: “Estadísticamente, no puedo ser el único, pero no estoy seguro de que haya otro jugador gay jugando”.
   Gales es poco conocido internacionalmente, más allá del rugby, que le dará fama por estos días, cuando su selección juegue con Francia en búsqueda de las semifinales de la Copa del Mundo. Ubicado en el extremo oeste de Inglaterra, el suelo galés ha sido cuna de varios famosos, que de tan internacionales, ya nadie recuerda que son galeses: Catherine Zeta Jones, Anthony Hopkins,  Tom Jones y Bonny Tyler, por ejemplo. Ya que mencionamos al cine, Mickey Rourke, famoso a principios de los ’90 por su papel  en “Nueve semanas y media” interpretará a Gareth Thomas en un film de próxima aparición.
   Nigel Owens también tiene que ver con el rugby y también es galés. Tiene 3 años más que Thomas, y es referee.  Nacido en el pueblo de  Mynyddcerrig, dejó de jugar rugby a finales de la adolescencia, justamente cuando comenzaba a sentir que le atraían los hombres. El entrenador del equipo donde jugaba le dijo, luego de que fallara un penal en el último minuto: “Andá a referear, o algo así”. A los pocos años, Owens comenzó a engordar, y combatió la obesidad haciendo pesas en el gimnasio, pero para no perder musculatura, se hizo adicto a los esteroides.  A los 24 años, se intoxicó con pastillas, en un intento de suicidio, en una zona montañosa de Gales, y unos rescatistas en helicóptero le salvaron la vida.
   En 2007, quiso contar que era gay, en los medios. Y ante ellos reconoció que la primera relación sexual suya con un hombre “estuvo conectada” con el rugby, sin dar más detalles. Owens fue el referee del partido del Mundial de Nueva Zelanda entre Sudáfrica y Samoa, y los jugadores del equipo de Oceanía lo acusaron de haberlos perjudicado.  Un jugador samoano, Fuimaono Sapolu, inclusive aseguró que Owens  es “racista “. El referee también dirigió el partido con que los All Blacks ganaron 33 a 10 a Los Pumas, y sus fallos fueron criticados por la prensa especializada. 
   Ahora bien, ¿qué hubiera pasado si en vez de rugby hablásemos de fútbol? ¿Hay una figura equivalente a la de Gareth Edwards que haya dicho que es homosexual? ¿Hay algún árbitro de fútbol que sea abiertamente gay? ¿Qué pasaría? Paradoja: el rugby, deporte rústico, tiene a dos personalidades de renombre explícitamente homosexuales en sus filas…

viernes, 30 de septiembre de 2011

El georgiano más famoso

...se llamaba Iosif Vissariónovich Dzhugashvili, había nacido en la ciudad de Gori, era hijo de un zapatero, quedó huérfano de chico y luego entró a un seminario de la Iglesia Ortodoxa. Ese niño georgiano, apasionado por la lectura, las flores, la música y el canto litúrgico, admiraba las leyendas de su pueblo, en particular las que tenían como protagonistas a  Koba, un héroe popular del país. De hecho, por unos años, Iosif se hizo llamar “Koba” Y el escritor británico Martin Amis, en su ensayo Koba, el temible, abordó al georgiano más famoso, que pasó a la fama por su otro apodo: Stalin.
   Lo que hoy es Georgia fue un territorio dominado por griegos, romanos, turcos, persas, árabes, mongoles y por la Unión Soviética, ese país que justamente iba a ser conducido con puños de acero por el georgiano Stalin, cabeza máxima del Partido Comunista radicado en Moscú. Georgia tenía y tiene sus particularidades: país cristiano ortodoxo, con un alfabeto e idioma propio que no se parece a ninguna de las lenguas europeas más conocidas, está literalmente en la frontera entre Asia y Europa, rodeado por Turquía, Rusia, Azerbaiján y Armenia.
  De Georgia los medios de comunicación internacionales hablan poco y nada. Apenas, cada tanto, dicen algo de los conflictos en las regiones de Abjasia y Osetia del Sur, que quieren independizarse. Otras cosas no cuentan. Georgia también es uno de los estados de EEUU, y parece más nombrado por los medios occidentales: claro, su capital es Atlanta, donde está la sede central de la Coca Cola, y de esa región es la banda R.E.M. Esa mayor presencia de la Georgia norteamericana lleva a que, para referirse al país europeo-asiático, los periodistas pronuncien su nombre con acento inglés: “Shuorshia”.
  Algo une a ingleses y georgianos. Ambos tienen en su bandera la cruz de San Jorge, roja sobre fondo blanco. Hay quien dice que el país Georgia tiene como origen de su nombre a San Jorge, santo patrono de la tierra de Stalin. Quizá otro punto oculto de contacto entre georgianos e ingleses sean que los primeros,  en tiempos muy antiguos, jugaban al “Lelo burti”, un deporte en el que dos equipos, representativos cada uno de un pueblo distinto, jugaban un partido generalmente en el terreno ubicado entre dos ríos, y ganaba el que más veces apoyaba una pelota sobre la orilla del curso del agua del contrario.  La pelota podía patearse o llevarse con las manos. Y, a veces, hasta podían usarse caballos para llevarla.  En la antigüedad, el terreno de juego podía tener ¡kilómetros! de extensión, e incluir valles, arroyos, bosques.
  Ya bajo dominio soviético, el “Leloburti” fue reglamentado, y se decidió que cada equipo tenga 15 jugadores, que se pueda pasar la pelota (rellena de pasto o lana de oveja) hacia adelante, y que cada jugador puede tener el balón no más de cinco segundos.  Los participantes pueden sacarle la pelota de las manos a sus rivales, pero no deben obstruirlos sin la pelota, ni empujarlos deliberadamente.  No es de extrañar que con ese deporte nacional antiquísimo, los georgianos tuvieran cierta base para desarrollar las habilidades del rugby.
  Y la selección de Georgia, apodada “Lelo”, debutó internacionalmente antes de que el país tuviera su independencia de la Unión Soviética: en 1989, ganándole a Zimbabwe Luego comenzó un lento progreso, los clásicos con Rusia (con diferencia abrumadora en favor de los georgianos) y la presencia en Mundiales.
   La “Top” League de Georgia tiene 8 equipos, con predominio de los clubes de la capital del país, Tiflis, o Tblisi. El Army Tblisi, es decir, el equipo de las Fuerzas Armadas georgianas, es uno de los equipos más poderosos, junto con el Locomotive, de la misma ciudad. Probablemente, los georgianos que se presenten en el estadio de Palmerston North, en Nueva Zelanda, para ver a su selección ante Los Pumas, entonen el cantito famoso que resuena en los estadios Boris Paichadze y Mikhail Meskhi de Tblisi: “Lelo, lelo, sakartvelo” (“¡try, try, Georgia!”).

jueves, 22 de septiembre de 2011

Panamericana y 202

“Para vos, papá, por tu cumpleaños”, dice Daniel Salas, con el índice que apunta a su padre camionero, que fue a verlo jugar por primera vez y que, desde el costado de la cancha, con campera, gorro y las manos en los bolsillos, devuelve una sonrisa. ¿Fútbol? No, rugby. A pocas cuadras de la Estación Bancalari, en la zona norte del Conurbano bonaerense,  Daniel acaba de hacer un try para el equipo en donde juega, una categoría juvenil del Virreyes, que le gana a SITAS, de El Palomar. Pero el Virreyes Rugby Club no es como cualquiera de los clubes tradicionales. Además de permitirle a muchos chicos de barrios populares que jueguen ese deporte, ofrece becas de estudio, clases de apoyo y algo tan invisible como importante: sentirse parte de un proyecto en común.

  “Nuestras mujeres apadrinan un colegio de Virreyes. Como yo entrenaba rugby infantil y siempre me interesó lo social, me pregunté: ‘¿Para qué tanto rugby en mi vida?’. Y cuando surgió el proyecto, me dije: ‘Claro, tanto rugby fue para esto’, recuerda Marcos Julianes,  ex jugador del Club Atlético San Isidro y actual vicepresidente del Virreyes, mientras alienta desde afuera a los chicos.

 Junto a otro ex rugbier, Carlos Ramallo, fundaron la institución y convocaron a un grupo de gente bastante nutrido que hoy le pone el hombro al VRC, que incluye hasta una socióloga, Eleonora Jaureguiberry. ¿Quién es el entrenador del plantel superior, que juega en la última categoría del rugby porteño? Rodolfo “Michingo” O’Reilly, ex coach de Los Pumas y ex secretario de Deportes de la Nación.

 “Se fue sumando más gente, desde 2003. Se fueron juntando fósforos e hicieron una fogata”, agrega Julianes.  “Es cierto que en 2002 había una crisis muy fuerte y mucha movilización en la gente”, dice. La Municipalidad de San Fernando les dio los terrenos de su actual sede, a unas diez cuadras de Panamericana y Ruta 202. Hoy, 400 chicos de 6 a 19 años juegan al rugby en el Virreyes. También forman parte del club unos 60 socios  mayores y 200 socios benefactores.

     ¿Qué puede aportar socialmente este deporte? Julianes contesta: “Disciplina, asumir compromisos, trabajar en equipo. Todas cosas que sirven para la vida misma. El rugby en sí, por su juego, hace que sea difícil el estrellato individual.”. Señalando un scrum-esa formación en la que ocho jugadores de cada equipo se empujan, agachados, ejemplifica: “Ahí, en un scrum, ves que hay muchos esfuerzos anónimos. Y hay además un tema ético, porque si no tenés valores podés lastimar al rival en esa formación.” Termina el partido 81 a 9 para Virreyes. Marcos y los familiares presentes felicitan a los chicos, que salen echando vapor de la boca, bajo el cielo gris de una tarde de domingo.  
  Ya en el tercer tiempo, Marcelo Taborda, uno de los forzudos que todos los fines de semana se pone la remera verde del Virreyes, cuenta: “Es un orgullo estar en este club. Es mi segunda casa Es un lugar donde juego y me río un rato”. A su lado, está Yamil Sarli, un flaco alto con olfato para capturar la pelota ovalada y marcar puntos, que cuenta: “No tenía ni idea de rugby, pero siempre veía partidos de Los Pumas”.

  También se integra al trío Hernán Duarte, jugador rápido y habilidoso, que dice: “Me encantó desde el primer día. Siento unas ganas tremendas de jugar por la camiseta, y estoy muy agradecido al club. En unos años, me gustaría ser Ingeniero Electrónico y seguir jugando acá.”  Uno de los requisitos del Virreyes es que los chicos mantengan sus estudios.
  “Si pelota por medio somos iguales en una cancha de rugby un sábado a la mañana, podemos ser iguales en todos lados. Pero la integración no sería tal si esa igualdad no se diera en otros órdenes. Por eso, sin educación la igualdad sería una ficción”, reconoce Julianes.

   Por un convenio con el Ministerio de Desarrollo Humano bonaerense, el Virreyes canaliza 180 becas de estudio, para que los chicos se mantengan en el sistema educativo. “Solamente la cobran los chicos que estudian. Y de los 180 becados, solamente cinco o diez dejaron los estudios,” precisa Julianes. El Virreyes también ofrece apoyo escolar gratis dentro del club, merienda para los que estudian y entrenan ese día, y charlas sobre distintos temas, como prevención de adicciones. Además, tienen becas para estudios universitarios.

  El grueso de la dirigencia proviene de clubes de rugby reconocidos. Las relaciones conseguidas en ese ambiente permitieron que el Virreyes haya obtenido muchas cosas: los movimientos de tierra en el predio,  ladrillos y chapas, hamburguesas, gaseosas, botines, camisetas, dinero en efectivo.

 Con esfuerzo, el Virreyes logró concretar el cerramiento del salón del club. En la planta baja, se realizan los terceros tiempos, y padres de jugadores venden café y tortas para recaudar fondos. En un primer piso, una sala con computadoras es el lugar donde se dan clases de apoyo escolar.

  Desde 2010, el club juega con su plantel superior en el Grupo IV de la Unión de Rugby de Buenos Aires. El entrenador, queda dicho, dirigió nada menos que a Los Pumas en los ’80. Él, O’Reilly, al lado de la línea de cal, da indicaciones como si estuviera en el seleccionado nacional. “Marcos Julianes, a quien conocía del CASI,  me comentó del proyecto del Virreyes, y a los quince días de esa charla me acerqué. Y no paré desde ese momento”, dice.

   “Creo que una de las claves de que el club haya crecido tanto es que hay una enorme cuota de locura, en el buen sentido, en todos los que conducen la institución. Lo del Virreyes es un proyecto absolutamente apasionante, que nos ha llenado a todos los que participamos en él”, agrega. Hace 30 años, los rivales de su equipo eran Australia, Nueva Zelanda, o Francia. Ahora, son Beromama de González Catán, Defensores, de Glew, o El Retiro, de Hurlingham. Antes, los colores eran el celeste y blanco de Los Pumas, ahora, el verde, amarillo y rojo del Virreyes. Tanto en uno como en otro extremo, se mantienen el barro, los terceros tiempos, el olor a desinflamante.

Artículo publicado en la revista Tercer Sector, hace algunos años, y actualizado recientemente.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Mitología rumana

 

  Sambata, Cupa Mondiala, Baia Mare, Farul, Timisoara, Cluj, Petrosani, Bogdan, Lucretius. Nombres y nombres del planeta del rugby de Rumania, ese país del que poco se conoce en América del Sur, más allá del renombre de algunos deportistas y, cuándo no, de la historia del Príncipe Drácula, personaje de ficción creado por el escritor irlandés Bram Stoker, ligeramente inspirado en personajes de la historia rumana.  La leyenda del príncipe de hábitos nocturnos, que se transforma en vampiro y que se alimenta de la sangre de víctimas humanas,  aunque sea una creación totalmente ficcional de un escritor que no pisó nunca Rumania, sigue vigente.  La imagen multiplicada al infinito de un hombre pálido, delgado, con ojeras, colmillos que sobresalen del labio superior y capa negra, surgida del cine hollywoodense, quedó instalada como un símbolo internacional de los rumanos, hasta para algunos de ellos.
   El  Drácula Old Boys es un equipo de rugbiers veteranos con sede en Bucarest.  Juegan partidos tanto en Rumania como en otros países, generalmente europeos.  Su logotipo incluye al mediático Príncipe Drácula, de traje negro, esta vez con capa y solapas del saco rojas, montado en una locomotora y con una pelota de rugby en su mano izquierda.  La silueta de un vampiro negro, con alas desplegadas, y el “Drácula” escrito en rojo, coronan el escudo del equipo.  Ionescu Dan Lucretiu, de 46 años, ex jugador,  es su secretario general, y  dice: “Cuando yo jugaba, en un radio de 150 kilómetros había 40 equipos. Ahora hay 5. La clave pasa porque el Estado tenga la visión de desarrollar el deporte entre los chicos, por lo que significa como educación y entrenamiento del carácter.”
   La selección rumana de rugby ganó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de París, de 1924. Claro que ganó esa distinción,  pese a haber perdido los dos encuentros que jugó, porque había nada más que tres participantes. Durante las décadas siguientes, el rugby rumano progresó, y logró éxitos históricos ante Francia, Gales y Escocia. Los equipos más fuertes durante muchos años fueron el Dínamo y el Steaua, ambos de Bucarest, y ambos subordinados a la dictadura de Nicolae Ceaucescu. El Dínamo era el equipo de la Policía y el Steaua del Ejército. Cuando en 1989 una rebelión destituyó a Ceaucescu (al que luego fusilaron junto a su esposa),  y en los enfrentamientos militares murieron dos rugbiers famosos en el país: Radu Durbac y Florin Murariu, capitán de la selección nacional.
  Después de la caída del comunismo en Rumania, el rugby comenzó a decaer. Otro golpe fue que la invitada a participar del Torneo de las Cinco Naciones fuera Italia y no la selección rumana, llamada “los robles”.  “Si Rumania hubiese sido elegida, ese paso hubiera sido clave para nuestro rugby”, agrega Lucretiu, del Dracula Old Boys.
    De todos modos, los rumanos, cuyas figuras juegan en las ligas de Francia e Italia, se tienen fe para el renacimiento del rugby en ese país. “El rugby en Rumania tiene un gran potencial. Somos deportistas por naturaleza.”, cree Lucretiu.
     En la actualidad, Rumania tiene una liga principal con 8 equipos, llamada “Super Liga”, que encabeza el Baia Mare, seguido por el Steaua, el Farul Constanta, el Timisoara y el Dínamo.  En la segunda categoría participan el Brasov, el Petrosani, el Iasi y el Pantelimon, entre otros. En la división superior también juega el Cluj, que está penúltimo, cuyo entrenador también es jugador: Bogdan Voicu. “En Rumania, todos los jugadores de los 8 equipos de la primera división reciben dinero por jugar”, cuenta a otrorugby.blogspot.com.  Bogdan agrega que, en su mayoría, las personas que juegan al rugby en Rumania pertenecen a la clase media del país, y considera que ese deporte “es popular” en tierras rumanas, “pero más popular son el fútbol, el handball y el básquetbol”.  Los encuentros se juegan los “sambata” (sábados).
   Rumania, país cuya lengua forma parte del mismo grupo que el castellano, el italiano, el portugués y el francés, parece culturalmente más lejano de lo que en realidad es. Quizás su ubicación geográfica, en el Este de Europa explique esa situación, quizás el peso del mito Drácula haya ocultado otras características de este país. Por lo pronto, por unas horas, argentinos y rumanos estarán pendientes uno del otro.  Es bueno recordar que el slogan de todos los fanáticos del rugby Rumania es: “¡Prin venele noastre curge sange cu globule ovale!” (¡Por nuestras venas corren glóbulos rojos ovalados!).

martes, 6 de septiembre de 2011

Cumbia


Salís del hall de la terminal de la ex línea Mitre y delante de vos aparecen la Torre de los Ingleses y el Hotel Sheraton en segundo plano. A la derecha ves la punta de la Plaza San Martín. Girás a la izquierda y te mezclás con las filas de personas que salen de la boca del subte, de las terminales de otros ramales, de las paradas de colectivos, de los bares, de la calle Padre Carlos Mugica, de la estación de ómnibus, de los taxis. Pasás las veredas angostas, con africanos que venden anillos, queserías, pilas de joggings, quioscos, sillas de plástico, olor a milanesas. Bordeás un supermercado, un estacionamiento, una estación de servicio y de a poco se instala el silencio. Caminás por la Avenida Ramón Castillo, casi sin movimiento, con los containers del puerto a tu derecha y a tu izquierda. Cuadras y cuadras se suceden, llegás a una esquina con semáforo, mirás la parrillita improvisada que vende choripanes, un edificio enorme que parece abandonado y una callecita que nace ahí. Te metés por ella, pasás al costado de un comedor y estás adentro de la Villa 31. Lo primero que observás es una pelota de rugby que pica en un potrero y 20 personas alrededor de ella.
    En el corazón de este barrio de la ciudad, instalado entre las aguas del Río de la Plata y las vías de los ferrocarriles, desde agosto de 2008 existe un equipo que juega con esa pelota ovalada que parece que tuviera un conejo adentro. “Un amigo empezó a jugar y me llevó. Después se fue haciendo una cadena de palabras y empezó a venir más gente. Nunca había jugado, pero me gustaba, es un deporte duro”, te cuenta Juan Manuel Toconas,  conocido como “Cumbia”.
    “Trabajo en negro, haciendo carga y descarga en un depósito. No tengo días fijos de laburo, me llaman cuando hay trabajo. Vienen unos containers de China y nosotros vamos bajando todas las cajas a mano”, explica “Cumbia”, que tiene 23 años y está terminando el colegio.
  El Campito es la organización que desarrolló el proyecto de llevar el rugby a los chicos de la zona. Julián Wald, referente de la institución, habla de los inicios: “empezamos en el 2001 con un merendero, cuatro veces por semana, sin sede fija. Servíamos la merienda en una canchita, o en la casa de algún vecino, si llovía”. Al mismo tiempo, organizaron grupos para chicos, en los que enseñaban manejo de huertas, habilidades manuales, reciclados y otro tipo de herramientas laborales. Luego llegó el turno de la salud.
  “El tema sanitario empezó por gente de la Facultad de Medicina de la UBA, que trajo la propuesta de hacer charlas de prevención de salud y formar promotores. Pero la demanda era por atención, así que a mediados de 2008, empezamos con consultorios gratuitos”, explica Wald. En la actualidad, martes, viernes y sábado atienden en la sede de la entidad dos psicólogos, tres médicos clínicos y una pediatra.

Los pasos previos

  Cuando llegaron los médicos a El Campito, uno de ellos, Martín Dotras propuso promover el rugby en el barrio. Un día llevó la pelota ovalada y empezó, junto a un grupo de amigos, a hacer un entrenamiento.´Éramos 6 personas, en una canchita. Al rato, éramos 10….la gente preguntaba qué estabámos haciendo…muchos conocían el rugby por televisión”, recuerda Joaquín Dotras, hermano de Martín y uno de los “profes” que enseñan el deporte a los más chiquitos, mientras mirás el entrenamiento, sentado en un poste de madera acostado, que hace de banco de suplentes.
 “En el segundo entrenamiento, un chico se nos acerca y nos dice: ‘¿Esto va a ser en serio? Porque si va a ser en serio, se te llena de pibes’”, dice Dotras, y agrega que ahora, en total, El Campito tiene 60 jugadores de rugby,  entre nenes y adultos. Ver a esos tipos jugando con esa pelota tan rara fue lo que le llamó la atención a Pablo Ramos, que hace dos años que vive en la 31 y trabaja de repositor. “Después de trabajar los veía a los pibes con las pelotas y un día le pregunté a un conocido y me comentó. Me pareció muy interesante ya que yo ya había jugado un poco en el secundario y me integré sin ninguna duda”, te dice Pablo.
   Un grupo de rugbiers del Club Champagnat, al que pertenecen los Dotras, son los encargados de enseñarles los secretos de este deporte. Uno de ellos, Máximo Bianchi, dirige los entrenamientos del plantel superior, en el terreno del Club Cancha 9, que les presta el terreno, salpicado apenas de pasto.
  Wald explica la inclusión del rugby en la villa: “Siempre tuvimos la idea de introducir todos los deportes en el barrio, considerando que todos los deportes tienen algo positivo. Y la gente de acá no tiene acceso a muchos deportes.” Entonces habla “Cumbia”, y dice: “hay buena onda en el equipo, entre los que vivimos acá y los que viven afuera. Esto es una puerta que te abren, empecé a conocer otros códigos, otro ambiente. Es una alegría para mí”.
   El año pasado, los chicos tuvieron la posibilidad de irse de gira a Tandil y jugaron con el club Los Cardos. “Para todos nosotros fue una experiencia bárbara”, dice Dotras, y añade: “La gente de Tandil también nos agradeció, y nos dijo que para ellos era haber conocido otra realidad de la villa”.

Espejos deformantes

   Porque la 31 tiene mala fama. Y malas imágenes. “Los medios manejan muchos prejuicios e ignorancia. Acá en la villa hay una cultura solidaria muy fuerte, hay comedores por todos lados, a los chicos de una familia los pueden cuidar otros vecinos… ese costado solidario no se muestra”, dice Wald, que vive en la 31 desde hace 10 años. Del mismo modo, explica que “no se conoce del todo el sufrimiento, la marginación, las causas que a veces llevan a los pibes a situaciones de violencia. Los medios no hablan de causas y consecuencias, sino de efectos. Dicen ‘X” salió a robar, pero no cuentan qué pasó con ese pibe durante 15 años”.
   Tan real como los comedores que dan comida a quienes más lo necesitan y la solidaridad entre vecinos, es que la villa tiene su cultura de fiestas, música y deportes. Los fines de semana hay campeonatos de fútbol en distintos puntos del barrio, además de que en cada cuadra hay barcitos, quioscos, locutorios, almacenes, carnicerías, capillas…
   Pero no hay tendido de gas ni calles pavimentadas. La red de agua, instalada por los propios vecinos, es demasiado precaria y falta presión durante el día, en especial en verano. Hay energía eléctrica, pero, al igual que con el agua, por lo improvisado de la conexión, hay muchos cortes, aunque durante el invierno. En gran parte de la villa tampoco hay cloacas. En cuanto a atención sanitaria, “hay una salita muy chiquita afuera del barrio, pero hay que ir a las 2 de la mañana para conseguir turnos, y no te atienden los fines de semana”, revela Wald. Por otro lado, a algunas partes de la villa no pueden entrar las ambulancias del SAME por lo estrecho de las calles y en esos casos, hay que llevar a pulso a las personas enfermas hasta donde sí pueden entrar los vehículos.

Las palabras y las cosas

  Ilich Maldonado, 26 años, remera y gorra blancas, es otro de los jugadores de rugby de El Campito: “‘Cumbia’ me venía invitando desde hacía tiempo, y el año pasado empecé a jugar. Al principio no entendía el juego, después me dije que tenía que intentar comprenderlo y jugarlo, y aquí estoy”. Ilich hace 9 años que vive en la Villa 31, desde que vino de su ciudad natal, Oruro, en Bolivia.
  “Me gustan los valores del rugby. Antes, cuando amigos míos se drogaban, me sentía mal pero no decía nada. Ahora me siento capaz de ir y decirles ‘¿qué estás haciendo? Hay que rescatarse’”, dice Ilich, que es gasista matriculado y estudia Licenciatura en Higiene y Seguridad. A él, fiel a lo que estudia, le interesa mucho la prevención de las lesiones en el deporte. “Hay que preocuparse por el cuate”, afirma,  y nos revela que “cuate”, palabra que significa “compañero”, además de en México, se usa mucho en Bolivia.
    En los entrenamientos del equipo, se mezclan los colores. Alguno juega con la camiseta de Champagnat, otros con una remera común, y otro con la de Don Orione, un equipo de fútbol de la ciudad chaqueña de Barranqueras. Hay físicos de todos los tamaños: el robusto que supera largos los 100 kilos, el flaco de estatura media y pelo bien corto, el menudito de melena al viento. Improvisan un partido para cerrar la práctica, aparecen los tackles, los scrums, las caídas al piso, la pelota que pica para cualquier lado, las corridas en busca de apoyar un try. Termina la jornada,  pasado el mediodía.
  “Chicos, hay que ayudar en el merendero a servir la merienda, es un ratito nomás, así que vayan diciendo qué días pueden venir”, escuchás a los entrenadores, y, de a poco, comienzan a levantarse las manos. “Pelu”, Alejo, “Cumbia”, ““Junior”, su primo que vino de Chaco y trabaja de canillita, Ilich, “Fiji”, Grover, Pablo el repositor, y otros, toman agua, se abrazan, se secan la transpiración.
   Este barrio albergó a familias venidas de provincias, que buscaban alguna salida laboral, hace más de 40 años. A principios de los ’70, el sacerdote Carlos Mugica volvió famosa la villa, gracias a su trabajo social. La dictadura militar desalojó  a muchas familias, pero con los años, el barrio volvió a recibir gente y hoy tiene 30 mil pobladores. Una ley sancionada por la Legislatura porteña aprobó su urbanización. Wald dice: “Somos desconfiados del poder, por nuestra experiencia. Pero que no se urbanice la villa es ilegal, hay determinación entre los vecinos sobre que no se permitirán erradicaciones ni se vulnerarán más los derechos. La ley dice que en un año tiene que estar concretada la urbanización. Veremos qué pasa”. Por lo pronto, El Campito creó una cooperativa de pastelería y otra de construcción, para generar trabajo entre sus integrantes.
   Los jugadores de El Campito se desparraman y vuelven a sus hogares. La sede de la entidad está a pleno, con la atención a personas que vienen a consultar a los médicos. Es el momento de partir. Tomás una calle de tierra, saludás a Alejo y lo felicitás por el try que hizo, te despedís de Pablo y su hijo de 4 años que lo acompaña en los entrenamientos, pasás por  comedores y  negocios, te topás con dos hombres que juegan al ajedrez y  otros cuatro al dominó, escuchás los gritos que salen de una cancha de fútbol, atravesás una placita con juegos para chicos, llegás a una feria en donde podés comprar cuadernos, camperas, celulares, comida y libros, mirás un carrito de cartonero que lleva pintado “vehículo vigilado satelitalmente”, cruzás una calle asfaltada,  ves   policías, choferes de colectivos y un micro que sale de la Terminal de Ómnibus y que lleva turistas a la Patagonia